‘Madrilona’, la ciudad que sí tiene playa

Hace casi un año publiqué un libro, Madrid DF, editado y presentado en Barcelona, en el que se hace una panorámica muy personal sobre la situación actual de la ciudad, de su emergencia como gran metrópoli y de los retos que esto supone para sí misma, sus habitantes y para el conjunto del país. No es algo nuevo. Llevamos muchos años diciendo que este es el siglo de las ciudades, pero la realidad es otra. En Occidente, la población urbana hace muchas décadas que superó a la rural y las consecuencias empiezan a ser patentes en todos los órdenes.

Sobre todo la tensión que se genera entre las grandes ciudades, que se vuelven autorreferenciales y sociológicamente diversas, respecto el resto de los territorios, que se deprimen en una espiral de bajada demográfica, vaciamiento, competencia exterior y desnaturalización identitaria. Es algo sistémico: Francia vota contra París, El Brexit fue un Inglaterra vs. Londres, El este de Alemania contra Berlín y las ciudades renanas y poco a poco puede ocurrir (si es que no ocurre ya) con Madrid.

Por eso, la primera mitad de este “siglo de las ciudades” es en la que las naciones, los estados y los estados-nacionales están intentando que sus grandes ciudades no se enajenen de sus responsabilidades para con los demás. Que no sean el principio y el fin de sí mismas. La medida de todas las cosas. Que no entiendan al resto del país como un Hinterland hanseático, como colonias interiores o como esos “fly over states” con los que las élites demócratas de las costas urbanas despreciaban al mundo de los rednecks paletos del interior. Porque éstos se defenderán. Porque tienen voz y voto y porque, por ahora, van ganando. Y sino, que se lo digan a Trump.

La gran ciudad global del sur de Europa, y la gran atractora y retenedora de recursos en España no es Madrid sino “Madrilona”

Las “Tractorias” de Occidente tienen rencor porque su mundo se muere y ese rencor amenaza con arrastrarnos a todos. Por eso Madrid DF era un intento de darle la vuelta. De entender cómo Madrid podría convertirse un sistema socioeconómico descentralizado de unos 10 millones de habitantes que, en una primera instancia, hiciese partícipe de sus sinergias positivas a todo lo que ocurre a 250 km a la redonda de la capital. Ser el sol que más calienta y no un agujero negro. Y posteriormente, tejer sinergias con otras áreas metropolitanas en vez de enajenarse del resto del país. Ser, así, una de sus mejores palancas de prosperidad. Ser el mejor escaparate y el mejor cliente. Y ser, una gran ciudad global desde la que entran recursos económicos en España, y no desde donde se marchan.

La mejor crítica a Madrid DF es la de Javier Burón. Persona bien conocida en Barcelona, dado que fue el responsable de la política de vivienda de la ciudad durante los años de Colau. Y su punto fundamental es que en mi libro, aunque apuesto porque haya dos ciudades globales, no lo hilaba fino. Según él, la gran ciudad global del sur de Europa, y la gran atractora y retenedora de recursos en España no es Madrid sino “Madrilona”. Tiene razón.

Madrid DF habla de ésto, pero hubiese merecido la pena dedicarle un epígrafe titulado así, porque esa es nuestra gran ventaja competitiva: salir al mundo con dos ciudades globales muy complementarias entre sí. Dos ciudades, permítanme la expresión, de puta madre. Ni Gran Bretaña, ni Francia, ni Italia, ni muchos otros pequeños países europeos pueden sentarse a la mesa con dos cartas tan buenas. Dos ciudades equilibradas, con mucha esperanza y calidad de vida, modernas, bonitas, inteligentes y complementarias. Unos con sitio, otros con playa. Dos ciudades cuyas estrechas conexiones las convierten en los principales polos de un mismo sistema. Sistema que necesita redundancias y opciones variadas y diferenciadas.

Barcelona necesita mejorar. Y sobre todo, necesita relato y objetivos

Repito, Madrid DF habla de ello, pero debí ser más evidente, habida cuenta de que muchos lo han interpretado como un alegato en favor de una gran ciudad centralista capaz de desbancar definitivamente a su rival. En cualquier caso, su publicación tuvo un impacto fuerte en Barcelona. Y a más de uno le tocó las narices. Salieron artículos duros, muy duros y demasiado precipitados, donde quedaba claro que sus autores ni se habían leído el libro, ni tenían intención de hacerlo. Hubo alguien que incluso me acusó en la revista Núvol de ser el heraldo de la mentalidad que había provocado las muertes de la DANA de Valencia… En fin, decía Andrés Trapiello que Barcelona ha sacado lo mejor de Madrid y Madrid ha sacado lo peor de Barcelona. No debe ser fácil tener que lidiar a diario con esa gentuza, que piensa tanto y tan mal.

