Fermín Villar es un apasionado de la Rambla y de toda Ciutat Vella, hasta el punto de que parece conocer el nombre y apellidos y marca de ropa interior de cada uno de sus habitantes. Él procura, a través de la asociación Amics de la Rambla, la síntesis de varios mundos: dicen que hay realidades que deberían darse bofetadas, pero él intenta demostrar que la vía de la colaboración es la única posible.
No puede aguantar los dogmatismos, pero tiene la ventaja de haber vivido en la propia piel los dramas que puede provocar el excesivo postureo. Nunca acabarías la conversación, tiene para hacer diez libros, y suelta más de una frase lapidaria. Así da gusto: los titulares, a la primera.
— ¿La Rambla está en decadencia?
— La Rambla es un reflejo de nuestra sociedad.
— ¿Pero no tiene un problema en especial, La Rambla?
— Te respondo lo mismo: la Rambla refleja las tensiones sociales de cada momento, incluso de cada siglo. La Rambla alerta sobre lo que puede ocurrir en el resto de Barcelona. ¿Qué ocurre ahora con la polémica del Plan de Usos del Eixample? Nosotros ya lo vivimos antes: dado que no se puede controlar con agilidad la actividad comercial, los incumplimientos son difíciles de perseguir y entonces es cuando tenemos el problema. Un problema que no se soluciona prohibiendo.
— ¿Cómo se soluciona?
— Siendo proactivos. Primero, no tener miedo a recuperar el espacio público. Y controlar el espacio público no significa establecer una dictadura, ni ilustrada ni de ningún tipo, sino simplemente poder pasear por la calle sin que te vendan latas de cerveza. Y segundo: trabajar juntos.
— ¿La colaboración público-privada?
— Yo añadiría un tercer agente: el Tercer Sector, que por algo se llama “tercero”. Mira, el privado es el agente que conoce la realidad y ya sólo por eso debe ponerse a disposición del sector público, que es quien tiene la norma y el control. Y luego cabe integrar al Tercer Sector, que no es sector privado, por mucho que jurídicamente tenga forma de fundaciones o asociaciones.
— Las entidades sin ánimo de lucro.
— Me da risa, lo de “sin ánimo de lucro”: quizá no tienes ánimo de lucro, pero tampoco pagas tantos impuestos como los privados empresariales, y por tanto no contribuyes tanto a las arcas públicas. Y ya está bien así, cada uno en su rol y colaborando.
— Póngame un ejemplo de colaboración entre los tres.
— Tot Raval. Es una fundación integral, conformada por Niños del Raval, el Liceu, los Amics de la Rambla, el MACBA, los hoteleros… ¡Y nos entendemos para impulsar proyectos! Cuando hay que hacer cosas en serio, una entidad así ayuda mucho. O por ejemplo, la red que se formó para evitar que las paradas de floristas vacías no tuvieran ninguna utilidad: Tot Raval hizo de paraguas de la operación, la Escola del Floral aportó profesores, el gremio de floristas aportaron la materia prima, Impulsem aportó personas que buscan trabajo… Resultado: han salido ocho floristas bien formados y unas paradas cerradas han podido tener una función formativa. El gremio encantado, Impulsem ha encontrado salidas laborales a personas que buscaban trabajo, y nosotros como Amics de la Rambla hemos cumplido con nuestra razón de ser. Quiero decir que, respondiendo a la pregunta inicial, no: no estamos en decadencia.
— ¿Entonces por qué se dice tanto que la Rambla lo está?
— Porque la sociedad sí quizás lo está. Estamos frente a la laguna de Narciso: La Rambla es el espejo de nuestra sociedad, nada más. Y nada menos.
— ¿El modelo no falla, pues?
— Si queremos otro modelo, pongámonos todos. No es necesario criticar a la administración todo el día, ni tampoco criticar que haya entidades que quieran hacer dinero. ¡Claro que quieren hacer dinero! Aquí lo importante no es esto, lo importante es ponerse en el lugar del otro. Es como cuando hablamos de inmigrantes, o de turistas: ¿dónde está la frontera?
— La Rambla tiene mucho de los dos.
— ¿Pero cómo los distingues? Jurídica y administrativamente, ¿dónde está la raya? Porque ésta es exactamente la raya de la deshumanización. O por ejemplo, cuando hacemos tanta distinción entre trabajador y empresario: ¡pero si sin empresa no hay trabajador!
— Un turista no se plantea trabajar aquí.
— Los “expats” sí, que quieren trabajar, ¿verdad? ¿Y sabes qué pasa? Pues incluso la gente recién llegada más humilde “pringa” mucho, pero al mismo tiempo tiene muchas oportunidades para abrir negocios. ¿Y sabes por qué? ¡Pues gracias a la actividad turística!
