El fenómeno Rigoberta Bandini ha sido como una tormenta de verano. Hace algo más de dos años, en febrero de 2020, lanzó su primer sencillo, con un título poco sugerente, Too many drugs. En pocos meses, con el confinamiento y sus sucesivas prórrogas, vendrían Fiesta, Que cristo baje, Cuando tú nazcas, pasando un poco desapercibidos, hasta que llegó In Spain We Call It Soledad, en agosto del primer año de la pandemia. Más cañera, y cuando nadie podía salir de fiesta, marcaba un estilo que culminaría en Perra, el gran éxito de Paula Ribó, al que luego seguirían A ver qué pasa y el ya clásico universal, aunque no eurovisivo, Ay mamá.
Nacida en plena pandemia, descubierta a través de stories y conciertos caseros de cuando uno ni se imaginaba cuando volvería a saltar, sudar y chillar en un Palau Sant Jordi lleno a rebosar como el de este jueves. Rigoberta Bandini ha cosechado un éxito inesperado y meteórico, hasta ha escrito un libro. Todo ello, ha hecho que ya esté “hasta el coño” y se despida de los escenarios un mes después de lanzar su primer álbum, La emperatriz, en el que recupera la mayoría de los sencillos que ya había ido publicando y añade algunas canciones inéditas.
Parece que ha empezado al revés y se ha cansado pronto, pero ha consolidado un público suficiente al que no le importa mucho todo esto. La cantante, sintiéndose ya nostálgica, les ha rendido homenaje empezando con In Spain We Call it Soledad, sabiendo que ahí fue cuando muchos la empezaron a corear. Luego ha incluido Qualsevol nit pot sortir el sol de Jaume Sisa, por si no había quedado clara la bienvenida. Ha seguido con Canciones de amor a ti, título inédito de su primer y último álbum por el momento, dedicada a su hijo, uno de sus temas recurrentes. También han sonado otras canciones flamantes del disco como Tú y yo o Que vivir sea un jardín, así como alguno de sus últimos sencillos, entre ellos, Julio Iglesias y A todos mis amantes, con la aparición incluida de un capgròs que venía a representar a todos los ex.
Jacinto, así le ha llamado Ribó, ha huido despavorido cuando ha aparecido una manada de perras. “Pero si esto está llena de perras”, ha constatado, “y aquí está la perra más grande”, ha dicho, cuando ha irrumpido su prima, Belen Barenys, corista que le ha acompañado durante estos dos años hasta que ha bajado el ritmo por su embarazo. Pero el Sant Jordi és el Sant Jordi y Barenys se ha marcado un rap perruno.
El éxtasis ha seguido, como no podía ser de otra forma, con Ay mamá, con coro incluido. Y la Rigo y su prima han enseñado las tetas, sabiendo que sobre el escenario no hay píxeles que valgan. Después del destape, ha venido el momento fan, haciéndose la moderna y protagonizando un BeReal, aunque ha reconocido que para eso ya se siente un poco boomer.
La segunda sorpresa no se ha hecho esperar. Con Así bailaba, la duda era si aparecería Amaia, que vive en Barcelona. No ha defraudado. El Palau Sant Jordi ha tronado con la versión de una canción que ha envejecido muy rápido de Los Payasos de la Tele. Con la adaptación de Amaia y Rigoberta Bandini, la que nos hubiera ido mejor escuchar de pequeñas, se ha bailado y se ha saltado la comba, calentando para el final. La cantante barcelonesa ha querido acabar volviendo a los orígenes más auténticos, despidiéndose de su ciudad con la canción de Caillou con la que se estrenó en el mundo musical de pequeña y Too many drugs, la primera que ya fue exclusivamente suya. Ha sido entonces, cuando sus vecinos se han dado cuenta de que habrá que esperar para volverla a ver, pero, conociéndola, no será mucho.