La insólita hipótesis de la uniformidad del Eixample

¿Por qué es catastrófica la burocracia para una ciudad? Principalmente, lo es porque solo los grandes operadores, con muchos recursos y mucho dinero para pagar abogados, arquitectos e ingenieros, pueden permitirse el riesgo económico de presentar un proyecto a todas las revisiones departamentales y de organismos que requieren las ciudades ricas como Barcelona. Y esto tiene consecuencias formales porque la medida de los proyectos aumenta muchísimo, y la diversidad de los proyectistas disminuye. Los profesionales liberales o los pequeños despachos convencionales no pueden permitirse sobrevivir a rehacer cambios sin cobrar las revisiones. Pero más allá de la dimensión profesional, esto también tiene consecuencias en la forma de la ciudad, en lo que se ve y los paisajes urbanos que crea.

Las ciudades de parcela pequeña tienen muchísima más riqueza tipológica, formal y compositiva que las ciudades de parcelación grande. Pensad en las ciudades soviéticas o las grandes hofs vienesas, actuaciones proyectadas y ejecutadas por un solo operador con fachadas homogéneas de decenas de metros: dan miedo escénico.

Hay un ejemplo en el Eixample de Barcelona que permite aventurar cómo habría sido el Plan Cerdà si cada manzana la hubiera promovido solo un solo equipo de arquitectos. Es la manzana CLIP, que tiene este nombre porque está situada entre las calles de Còrsega, Lepant, Indústria y Padilla. Es una manzana prototípica, geométricamente simétrica y conformada por 20 parcelas, 16 de las cuales muy similares y cuatro de forma trapezoidal en las esquinas. Según consta en la ficha de Patrimonio del Ayuntamiento, es un proyecto de la posguerra (1949) para 24 edificios de viviendas adscritas a la ley de viviendas bonificables, para los propietarios Ramon Salada Padrós y José Torruella.

Los 113 metros lineales de calle tienen la misma fachada, la misma profundidad edificable, la misma ventana cuadrada, y la misma distribución: cuatro pisos por rellano, con un ligero retroceso en los áticos. Las cubiertas están todas al mismo nivel, y todas tienen exactamente el mismo uso: están vacías, porque como son comunitarias, y los pisos son de propiedad, nadie se ha puesto de acuerdo para usarlas como espacios vecinales. Hay unas 814 viviendas y unas 1.450 personas empadronadas. Pocas ciudades tienen una densidad vivida tan alta; ¡en esta manzana cabría la población de muchos municipios rurales de Catalunya!

Pero, afortunadamente, la manzana CLIP es una excepción y la mayoría de manzanas del Eixample tienen entre 20 y 25 parcelas que los diferentes propietarios construyeron con proyectos y equipos distintos. Ésta es la diversidad que admiramos hoy, que disfrutamos, y que genera unas cadencias imprevistas, singularidades y tribunas, galerías o detalles de fachadas que nos hacen levantar los ojos hacia arriba, incluso de los móviles.

Para la lógica burocrática, trabajar con un solo proveedor de ideas y un único tramitador de proyectos es un ahorro económico. Para una ciudad, es la pobreza de ideas y la condena de la homogeneidad. Y los barrios, su calidad arquitectónica, también tienen valor económico y patrimonial. A largo plazo, la lógica burocrática resulta corta de miras. Den una vuelta por la manzana CLIP y compárenla con otras manzanas llenas de fachadas modernistas, novecentistas o simplemente de maestros de obras anónimos con oficio, para entender lo que quiero decir.