— Desarróllalo.
— El comercio turístico da más solidez a estos recién llegados que el comercio de barrio, y gracias a ello pueden enviar mucho dinero a casa. Sesenta euros son mucho, en según que países pobres. Existe el caso de un chico que conozco, que se ha podido empadronar en el mismo supermercado en el que trabaja. Esto se debe a que se han eliminado obstáculos burocráticos, y es un avance. O conozco a otro que hace de intercambiador comercial, de relaciones públicas entre personas y comercios, porque lo conoce todo. También hay un serbio que se dedicaba a realizar caricaturas con tijeras, y que ahora tiene un piso turístico en propiedad. La gente se busca la vida. Hay actividades no regladas, ciertamente, pero debemos tener en cuenta que nuestro primer top manta fueron los floristas ambulantes no autorizados. Justamente la existencia de las floristas de la Rambla permitió ordenar la actividad, convirtiéndose en el primer mercado de la flor de Catalunya. Pues eso es lo necesario: poner orden, para no encontrarse vendedores ambulantes de latas de cervezas, y también para encontrar una salida digna a todo el mundo.
— ¿Qué se ha hecho del top manta?
— Que lo hemos arreglado.
— ¿Cómo?
— Se descontroló durante el primer gobierno Colau, y se ha arreglado durante el segundo. Todos hemos aprendido que los mensajes son muy importantes: no se puede desautorizar a la policía, porque entonces los delincuentes se aprovechan de ello. Y es necesario saber que el verdadero delincuente no es el mantero, sino el importador de productos ilegales. Esto en su día se descontroló, y nosotros montamos la Plataforma de Afectados por el Top Manta, que lideró el cambio. ¿Cuál era el nuevo mensaje? Pues que no hay personas ilegales, existen actividades ilegales. Hicimos mucho ruido y se nos unió todo el mundo: los castellers, los vecinos de la Barceloneta, la Federación de Ópticos, entidades culturales y de ocio… Entonces algún diputado del Parlament quiso contrastar nuestras reclamaciones de orden con la existencia de inmigrantes con pateras, y yo estas hipocresías no las aguanto. No son ciertas, no es cierto que poner orden sea incompatible con el sentido social. Es justo lo contrario. En la segunda legislatura, Albert Batlle consolidó el mensaje necesario: que esto no sólo se podía resolver con policía. Porque no se trataba de detener, sino de avisar, y de buscar salidas laborales y sociales a todo el mundo.
— ¿Y cómo encontraron estas salidas?
— Evidentemente, a través de los empresarios. Y los comerciantes. Ahora algunos de ellos montan y desmontan el Sònar, por ejemplo. O hay una que ha abierto una tienda de ropa africana, aunque inicialmente en un barrio que no era el ideal. Etcétera.
— ¿Cuál es, ahora, el principal problema de La Rambla?
— Como te decía, la inercia es la pérdida de control del espacio público. Tú generas una oferta comercial acorde con el visitante que tienes, y viceversa. No se trata de gentrificación, sino de expulsión: al fin y al cabo son los propios vecinos de la Rambla los que se venden los pisos, ¡no me fastidies! Pero si lo que promovemos son coffee shops, y otro coffee shop, y otro coffee shop, y clubs cannábicos ilegales, y lateros ambulantes, y despedidas de soltero y traficantes de droga, acabamos teniendo el turista que tenemos. ¡El turismo de calidad no es el que gasta, sino el que respeta!
— Buena, ésta.
— Fíjate en que “calidad” es precisamente un concepto no cuantificable. Y mientras vamos fijándonos en cuánto gastan, ¡no nos damos cuenta de que deberíamos concentrarnos en cómo gastan!
— Todo es cuestión de mensaje, pues.
— El mensaje que das, exactamente. El problema no es la tienda, sino el importador irregular, y entonces es lógico que te vayas encontrando por La Rambla camisetas con Blancanieves esnifando coca.
— ¿Qué mensaje hay que dar entonces?
— Mira: cuando bajas a la Terminal 1 te encuentras carteles promoviendo el Moco Museum pero ninguno avisando a los turistas de que la venta ambulante de cerveza es ilegal. No queremos turismo de borrachera, pero tampoco queremos sólo turismo de millonarios: ¡Obama vino a Barcelona con mochila porque había una pensión, no porque hubiera un gran hotel! Sin pensión no había Obama con mochila.
— O sea que La Rambla avisa.
— La Rambla avanza lo que va a pasar en la ciudad, y es un espejo de la sociedad. Más que un espejo, es un oráculo. La Rambla tiene una gran tirada a nivel global, y ha tenido que pasar una pandemia global para que nos diéramos cuenta. No son sólo los hoteleros los que piden que vayamos, ¡son todos los trabajadores!
