Una inusual quietud reina en la Barceloneta. Es demasiado pronto para algunos y demasiado tarde para otros; para unos pocos, es la hora ideal para un temprano baño matutino, o la desdichada hora de acudir ya al trabajo tras las vacaciones. En medio de esta calma, decenas de personas se desplazan hacia los muelles, y van más allá incluso de la silueta del Hotel W, hasta llegar a una nave de más de 4.000 metros cuadrados: es la base del Luna Rossa Prada Pirelli, el equipo italiano que quiere hacerse con la Copa del América.
En el interior de la base, no queda nada de esa calma. Unas 140 personas trabajan en el Luna Rossa: muchos de ellos forman parte del equipo desde la pasada edición de la Copa del América, disputada en 2021 en Auckland, mientras que otros se han ido sumando desde entonces, como explica el gerente de logística del equipo, Giulio Giovanella. Entre quienes trabajan en la base se incluyen, cómo no, los regatistas de la categoría total y de la femenina y juvenil, y también los imprescindibles ingenieros y diseñadores de los que depende el barco con el que navegarán, en una competición que es tan náutica como tecnológica.
“En el equipo de diseño, somos un grupo bien estructurado que trabaja colaborativamente”, relata el ingeniero náutico Gabriele di Trapani. En su segunda Copa del América, su principal cometido se centra en el diseño del foque: la vela triangular que se sitúa delante del mástil. Su tarea ejemplifica el nivel de especialización de los miembros del equipo de diseño, aunque recalca que su posición “es algo polifacética” y le permite diseñar y gestionar otros componentes y proyectos.
A Di Trapani le gusta llegar pronto a la base: “Mi rutina varía ligeramente dependiendo de la fase de la competición, pero generalmente prefiero llegar temprano, organizar las tareas diarias y lanzarme directamente al trabajo, para asegurar un día productivo”. Y es que las jornadas son largas, y a menudo incluso sobrepasan la hora de cenar. Afortunadamente, la base dispone de “una cocina bien organizada que prepara comida deliciosa: es casi como comer en casa”.
El propio equipo de ingeniería fue el encargado de diseñar el interior de la base. Dotada de paneles fotovoltaicos en su cubierta, los espacios en los que se prepara el equipo italiano cuentan con gimnasio, áreas técnicas y oficinas, además de la zona de hospitality y de la cantina y cocina de inspiración italiana que tanto gusta a Di Trapani. La base y la destreza del equipo ha ido evolucionando al mismo tiempo que lo ha hecho su entorno, que se ha transformado urbanísticamente durante los últimos años, con la apertura del paseo del rompeolas, miradores y la Nova Bocana. En las últimas semanas, además, la base ha ganado en conectividad: el flamante bus náutico la conecta en diez minutos con Drassanes desde una estación ubicada a pocos metros de la base.
Como en el caso de los ingenieros, el día también empieza pronto para los regatistas, con una sesión de entrenamiento matutino que arranca no más tarde de las ocho y media. Después, el desayuno: “Yogur, fruta y frutos secos”, como detalla Andrea Tesei, integrante del equipo. La rutina suele ser la misma todos los días: después de reponer energía con un desayuno saludable, es hora de la sesión teórica para los regatistas, en la que analizan información y datos de sus entrenamientos para mejorar su rendimiento y manejo del barco, así como su comunicación.
Y es que la comunicación entre los miembros del equipo es clave para tratar de hacerse con la conocida como Jarra de las Cien Guineas. Ocho tripulantes van a bordo de los barcos voladores —conocidos técnicamente como AC75—, y la coordinación entre ellos debe ser lo más estrecha posible. Cada uno tiene su función, incluida la de manejar el timón y la insospechada de pedalear: es el caso de los grinders, que se encargan de generar la energía del sistema hidráulico mediante pedales giratorios. Tesei ocupa la posición de trimmer, que se dedican a ajustar los foils y las velas continuamente, para adaptarlos al viento y a las olas con el fin de desplazarse lo más rápido posible, a velocidades que pueden alcanzar los 90 kilómetros por hora.
Las sesiones diarias de navegación de Tesei y sus compañeros se alargan entre tres y cuatro horas. Empiezan normalmente poco después del mediodía, cuando el viento es más favorable para entrenar —de hecho, las regatas de la competición empiezan a las dos del mediodía. Después de la larga sesión en el mar, llega el turno de poner en común las impresiones del entrenamiento: “Recopilamos todos los comentarios sobre la navegación para que los diseñadores y entrenadores nos ayuden a mejorar al día siguiente”, relata Tesei, que destaca que el campo de regatas ante Barcelona “es muy diferente a los anteriores a causa del tipo de olas”. Ante este reto, “será muy interesante ver las diferentes soluciones de diseño adoptadas por los distintos equipos”.
El trimmer termina su jornada volviendo en bici a casa. En su caso, se trata de un alojamiento que comparte con miembros del equipo, mientras que otros integrantes del Luna Rossa están instalados con sus familias en alojamientos propios. “Muchos de los miembros del equipo se desplazaron a Barcelona con sus familias, y seleccionamos los alojamientos dependiendo de las necesidades específicas de cada uno. En general, todos estamos bien posicionados y no lejos de la base”, detalla Giovanella.
El gerente de logística del equipo pone en valor el dinamismo de Barcelona, “una ciudad única, viva, alegre, rica en historia y cultura y con un estilo de vida que no dista demasiado del italiano, lo que hace que todo sea más fácil”. Di Trapani comparte su entusiasmo por la capital catalana, que ya había visitado anteriormente pero en la que nunca había trabajado: “Es la primera vez que experimento la ciudad desde una perspectiva profesional, y creo que estamos trabajando en una de las mejores ciudades del mundo”.
Sin embargo, el entusiasmo no es tal como para querer repetir en la ciudad, y es que “en la Copa del América es el ganador el que pone las reglas y el que organiza la siguiente edición”, como recuerda Tesei. Y lo que quieren los italianos es ganar la competición y, cómo no, disputar la próxima edición en Italia, como remarca Di Trapani: “Aunque me encanta Barcelona, deseo sinceramente que la próxima Copa del América sea en Italia. ¡Cruzamos los dedos!”.
Y hacen algo más que cruzar los dedos: después de que en la pasada edición fueran el equipo que se disputó la final con los neozelandeses —con tres victorias italianas frente a las siete de los kiwis—, el Luna Rossa sabe muy bien qué hacer. “Somos un equipo de regatistas profesionales, muchos de nosotros tenemos varias campañas de Copa del América a nuestras espaldas, por lo que sabemos exactamente cuál es nuestro trabajo y cómo hacerlo”, reivindica el gerente de logística de los italianos, que fueron segundos en una competición en la que formalmente no hay segundo. “Estamos muy satisfechos con el equipo, el barco y el programa de I+D, y ahora es el momento de enfrentarnos a nuestros oponentes”.