Museu de Cera
Elton John con los Beatles. ©mcb

La Merkel, Elton John y Chebwacca, mi experiencia en el nuevo Museu de Cera

Es mejor que no les revele todas de las sorpresas que se encontrarán si visitan el nuevo Museu de Cera de Barcelona, ​​que ha sido totalmente renovado con la ambición de ser el mejor del mundo.

Cuando leí que cerraba el Museu de Cera de Barcelona lo comprendí, a la vez que me dio pena. Mi relación con este museo era peculiar, porque siempre me han gustado mucho los museos de otras épocas, como los de Historia Natural. Fui una vez, en mi alocada juventud, por humorismo propio, no exento de fetichismo, y robé el dedo de Ramon Llull (lo juro). No hace mucho, invité a mi cuñado —que también disfruta de esta vena nostálgica— para darle un susto, que planeé con perfecto rigor. El edificio me encanta. Está en el Paseo de la Banca, junto a la Rambla (y en la Rambla es donde se encuentra la mítica taquilla para comprar las entradas) porque antes, claro, era un banco.

 

Y es por todo esto que me puse muy contenta al leer, también, que el museo volvía a abrir porque un grupo de empresarios había decidido convertirlo en un museo moderno y espectacular. Uno de estos empresarios es Toni Cruz, ex trinco, y aprovechando que lo conozco, le pido si me lo puede enseñar. Es difícil, ya se lo digo ahora, explicarles a ustedes la visita, porque me parece que hay muchas sorpresas que es mejor que no revele. Toni me dice —y me parece que tiene razón— que han querido hacer “el mejor museo de cera del mundo”, pero no es sólo eso.

Museu de Cera
Los castellers dan la bienvenida al visitante. ©mcb

Cuando entren, lo primero que encontrarán es un audiovisual —aquí se nota la mano de alguien que entiende de televisión— que explica, en catalán, castellano e inglés y muchas imágenes, lo que es Catalunya. Y a continuación, claro, entras en la sala dedicada a Catalunya: Hay unos “castellers”, desde luego, pero la gracia que tienen es el movimiento que transmiten, aprovechando la escenografía natural; en este caso, la escalinata. Durante toda la visita me doy cuenta de esta idea: la del movimiento de las figuras. Las que se han construido nuevas tienen vida por la actitud corporal. Las que quedan de antes son demasiado hieráticas. Toni me dice: “Si están demasiado hieráticas no te las crees”.

El museo, no es necesario decirlo, está renovando el plantel de famosos. Piensen que, antes de la reapertura, el último papa que había era Juan Pablo II y la famosa más famosa, Sara Montiel. Ahora, podemos encontrar a Greta Thumberg en un espacio, por cierto, donde hay explicaciones muy comprensibles sobre el clima. Pero sigamos. En la sala sobre Catalunya podemos encontrar a escritores catalanes (algunos de los cuales, como mosén Cinto Verdaguer, a partir de “retratos de la época”) y, muy importante, sus escritos más famosos sobreimpresionados en la pared. Cualquiera que vaya al museo podrá leer La vaca cega. Me parece importante.

Museu de Cera Merkel
La imagen de la canciller alemana. ©mcb

Como les decía, no se lo cuento todo, porque se merecen, como yo misma, tener un susto en la sala de los asesinos y poder jugar, como yo misma, con los audiovisuales. Pero sí les puedo decir, por ejemplo, que lo divertido y moderno del museo es la interactividad. Te permiten tocar las figuras y, por tanto, te puedes hacer un selfie con la Merkel. O sentarse en la nave de Star Wars, el Halcón Milenario, junto a Chebwacca. Puedes entrar en un cohete espacial, puedes caminar entre efectos de luz, puedes camuflarte entre los personajes de La casa de papel, que están en el sótano del edificio, donde había las diversas cajas fuertes de los clientes. Es fantástico poder verlas.

Museu de Cera Chebwacca
Chebwacca en el Halcón Milenario. ©mcb

Quizás algunos de ustedes recuerdan, del antiguo museo, la sala donde residían, en completa armonía, los diversos dictadores. Arafat, Hitler, Franco… Ahora, los han colocado en un pasillo que se llama “del bien y el mal”. En la zona del bien, por ejemplo, está Teresa de Calcuta. En la del mal, ellos. Y es interesante que, de nuevo, en las paredes hay sobreimpresionadas frases que dijeron (unos y otros). En la sala donde estaban los dictadores, ahora están los ídolos de la música pop. Elton John, los Beatles, Bowie… En la sala de al lado, están los clásicos: Joaquin Rodrigo, Pau Casals… Y lo que voy a decir ahora parece una obviedad, pero una obviedad que, quizás de tan obvia, a nadie se le había ocurrido antes. Como lo que vemos son músicos, cuando los vemos escuchamos la música que hicieron.

Hermanos Roca en el Museu de Cera
La recreaciones de Pitu, Joan y Jordi Roca. ©mcb

A la salida del museo todo el mundo habla del ascensor y con razón. Sólo el ascensor, no les digo más, vale la visita al museo. Pero, a mí lo que más me impresionó fue la sala de los cocineros. En una cocina con el ratón de Ratatouille están —de momento— los tres hermanos Roca. “Son” ellos. Me cuenta Toni que estas tres figuras las han hecho con scanner (escaneándoles la cara) y, por tanto, son —el verbo nos va de perlas— clavados ​​a los reales. Sólo diría, en honor a la verdad, que el Pitu Roca de carne y hueso está más delgado. Vayan al museo de cera. Se divertirán.