— ¿Todas las ciudades europeas se están convirtiendo en clónicas?
— Las tiendas de lujo sí, los coffe shops también, pero fíjate: aquí tenemos cuatro kilómetros y medio de playa junto al centro. Hay que construir vivienda pública de forma ágil, para que la gente pueda ir a vivir. Es necesario regularizar los volúmenes disconformes, para que los propietarios puedan alquilar los pisos y no venderlos. ¡Hay que facilitar a la vida a los vecinos, para que no se vayan! Aparte de que aquí tenemos una gran variedad de oferta de productos, una gran variedad gastronómica, unos precios competitivos… Ah, y además, hacemos vida en la calle. No, no: nada de clónicos.
— ¿Por qué el barcelonés estándar no quiere vivir en Ciutat Vella?
— Vives durante un año o dos, y después te cansas. Sobre todo cuando eres muy joven. Quienes se quedan son militantes del tema: son flexibles con el turismo, no son “anti” en absoluto, sólo que quieren vivir en paz. Quieren poder dormir. Los pisos de Apartur, por ejemplo, ahora ya tienen medidores de sonido. ¡No grite! ¡Eso es una ciudad, no un parque de atracciones!
— “Pretend it’s a city”.
— Exacto. Un piso turístico no es más que un espacio al que quiere ir una familia a vivir durante diez días como una familia, no como clientes de hotel. Basta con ordenarlo, y facilitar las cosas a los vecinos: tener un piso en Ciutat Vella es caro en términos de mantenimiento, porque muchos están catalogados. ¿Ya lo tienen suficientemente presente?
— Es un barrio demasiado excepcional.
— A mí que no me vengan con si somos clónicos. Las Drassanes. Las columnas del templo de Augusto. El Consolat de Mar. El mosaico del Pla de l’Os. ¡Si somos la hostia!
— ¿Qué te parece que reformen la Via Laietana para hacerla menos transitable en los coches?
— A diferencia de la via Laietana, la Rambla históricamente nunca fue un eje de tráfico. Es lo que es, una rambla, una riera, un paseo. La Via Laietana, en cambio, se hizo precisamente para poder circular por Ciutat Vella de punta a punta, para superar las murallas que existían. Y ahora ve a preguntar al restaurante 7 Portes, que está preocupadísimo, porque los clientes le dicen que querrían venir, pero que se lo han puesto tan difícil que pasan. El riesgo que corremos es ahogar a la Barceloneta. Representaba que los turistas eran los malos y ahora justamente los que expulsamos no son los turistas… sino los barceloneses.
— ¿Qué alternativa hay?
— Evidentemente que debe ser una vía de 30 kilómetros por hora, pero no ahogar su circulación. Y potenciar los parkings de la Catedral, del Moll de la Fusta, de Cambó… El famoso parking vertical de La Rambla, también lo tenemos infrautilizado. Ahora mismo el caso es que es más fácil ir al 7 Portes en taxi desde el aeropuerto que desde el Eixample. Si nos olvidamos, lo ahogaremos todo: ¿La Rambla debe combinar en el mismo carril bicicletas y autobuses? ¿Y también los camiones de la basura? Francamente, no lo veo claro.
— Y, sin embargo, La Rambla sobrevive a los cambios.
— Quédate con esto: la vida llega a Barcelona por la Rambla. La gente recién llegada llega por ahí. Los buscavidas siempre han venido de la Rambla. Amics de la Rambla se fundó en los años 60, y veinte años después la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona se basó en asociaciones existentes como la nuestra. Después todo ese movimiento de asociaciones vecinales se desnaturalizó, se vició y algunas de ellas incluso se politizaron… pero nosotros nos mantenemos con la misma filosofía: si es bueno para el empresario, pero no lo es para la vecina, no lo necesitamos. Y viceversa: si es bueno para el vecino, pero demasiado malo para los comerciantes, tampoco nos vale.
— Difícil combinarlo.
— En absoluto. Es necesario que nos pongamos algo en la cabeza: los lobbies no sólo están formados por empresarios ricos. Hay lobbies que unen la riqueza y las necesidades sociales y ciudadanas. ¿Sabes Lluís Sans, el de la tienda Santa Eulàlia?
— Claro.
— Mírale bien y verás a un activista. Todo lo que hace para mejorar el Paseo de Gràcia lo hace en horas libres, y no pensando sólo en el dinero. El activismo es cosa de todos, y cuando nos ponemos todos de acuerdo, cuando sabemos ponernos en la piel del otro, es cuando las cosas funcionan.