Los Hermanos Cubero
Los Hermanos Cubero actúan el sábado en el Teatro Coliseum. ©Arnau Rovira

La hora de Los Hermanos Cubero

Con un pie en la tradición musical de Castilla, y otro en el country y el bluegrass, Los Hermanos Cubero han articulado una de las propuestas musicales con más sustancia de los últimos tiempos. Los podremos ver en Barcelona el próximo 1 de mayo, en el contexto de las Nits del Coliseum que organiza el Primavera Sound.

Su fórmula nunca ha sido comercial, pero siempre ha disfrutado de prestigio tanto entre el público folkie como entre la manada indie. Enrique (voz, guitarra) y Roberto (voz, mandolina) son Los Hermanos Cubero, formación que, puestos a ser originales, ha lanzado dos discos en paralelo: el instrumental Proyecto Toribio, donde recorren los pasos del héroe de la música tradicional del Alcarria Toribio del Olmo, acompañados de varios violinistas; y Errantes telúricos, una magnífica colección de canciones interpretadas con Christina Rosenvinge, Amaia, Carmen París, Nacho Vegas y más figuras que saldrán en la conversación.

Los Cubero se presentarán el próximo día 1 de mayo en el contexto de las Nits del Coliseum que se inician hoy, 25 de abril, en el Teatre Coliseum con el revolucionario show Deforme Semanal, y que contarán también con las actuaciones de José González (día 26), Califato ¾ (28), Derby Motoreta’s Burrito Kachimba (29), Triángulo de Amor Bizarro (30) y, ya el 2 de mayo, Mujeres.

— ¿Qué tienen en común estos dos discos más allá del hecho de que en ambos hay colaboradores?

— Se diferencian por el tipo de repertorio, pero realmente son una misma cosa, porque la manera de crear con los violinistas o con los vocalistas ha sido similar. Es el mismo espíritu. Los dos discos forman parte de una sola obra, que son Los Hermanos Cubero.

— Vayamos por partes. ¿Quién era Toribio del Olmo y por qué le habéis dedicado un álbum?

— Un violinista de la primera mitad del siglo XX de Algora, Guadalajara. Su figura no trascendió, porque la música tradicional que se tocaba en los pueblos para hacer el baile y la ronda no sonaba en la radio, no se grababa, y muy pocas veces se documentaba. Pero hay mucho trabajo etnográfico con el que hemos podido trabajar. A partir de unas grabaciones de campo suyas nos capturó el repertorio que hacía, porque hay muchos bailables, agarraos, jotas… también tocaba cosas mexicanas, cosas pop de aquel tiempo que sonaban en la radio. Esto demuestra que la música tradicional no es tradicional por localismo o por tozudez, sino que va absorbiendo cosas. Hubo un día en el que la polka no era música tradicional, era moderna.

— ¿Qué nos decís de los violinistas que os acompañan en este trabajo?

— A todos los conocíamos de antes. La mayoría son de Castilla, gente que tiene muy estudiado el repertorio de dulzaina con violín, que mantiene el fraseo, los picaos… nos interesaba recuperar el repertorio de Toribio con ese sabor. Son músicos más jóvenes que nosotros, que forman parte de un resurgir del violín en el folk muy interesante que se está dando los últimos años.

— Yendo al segundo disco, me llama la atención el título. ¿Vosotros os consideráis errantes telúricos?

— Sí. Nosotros buscamos aquella energía que hay en el subsuelo, bajo el asfalto: aquello telúrico que emana de la tierra. De alguna manera buscamos una esencia y una identidad que posiblemente hemos perdido porque estamos desarraigados. Hace muchos años que vivimos fuera de nuestra tierra, hacemos música tradicional pero no sonamos tradicionales porque no somos tradicionalistas… es nuestra búsqueda particular.

— ¿Estar desarraigado es una ventaja o un inconveniente?

