Cuatro horas le duró Miguel Ángel Rupérez al maestro Anatoli Karpov en la partida simultánea de ajedrez que el ex campeón del mundo ruso protagonizó ante otros 18 jugadores el pasado martes en el Museu Marítim. Karpov fue recibido con un cerrado aplauso de los participantes y público congregado en la gran sala hipóstila del museo, en reconocimiento y respeto a su maestría en este juego. Fue el inicio de una larga multipartida en la que el maestro ofreció tablas a Rupérez, monitor de la escuela del campeón español Miguel Illescas, y a otros tres jugadores. El resto fueron cayendo uno a uno a partir de las tres horas de juego.
Pese a su seriedad y concentración de disciplina soviética, ver jugar una simultánea a Karpov es un espectáculo. De pie, girando por el interior de la mesa en forma de U en la que se distribuyeron sus rivales, analiza cada uno de los tableros mientras juguetea con una de las piezas comidas. Cuando lo tiene claro, mueve. Y así uno tras otro. No habla, solo piensa.
La leyenda del ajedrez, que ya suma 70 años, estaba en Barcelona invitado por la organización del torneo Llobregat Open Chess Tournament, celebrado este año en Castelldefels y en el que han participado 165 jugadores de 40 países. No es la primera vez que el campeón ruso visita Catalunya. Estuvo en verano, inaugurando en Platja d’Aro uno de las 402 academias que llevan su nombre en todo el mundo.
Su presencia en Barcelona ha despertado también la expectación mediática. En las entrevistas que ha concedido, se muestra algo contrariado con la irrupción del ordenador en el ajedrez, que a su parecer ha estandarizado la manera de jugar, la ha globalizado. Aun así, anima a la práctica del juego, sobre todo a los jóvenes, pues sostiene que proporciona más lógica, estrategia y concentración en un momento en que los móviles y los ordenadores centran su vida.
Karpov marcó indiscutiblemente una época en el ajedrez y sus duelos con Victor Korchnoi y Garri Kasparov son de estudio obligado para cualquiera que quiera iniciarse en su práctica. Sus 16 años en varios periodos reinando hasta la aparición de Kasparov estuvieron marcados por su identificación con la Unión Soviética. Por eso su descomposición impactó también en el juego de las 64 casillas. Pero al estar tan arraigado en la cultura del país, el ajedrez resultó muy importante en la reconstrucción de Rusia, según relata el propio Karpov. Desde hace 14 años, Karpov es diputado en la Duma, el parlamento ruso. Milita en el partido de Vladimir Putin.
El martes se retrasó unos minutos en llegar al Museu Marítim, generando algunos nervios en la sala. Se le esperaba a las 11. En un principio, la organización había programado el inicio de la partida a las 10, pero lo retrasaron una hora porque al campeón no le gusta madrugar. Cuando por fin llegó en taxi, su personalidad tomó las Drassanes. Su presencia impone. Entre sus contrincantes estaba la alcaldesa de Esplugues, Pilar Díaz, quien le recibió y con quien inició la simultánea.
Los primeros movimientos los dedica el maestro a estudiar a sus rivales. Hasta la veintena de movimientos, todos los choques estaban aparentemente igualados, aunque en casi todos los casos con una ligera ventaja de un peón. Pero a partir de entonces, su estrategia fue algo más agresiva y empezaron a caer rivales hasta los últimos, que aguantaron cuatro horas. Muchos esperaban al final para que el gran Karpov les firmara una revista con él en portada y llevarse así un recuerdo del encuentro. Había quien incluso traía consigo algunos de los libros del maestro.
Entre los 19 rivales, algunos muy jóvenes que el martes era la primera vez que veían jugar al campeón, pero conscientes de que eran unos privilegiados por enfrentarse a un mito. Y aunque Karpov no es Messi, para muchos es su gran ídolo, no de masas, pero sí un enorme ídolo que les obsequió el martes con un día histórico.