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Durante una época, el tema de la elegancia y del estilo me preocupó bastante. Por la calle detectaba inmediatamente a la gente bien vestida e intentaba analizar qué era lo que les hacía más elegantes o estilosos que a los demás. También compraba revistas de moda francesas y disfrutaba enormemente mirando las fotos y leyendo los artículos: debo decir que en Francia hay periodistas serios y muy talentosos especializados en moda, lo que no ocurre en todas partes. Me disgustaba ir con gente mal vestida y me parecía incomprensible que algunas de mis amigas no disfrutasen yendo de compras y disfrazándose delante del espejo. Incluso durante un tiempo tuve un blog de moda que gozó de cierta fama. Las entradas sobre elegancia masculina estaban a menudo entre las más celebradas. Poco a poco me fui aburriendo, pero si algo aprendí durante esa época juvenil y un poco frívola es que la elegancia masculina —como la femenina— no es una cuestión física sino mental.
Un hombre elegante lee. Un hombre elegante es generoso y lleva ropa vieja. Un hombre elegante no vocifera en Twitter. Un hombre elegante no usa tirantes ni chalecos, a no ser que sea un hombre elegante corpulento.
Un hombre elegante lee. Un hombre elegante es generoso y lleva ropa vieja. Un hombre elegante no vocifera en Twitter. Un hombre elegante no usa tirantes ni chalecos, a no ser que sea un hombre elegante corpulento. Los tirantes y los chalecos son las dos únicas prendas que les quedan mejor a los gordos que a los flacos. Un hombre elegante suele ser inteligente, la tontería no es nada chic. Un hombre elegante no hace experimentos con su barba ni con sus patillas. Un hombre elegante ha leído a los novelistas rusos. Un hombre elegante no habla —más— de nacionalismo. Un hombre elegante sabe cambiar la rueda de un coche, sabe hacer arroz a la cubana y no les tiene miedo a los perros. A un hombre elegante le gustan los niños. A un hombre elegante le gustan las mujeres. La mayoría de los heterosexuales afirma adorar a las mujeres, pero no es cierto: en realidad se sienten más cómodos entre hombres. Un hombre elegante tiene amigas.
Un hombre elegante ha leído a Proust. Un hombre elegante jamás come barritas energéticas. Un hombre elegante gasta más en libros que en ropa. Un hombre elegante sabe remangarse la camisa, literal y figurativamente. Un hombre elegante no se hace selfies. Un hombre elegante no lleva joyas y tiene sentido del humor. Albert Camus, Samuel Beckett, Miguel Delibes, Ernest Hemingway y Vladimir Nabokov eran hombres elegantes. Si no saben qué ponerse para resultar elegantes, imítenlos, o mejor todavía: léanlos.
Durante una época, el tema de la elegancia y del estilo me preocupó bastante. Por la calle detectaba inmediatamente a la gente bien vestida e intentaba analizar qué era lo que les hacía más elegantes o estilosos que a los demás. También compraba revistas de moda francesas y disfrutaba enormemente mirando las fotos y leyendo los artículos: debo decir que en Francia hay periodistas serios y muy talentosos especializados en moda, lo que no ocurre en todas partes. Me disgustaba ir con gente mal vestida y me parecía incomprensible que algunas de mis amigas no disfrutasen yendo de compras y disfrazándose delante del espejo. Incluso durante un tiempo tuve un blog de moda que gozó de cierta fama. Las entradas sobre elegancia masculina estaban a menudo entre las más celebradas. Poco a poco me fui aburriendo, pero si algo aprendí durante esa época juvenil y un poco frívola es que la elegancia masculina —como la femenina— no es una cuestión física sino mental.
Un hombre elegante lee. Un hombre elegante es generoso y lleva ropa vieja. Un hombre elegante no vocifera en Twitter. Un hombre elegante no usa tirantes ni chalecos, a no ser que sea un hombre elegante corpulento.
Un hombre elegante lee. Un hombre elegante es generoso y lleva ropa vieja. Un hombre elegante no vocifera en Twitter. Un hombre elegante no usa tirantes ni chalecos, a no ser que sea un hombre elegante corpulento. Los tirantes y los chalecos son las dos únicas prendas que les quedan mejor a los gordos que a los flacos. Un hombre elegante suele ser inteligente, la tontería no es nada chic. Un hombre elegante no hace experimentos con su barba ni con sus patillas. Un hombre elegante ha leído a los novelistas rusos. Un hombre elegante no habla —más— de nacionalismo. Un hombre elegante sabe cambiar la rueda de un coche, sabe hacer arroz a la cubana y no les tiene miedo a los perros. A un hombre elegante le gustan los niños. A un hombre elegante le gustan las mujeres. La mayoría de los heterosexuales afirma adorar a las mujeres, pero no es cierto: en realidad se sienten más cómodos entre hombres. Un hombre elegante tiene amigas.
Un hombre elegante ha leído a Proust. Un hombre elegante jamás come barritas energéticas. Un hombre elegante gasta más en libros que en ropa. Un hombre elegante sabe remangarse la camisa, literal y figurativamente. Un hombre elegante no se hace selfies. Un hombre elegante no lleva joyas y tiene sentido del humor. Albert Camus, Samuel Beckett, Miguel Delibes, Ernest Hemingway y Vladimir Nabokov eran hombres elegantes. Si no saben qué ponerse para resultar elegantes, imítenlos, o mejor todavía: léanlos.