Irene Solà
La escritora Irene Solà. © Ignasi Roviro

Irene Solà pacta con el diablo en ‘Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres’

La autora vuelve después del éxito de ‘Canto jo i la muntanya balla’ dejando que la ficción se mezcle con la magia para contar la historia de una saga familiar protagonizada por aquellas a las que nunca se narra, mujeres viejas, feas y muertas

Irene Solà (Malla, 1990) tenía ganas de tantear la magia en su nuevo libro. Sin perder el universo que patentó en Canto jo i la muntanya balla (Premi Llibres Anagrama de novel·la 2019), con una mayoría de personajes e historias hechos de carne y hueso, Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres (Anagrama) parte de la curiosidad que sentía por pactar con el diablo. “Es una de las premisas de un montón de cuentos y leyendas. Además, está presente en muchas culturas”, sostiene la autora, sin olvidar su gusto por el folclore y la narrativa oral, siempre relacionados con el placer innato en el acto de escuchar historias.

“Yo he mirado las tinieblas escribiendo este libro”, confiesa Irene Solà crípticamente, dejando que cada uno sienta la oscuridad como prefiera, sin dar por hecho que tenga que ser algo inequívocamente malo y desafiante. Para Solà, precisamente, su tercera novela trata, más allá de la magia, de los múltiples puntos de vista que pueden existir sobre cualquier hecho. “Explico una historia familiar, pero lo hago desde subjetividades diversas, incluso contradictorias. Hay que entenderla como la mayoría de historias familiares, como algo fragmentado. Difícilmente alguien te vendrá y te la explique entera, sino que iras cogiendo fragmentos, momentos y detalles, y los irás organizando”, explica.

Desde esa pluralidad, y a su vez ambigüedad, Irene Solà narra en el devenir de un único día sucesivas generaciones de mujeres que habitan hasta la actualidad una masía de les Guilleries, encerradas todas ellas en un hogar que se mimetiza con el entorno y con los recuerdos, siempre partidistas, como la única vía de escapatoria. El pacto con el diablo que determina el porvenir de esta saga lo cristaliza la matriarca, Joana, invocándolo para encontrar marido aunque tenga que matar a un gato y mearse en su tumba.

Solà narra en un único día sucesivas generaciones de mujeres que habitan hasta la actualidad una masía de les Guilleries, encerradas todas ellas en un hogar que se mimetiza con el entorno

A partir de esta peculiar complicidad inicial, la voz narrativa, “casi fantasmagórica, como si fuera un golpe de viento que entra en casa y va pululando”, invade a los personajes y les acompaña para perfilar sus vidas, que se entrelazan párrafo a párrafo, saltando de una a otra, cogiendo velocidad y llegando a compartir líneas. Todo ello, con un vocabulario preciosista que recupera cuentos y tradiciones olvidados, también sus expresiones, poniéndolas por encima de las actuales, haciendo que sean esas las que describan el mundo, pasado y presente, evidenciando las dificultades para poder explicar artilugios contemporáneos como un móvil o un coche.

Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres, escrito antes del boom de Canto jo i la muntanya balla, con más de 100.000 lectores en todo el mundo, es también una novela que desafía la subjetividad hegemónica que se ha transmitido siglo a siglo, poniendo el foco en “aquellas que no protagonizan la historia en mayúsculas ni tan siquiera la mayoría de historias en minúsculas”. “No solo son mujeres”, continúa, “son también viejas, supuestamente feas y están muertas”. Por eso, todo ocurre en el Mas Clavell, porque ellas no tienen la posibilidad de escapar de su interior como hacen ellos, que pueden irse a ver mundo, participar en guerras y vivir aventuras, aunque luego nunca puedan volver, con guiño incluido al mítico Serrallonga. De hecho, Solà sustenta todas las historias en una profunda investigación que parece que nunca acaba, leyendo mucho, hablando con expertos, pisando terreno y viendo vídeos de YouTube, haciendo que, a veces, pese más que la inercia narrativa.

Pese a la magia tenebrosa que rodea a un diablo de mil caras, Irene Solà ha querido que la novela fuera muy corpórea, construyendo una trama llena de contrastes, ya sea entre las versiones de una misma historia que cuenta cada protagonista, o entre el más allá y sus fantasmas, y los olores, las sensaciones, los ruidos y los sabores que empapan cada rincón del Mas Clavell y a sus habitantes. “Describe y habla constantemente de los cuerpos de las mujeres y los animales, también de la casa y el paisaje, de cómo se prepara la comida o las trampas a los lobos, cómo se tortura a alguien y cómo se provoca placer”, relata. Esa presencia omnipresente de lo físico convive sin problemas con lo fantástico, fusionándose, haciendo más irreal lo cotidiano a base de exagerarlo y permitiendo hacer verídico lo imposible.

IRENE SOLA
La autora ha querido que la novela fuera muy corpórea, construyendo una trama llena de contrastes, ya sea entre el más allá y sus fantasmas, y los olores que empapan cada rincón del Mas Clavell. © Àlex García

Y es que, recuerda, en una historia se establece también un pacto entre lector y narrador. “Apagas los sensores de alarma e incredulidad, y, en vez de pasarte toda la novela diciendo “esto no puede ser”, te sumerges dentro, te imaginas lo inimaginable y te crees lo increíble”, remarca. Como si del mismísimo diablo que persigue a Joana y su prole se tratase, Solà plantea una historia que empieza aturdiendo hasta que todo cuadra, dando la llave para que el lector se sienta uno más en ese escurridizo Mas Clavell y conviva con sus mujeres, como si las persiguiera, incluso cuando están a punto de morir, oyendo de muy cerca su último estertor y sumergiéndose en nuevas tinieblas.

Aún no está claro si la melodía que Solà ha aprendido a tocar en Canto jo i la muntanya balla i Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres continuará estando presente en nuevas historias, “tendrá mucho que ver con el momento en el que me encuentre”, pero lo que sí que revela es que ya trabaja en un nuevo proyecto. “Nunca paro. La investigación va abriendo caminos y posibilidades. Pero, con procesos de promoción como el de ahora, tienes que bajar el ritmo, no puedes escribir cada día”, sostiene. Para la editora de Anagrama, Silvia Sesé, que el estilo de una escritora centrado en recuperar la tradición guste tanto, tiene que ver con que trata historias que afectan a todo el mundo, independientemente de su origen: “No aplana diferencias como hace la globalización, por eso sus obras son universales”.