El escritor Ernesto Mallo
El escritor Ernesto Mallo, que ha publicado recientemente 'Perro viejo' (Siruela).
EL BAR DEL POST

Ernesto Mallo: Literatura que no prescribe

“Soy alguien que ha vivido muchas vidas. He hecho de todo: teatro, pintura, periodismo, marido, ex-marido, novelas, obras de teatro, guiones de cine, seis hijos, organicé eventos, delincuente político y falso abogado, entre muchas otras cosas que sólo nombraré cuando la pena haya prescrito”. El escritor Ernesto Mallo no pestañea mientras describe, casi sin tomar aire, todo este historial. Acodado a la barra, saborea una San Pellegrino —la “mejor agua mineral del mundo”— mientras las Gymnopédies de Satie llenan la mañana con sus notas y, sobre todo, sus silencios.

La vida de actividad febril, contestación frente a los poderes y una querencia por meter el dedo en llagas peligrosas de este argentino afincado en Barcelona ha tenido muchos puntos de inflexión, “desde mi propio nacimiento o el de Camila, mi hija mayor, hasta la noche en que me dispararon, o el encuentro que tuve con Tadeusz Kantor en Caracas”. En los 70 y 80 despunta como dramaturgo con obras como La vacuna o Siete cuadros. Ha sido taxista, periodista, contrabandista, librero y quién sabe qué más, “hasta que llegó el corralito, que me dejó sin trabajo y comencé mi carrera como novelista”. Una circunstancia que, en este caso, miles de lectores aplauden unánimemente.

Once títulos de novela, dos ensayos y un buen número de premios y nominaciones, como el Memorial Silverio Cañada de Gijón o el Alfaguara de Novela, lleva atesorados desde 2006. Su personaje más célebre, el comisario Lascano, justo acaba de volver con Perro viejo (Siruela), donde el policía, ya viejo, lucha contra la desmemoria (suya y no sólo), en un tomo donde un crimen sirve para hablar del poder, de la política, de la codicia. De lo que somos, en los peores términos. Pura novela negra que el autor presenta esta misma tarde, cuando liquide la San Pellegrino y las raciones que ha pedido, en la BCNegra.

“Para que la humanidad deje de sufrir, debe dejar de trabajar tal y como se plantea el trabajo”, defiende

Una literatura que por suerte no prescribe, y “que hurga en los recovecos negros del alma humana”, sorprendiendo cada día al escritor sobre “lo perversos que podemos ser los humanos: esas cosas malas para las personas, pero buenas para la literatura. La inagotable imaginación de los políticos y los poderosos para hacer el mal”, explica el parroquiano, que se siente especialmente afortunado “por haber sobrevivido contra todo pronóstico, pues la mitad o más de mis amigos de infancia y juventud no lo consiguieron”.

El hombre que trató de no trabajar

A la faceta de novelista y ensayista, Ernesto suma la de activista e impulsor literario. “He sido el fundador de BAN!, el festival de novela policíaca de Buenos Aires, que me permitió promover a una buena cantidad de autores y divertirme muchísimo haciéndolo”. También ha sido promotor del Zeitgeist Barcelona, un encuentro que concitaba a profesionales, empresarios, líderes políticos y sociales, artistas y escritores para debatir sobre el espíritu de los tiempos.

—No paras nunca de trabajar, ¿eh?

El escritor alza las manos, como diciendo alto ahí, y toma la palabra: “Yo no trabajo, lo hice en muy pocas ocasiones y siempre me arrepentí. Amo lo que hago, me divierto con ello y lo recomiendo, pero creo que nadie debería trabajar. El trabajo es otro nombre de la esclavitud, es la fuente de todo el mal. Guerras, hambrunas, injusticia… todas las miserias del mundo derivan de una u otra manera del trabajo o de un mundo diseñado para trabajar”. 

—Pero, te diviertas haciéndolo o no, lo tuyo no deja de ser un trabajo.

El parroquiano no lo ve en estos términos. “No estoy diciendo que debamos dejar de hacer cosas, sino construir una nueva manera de vivir y de relacionarnos. Promover una convivencia lúdica y artística. Vivir la vida como un juego, porque hay más cosas en el juego de las que cree nuestra razón. Todo lo aprendimos jugando. Debemos convocar una aventura colectiva de alegría generalizada y de una libre y exuberante interdependencia. Para que la humanidad deje de sufrir, debe dejar de trabajar tal y como se plantea el trabajo más allá de esa dimensión lúdica y creativa”.

El escritor Ernesto Mallo
El novelista Ernesto Mallo, que participa en el festival literario BCNegra.

La ciudad donde a la cuarta fue la vencida

En 2015, el añorado Paco Camarasa invitó al parroquiano a participar a la BCNegra que por entonces organizaba él. “El día que llegué fui a la legendaria librería Negra y Criminal en la calle de la Sal. Allí conocí y me enamoré de una catalana, y ella de mí. Una sorpresa, pues luego de tres matrimonios me había convencido de que ese trabajo no era para mí”, explica. 

—A la cuarta fue la vencida, entonces.

“Sí —ríe—, pero más grande fue la sorpresa al enterarme de que la dama en cuestión era comisaria de los Mossos d’Esquadra. Pasé gran parte de mi juventud combatiendo con las fuerzas del orden de distintas dictaduras, muchas veces con las armas en la mano y, tras tantos años peleando con la policía, ya ves, terminé durmiendo con una”.

Ernesto Mallo tiene una relación de amor-odio con Barcelona, “pero la verdad es que hay un muy buen estándar de vida”

Desde entonces, el escritor Ernesto Mallo vive en Barcelona. “Esta ciudad y Catalunya lo tienen todo: paisajes extraordinarios de mar y montaña, excelente comida de todo el mundo, el mejor clima de Europa, hombres y mujeres guapísimos, arquitectura exquisita, bajos niveles de pobreza, rincones y pueblos de ensueño a cada paso, museos, arte, música, bibliotecas. De todo!”.

—Qué raro que no le veas las muchas pegas que tiene.

Ernesto Mallo liquida su agua con gas y en su rostro se dibuja una mueca de incredulidad:

—Yo tengo una relación de amor-odio con la ciudad, pero la verdad es que aquí hay un muy buen estándar de vida. Y, sin embargo, es frecuente encontrar a gente que tiene estampada su cara de culo… ¿¡De qué se quejan!?