EL PERFUMISTA RAMÓN MONEGAL, CUARTA GENERACIÓN DE LA FAMILIA FUNDADORA DE MYRURGIA.

Ramón Monegal: “El perfume tiene el poder de emocionar y revivir situaciones, lugares, personas”

Artesano de la imagen olfativa, perfumista de autor, académico de número, Ramón Monegal bucea en las más antiguas culturas y construye sus aromas de estructura amaderada. Lo que más le preocupa es enseñar el significado que transmite cada olor, que solo los animales perciben, creando para ello un lenguaje y una literatura inexistentes. Es el heredero rebelde de la más sólida saga de perfumistas, Myrurgia, 1916.

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ecluido allí donde la costa mira altiva al mar. Cap de Creus. “Aprovechando la tranquilidad que nos brindan estos tiempos duros”, reconoce. Modernizando el olor del cuero de España, afanado en “reinterpretar este aroma, que no es una esencia, de un modo más actual; más seco y terroso, soleado de vainilla y con una nota de ámbar”. ¿Soleado? “La vainilla te acaricia, como el terciopelo, te contagia el efecto del sol, su calor, que es mi batería”. Vainilla (en rama negra) amarillo sol, que al caso es indiferente por que Ramón Monegal es daltónico.

El cuero tiene el olor de una segunda piel, transmite protección. La protección que (queriéndolo o no) buscamos en estos momentos de inseguridad. Pensemos en las corazas de cuero repujado de los romanos”.

Perfumista congénito, nariz de la Academia del Perfume entre sus diez académicos de número, sillón Iris de Florencia, razón: “El perfume anuncia la presencia y persiste en la ausencia. Tiene el poder de emocionar y hacer revivir situaciones, lugares, personas”. Ramón Monegal (Barcelona, 1951), cuarta generación de los productores de Myrurgia, que en 1916 nació de la fusión de un artista noucentista (Esteve Monegal) y una visión empresarial. Él, bisnieto, creador apasionado, que en 2009 se rebela contra la industria y decide recuperar al perfumista de autor, el alquimista que transmite emociones desde su sensibilidad y su laboratorio, inventor, artesano de la idea y el perfume.

La familia Monegal se considera una auténtica guardiana de la cultura del perfume.

Huele a infancia el Cap de Creus de Monegal, el lugar que ya fuera de su abuela. “Huele a algas y a sol, un olor asociado al buen tiempo y los buenos momentos”, el verano de la infancia, lugar donde uno fue feliz o lo soñó. ¿Entrado ya el otoño? “Entonces asciende de la tierra un olor húmedo, que se mezcla con el hinojo y el romero de esta orilla mediterránea. Cuando paseo me gusta meterme en la boca una rama pequeña y bonita de hinojo, es espectacular; ya lo hacía mi madre”. Hablamos también de sabores, inevitable, porque se acerca la hora del almuerzo de mediodía. Pescado marinado, crudo y atravesado de especias, tierra y plantas aromáticas.

Pero afanado está sobre todo Ramón Monegal en dejar escrito su saber, contarlo. Prepara un libro, El Lenguaje del Perfume (como guía del olor), y se pregunta: “¿Por qué no hay literatura del olor, cómo es posible que nada se haya divulgado del significado de los olores siendo éste uno de los sectores que más ha invertido en publicidad?” Oler un perfume sin comprender su lenguaje es para él como leer un haiku sin poder descifrar los caracteres japoneses, “solo si lo traduces puedes entenderlo, saber si te emociona, si te sirve o no”. Como contemplar una obra de arte sin querer desvelar su mensaje: “Del arte no puedes decir me gusta, no me gusta; no, el arte transmite emociones o no”.

Del arte no puedes decir me gusta, no me gusta; no, el arte transmite emociones o no

El olor existe porque comunica emociones. Todo está en la naturaleza, y la naturaleza huele porque comunica, y los animales lo entienden. Si a un animal le privas de olfato, no sobrevive”. Pero el hombre, no; “nada sabemos de olores, hasta nuestro propio olor desconocemos”.

El perfumista encuentra su inspiración en los ingredientes que proporciona la naturaleza.

