“Me he dedicado a explicar Historia a chicos y chicas de Bachillerato y a hacérsela digerible. Como viví un tiempo en el extranjero y aprendí idiomas, también imparto clases de inglés y de alemán. Para mí, estudiar el idioma y conocer su historia es la mejor manera de comprender al vecino. Y luego está mi pasión por la Historia, que me ha llevado a colaborar con entidades culturales para difundirla en charlas y coloquios”. Ante un bloody mary insólitamente nocturno, para alguien que —por admisión propia— se ha transmutado de búho a golondrina, el escritor y profesor Joaquim Molina resume el hilo conductor de una vida basada en ver, viajar, dialogar, aprender, rectificar y, sobre todo, compartir todo ello con el prójimo.
Además de profesor de Historia, el parroquiano imparte cursos de verano para docentes en el Colegio de Licenciados de Catalunya y mantiene una incansable actividad como conferenciante en varias bibliotecas. Ahí, habla de libros y de episodios históricos que vive con una pasión que, un buen día, se dio cuenta de que tenía las ganas y el talento de plasmar en letra impresa.
“Durante mucho tiempo leí mucho y nunca tuve la necesidad de escribir”, prosigue. Hasta que llegó un momento “en el que pensé que tenía algo que compartir que podía despertar interés. Entonces empecé a escribir”.
— ¿Fue algo así como una revelación?
— No, no hubo una epifanía. Supongo que fue un proceso— replica con una media sonrisa.
Así salió La rosa entre els llops, su debut, que se alzó con el premio Néstor Luján de novela histórica. “Creí que se trataba de la suerte del principiante, pero luego ha habido continuidad con otros libros”, argumenta a propósito de sus siguientes títulos, Els ulls d’Al·là, Tast d’estrelles y la novela juvenil El projecte.
El pasado como espejo del presente
“Creo que la escritura me ha hecho más honesto conmigo mismo al obligarme a encontrar una voz literaria propia, sincera y auténtica. Cuando consigues reflejarla en el texto, entonces llegas al lector. Porque al lector no le puedes dar gato por liebre”, explica Joaquim, para el que el de la narrativa es un itinerario infinito. “Me empeño en seguir buscando esa voz. Este es un viaje sin fin, pero es apasionante”.
Y la nueva etapa de este periplo es su nueva novela, Angelicus (Harper Collins), un thriller medieval inspirado en un episodio concreto: el del rechazo al matrimonio del infante Jaime de Aragón con la princesa castellana Leonor. Al tratarse de un matrimonio que había sido concertado años antes, este rechazo por parte del infante provocó una crisis diplomática entre Castilla y Aragón.
La acción transcurre en el contexto de un siglo XIV marcado por una crisis secular que marca el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Un tránsito hacia una noción de la vida cada vez más laica y alejada de los rígidos preceptos religiosos medievales, que afecta a la forma de entender el amor, el papel de las mujeres o la sexualidad. “En el libro he querido combinar intriga y una serie de cuestiones vinculadas a las relaciones de género y a la sexualidad, temas que interpelarán al lector del siglo XXI, aunque la historia transcurra en 1319”.
El parroquiano sorbe un trago de su bloody mary, tras el cual remata: “Mis alumnos siempre me preguntan para qué sirve la historia. Y yo les respondo que sirve para comprender el presente”.
Donde la Historia sorprende en cada esquina
La relación del escritor con Barcelona es “muy íntima y feliz, ya que forma parte de mi educación sentimental”. Le enamora, sobre todo, su carácter como ciudad portuaria y centro militar, con un talante canalla y una nocturnidad intensa.
“A partir del siglo XVII, los prostíbulos se empezaron a señalizar con unos rostros algo grotescos esculpidos en piedra sobre las fachadas, llamados carasses. Siguen estando ahí y, aunque ahora no anuncian nada, nos dicen que el pasado convive con el presente. Se pueden ver en algunas callejuelas entre el Born y el Pla de Palau. Ese espíritu atemporal en el cual la Historia nos sorprende en cada esquina es lo que más me fascina de Barcelona”, explica Joaquim Molina, para el que, obviamente no todo aquí es oro reluciente.
“No soy iluso y sé que, como en cualquier gran ciudad, hay focos de explotación, violencia y miseria. Creo que las autoridades deberían tomar medidas más efectivas y no escudarse en la excusa de la legalidad”, argumenta echando el último trago de su bebida.
— Lo que debería ser de obligado cumplimiento es que esta conversación no se terminara. ¿Deseas beber algo más? Invita la casa.
Joaquim Molina sonríe. Las notas de Moonlight in Vermont de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong acompasan la atmósfera nocturna del Bar.
— Pues otro bloody mary y, si puede ser, con unas patatas fritas, que le irían genial.
— ¡Marchando!