— Es un hecho. El lugar donde estás es el resultado del camino que has recorrido, en el que has dejado unas cosas y has ganado otras. Nos aceptamos como somos. Hace más de veinte años que vivimos en Catalunya. Conservamos algunos amigos en Guadalajara, pero el contacto es tres veces al año. Muchas veces nos hemos preguntando si, viviendo en Guadalajara, haríamos la música que hacemos. Probablemente no, porque en todos estos años que llevamos aquí hemos aprendido y hemos bebido de muchas otras cosas.

Los Hermanos Cubero ha lanzado dos discos en paralelo: el instrumental Proyecto ToribioErrantes telúricos. © Blanca Regina

— Si nos fijamos en la lista de colaboradores de Errantes telúricos, encontramos gente del rock, el pop, el flamenco, el folk, e incluso un violinista de formación clásica como Ara Malikian…

— Es un reflejo de nuestros gustos y de nuestra manera de entender la música. A la mayoría los conocíamos de coincidir en festivales, teníamos una cierta relación y una cierta afinidad. Fuimos a buscar gente que nos gustaba qué hacían, aunque también hicimos algunas propuestas que, por diferentes razones, no llegaron a buen puerto.

— En algunos casos hay sonoridades nuevas para vosotros como el bajo eléctrico o la batería. ¿Alguna de estas colaboraciones os ha obligado a salir de vuestra zona de confort?

— Sí, es que la idea era esta: que nosotros no estuviéramos en nuestra zona de confort, y ellos tampoco. Donde más nos apartamos de nuestro estilo es en Así llegué a Granada —versión de Tom T. Hall con el Grupo de Expertos Solynieve— y en G.U.A.D.A.L.A.J.A.R.A. —con Hendrik Röver y los Míticos GTs—. Cuando sales de tu zona de confort hay un periodo de adaptación que al final acaba siendo un aprendizaje, pero eso no lo hemos afrontado con sufrimiento, sino como un juego que ha funcionado muy bien con todo el mundo. También es verdad que en este disco hay temas que habíamos descartado en trabajos anteriores, como Llama encendida, una canción que nos llevaba a otras sonoridades, y que ahora era el momento de grabar, porque nos ha hecho abrir un poco más, sacarnos fronteras…

Enrique y Roberto Cubero hace más de 20 años que viven en Catalunya. ©Dani Pujalte

— Este tema lo habéis hecho con el gran Rodrigo Cuevas…

— Sí, va muy bien con él porque es una canción muy fogosa, muy pasional. Aporta una cierta exuberancia, una dimensión que nosotros no tenemos, porque quizá somos más retraídos. El papel de Rodrigo en el actual panorama es fundamental, porque está consiguiendo que mucha gente se abra de miras. Es un músico cien por cien tradicional que, sin embargo, también es vanguardia.

— Es muy impactante la Canción para un final, canción para un principio que habéis grabado con Rocío Márquez. ¿Cómo fue?

— Mira, esta es otra canción que ya teníamos hecha hacía tiempo y hemos rescatado. No encajaba mucho en nuestros proyectos anteriores, pero con ella adquiere un significado completo por la manera como la interpreta Rocío y por hacia dónde la lleva. Fue la última canción del disco que pudimos grabar en persona antes de la pandemia. Nos juntamos con ella una mañana, empezamos a probar cosas… y antes de ir a comer –aunque comimos tarde– ya la habíamos dejado grabada, los tres en torno a un micrófono. Antes del confinamiento también pudimos grabar con el Grupo de Expertos y Amaia, y ya en verano verano con Josele Santiago.

Buscamos una esencia y una identidad que posiblemente hemos perdido porque estamos desarraigados

— Hablando de Josele Santiago, da la impresión de que ha habido una compenetración bastante especial con él en tema que cierra el disco, Problemas a los problemas

— ¡Por supuesto! Nos hemos divertido bastante con todo el mundo, pero es verdad que con los que hemos estado físicamente se nota más… Por otra parte, esta canción se presta… Con Rocío nos divertimos mucho, pero el tema que hicimos con ella no es tan abiertamente expansivo como el que hemos grabado con Josele, que es un tio super próximo con quien todo ha sido muy fácil.