El perfume que Ramón Monegal “inventa” en este tiempo de coraza empieza ahí, en la naturaleza. “Observo la naturaleza e intento descifrar el significado de sus olores: la tierra transmite enraizamiento; la madera, seguridad, y las flores, seducción. Primero llego a la idea que quiero comunicar (la coraza romana, por ejemplo); luego busco, escojo los ingredientes para transmitirlo, y finalmente, aplico la fórmula para darle proporción, lo que para mí es lo más fácil”.

Se inició en el oficio familiar  con 21 años, pasaba los veranos en Ginebra junto al maestro Artur Jordi Pey (de Firmenich) mientras cursaba Arquitectura, y prosiguió su formación en Grasse y París. “La mecánica es lo más fácil. Peso, evalúo, corrijo, hasta que llego; si a la cuarta no llego, desisto. Pero hay perfumistas que pueden hacer hasta 1.000 ensayos; tal vez no sepan qué es lo que quieren comunicar, a mí me aburre volver sobre lo mismo”.

 

Desde Cap de Creus, recluido tras su coraza, continúa con su dinámica de trabajo, a distancia y sin presión, “hilo directo con el laboratorio y la fábrica; me pesan, me traen muestras, rectifico. Aquí vivo en la naturaleza (navegante impertérrito y por las tardes, sus paseos en bicicleta), la naturaleza te cambia la expresión, y nada me distrae. Trabajo por las noches: con luz tenue y en silencio encuentro la mayor concentración. Y en las mañanas me inspiro, es cuando el sentido está más despierto”.

Trabajo por las noches: con luz tenue y en silencio encuentro la mayor concentración. Y en las mañanas me inspiro, es cuando el sentido está más despierto

Monegal cree que no basta con construirse una imagen visual, uno también debe desarrollar una imagen olfativa propia.

¿Para qué? Para llegar al concepto de Imagen Olfativa, que es su gran aportación al universo perfumista: ¿qué quiero contar o transmitir sobre mí mismo? “La gente es capaz de construirse una imagen visual para comunicarse con el entorno, y esto nos da mucha información de la persona.  Pero ni siquiera diferenciamos nuestro propio olor. Yo invento olores para que puedas construir una imagen olfativa de ti mismo, seductora, segura, imperceptible. Para esto es imprescindible el contacto con mis clientes, que entiendan lo que su aroma transmite”. Vetiver-estabilidad, jazmín-feromona, floral-seducción. ¿Cómo se transmite virtualmente un perfume, en estos tiempos todo online? “Crece el comercio online, para bien. Porque para mí lo importante es que me permita comunicar directamente con el cliente. Tengo que despertar su interés por un olor utilizando solo palabras, pero no hay literatura del olor”. Y aquí repite su mantra: “El perfume anuncia la presencia y persiste en la ausencia. Tiene el poder de emocionar y hacer revivir situaciones, lugares, personas”.  Pero el márketing y la moda nos lo vendieron como un accesorio. “No, el olor (el perfume) va mucho más allá”: y dice que está solo en este discurso.

El perfume anuncia la presencia y persiste en la ausencia. Tiene el poder de emocionar y hacer revivir emociones, lugares, personas

Alguno de los frascos de perfume firmados por Monegal en la tienda de la calle Calvet de Barcelona.

-Monegal, ¿perfumista de madera?

-Vengo de una formación arquitectónica, y para mí la estructura es lo que más importa. ¿Que por qué? Habría que ir a buscarlo al psicoanálisis, pero creo que busco seguridad como el ingeniero busca que su construcción resista, y ese respeto te guía en tu manera de construir. Así que la flor desaparece, no tiene consistencia. Fue definitivo mi acercamiento a la alta cultura perfumista oriental, todo madera, bestial. Soy un perfumista de estructura amaderada.

Para Monegal el perfume solo se entiende si se eleva a la categoría de arte.

A los perfumistas hay que preguntarles, al parecer, ¿cuál es hoy su paleta? Pues eso. “Está viva, evoluciona, estoy en unos 350 elementos (podada en verde como la vid para mejor fruto); porque ahora soy más sabio, y lo digo sin pudor. Elijo lo que funciona, y no sigo tendencias”. Sobre una estructura siempre de madera.