También en The New Barcelona Post han escrito ni más ni menos que Oriol Estela y Pau Solanilla sobre el tema. Estos artículos, respetuosos pero críticos, me gustan más por muchos motivos. El primero es porque quienes los firman son referentes en el mundo de la gobernanza de las ciudades y es un honor que, aunque no esté de acuerdo con todo lo que dicen, estos dos profesionales le dediquen su tiempo a hablar del trabajo de uno. También me gustan porque están sirviendo como contrapunto necesario para que en Barcelona comiencen a pensar sobre cuál debe ser su lugar en este incierto nuevo mundo.

Madrid - Sky Bar 360º (Hotel Riu Plaza España). Wikimedia Commons
‘Skyline’ de Madrid.

De todas formas, y por alusiones, tengo mis contrarréplicas, que desde luego escribiré. Adelanto que para mí desprenden un tufillo a “complejo de Figo” en sus críticas. Cierto escozor y falta de originalidad que desde luego no se debe a la falta de inteligencia de sus autores, todo lo contrario, sino, creo yo, a los prejuicios clásicos que se tiene sobre la capital. Son lecturas que buscan cebar los sesgos de confirmación de siempre: ya están los madrileños, neoliberales y centralistas, creyéndose la flor y nata, tan subiditos en su ego de gran ciudad, sin querer ver sus problemas que les rodean e ignorando que su éxito se debe a estar cebados desde el Estado.

Pero aquí hemos venido a aportar. Y los artículos de Estela y Solanilla me gustan porque me servirán para señalar los principales puntos débiles a los que yo creo que se enfrenta un buen relato sobre Barcelona. Puntos débiles que son muy fáciles de identificar para los de fuera, pero muy complicados de ver para los locales. Me encantará poder debatir públicamente con Pau Solanilla sobre este tema y sobre su “Barcelona Republic”, porque no es un mal relato, pero se queda cojo.

A partir del próximo artículo, empezaré a hablar de su ciudad. Digamos que me hace mucha gracia eso de que un madrileño, con toda su chulería (pero desde el respeto y el cariño que le tiene a un lugar que conoce bien) venga a hablarles de Barcelona y de sus problemas. Sin embargo, piensen una cosa. De vez en cuando viene bien, porque ayuda a pensar y a pensarse desde otra perspectiva. Lo digo por experiencia propia. A fin de cuentas, soy de una ciudad cuyo único relato inteligente y serio fue, hasta ahora, el impuesto por Pascual Maragall con su “Madrid se va”. Relato que fue cebándose a lo largo de las décadas con otros artículos y libros y más artículos y más libros. Desde aquel de 2001, Madrid es la única gran ciudad que ha sido pensada, criticada y definida mucho más desde fuera que desde dentro. Y pocas veces de forma constructiva y muchas veces con unas dosis de bilis completamente injustas.

Cuando Barcelona se ha cerrado en sí misma, ha sido y siempre será un proyecto fallido, porque ir por libre es complicado

Mis artículos sobre Barcelona, aunque a veces críticos, serán constructivos. Fundamentalmente porque las críticas deben servir para ayudar a aceptar los problemas como paso previo para ser mejor. Y Barcelona necesita mejorar. Y sobre todo, necesita relato y objetivos.

Uno de los puntos esenciales a mejorar es en cómo se la percibe desde el resto de España. Al igual que ocurre con Madrid o con París o con Londres, no se trata de un problema singular. Es un reto sistémico en nuestra época. Y conseguir que los demás te vean con buenos ojos no es tarea fácil cuando la historia reciente es la que es y cuando los demás tienen la sensación de que una parte muy importante del brillo de la ciudad ha sido a costa de décadas de competición desleal, desde el privilegio y con la inestimable ayuda del Estado. ¿O acaso piensan que eso solo lo sienten ustedes respecto al pujante Madrid? Ya desarrollaremos esto en un futuro artículo.

La competición/relación virtuosa (Madrilona) es en la que hay que trabajar y es la que hay que ampliar a otras ciudades y lugares del país

En cualquier caso, esta percepción, que existe, es una de las cosas que hay que cambiar. Barcelona es la otra cara de una moneda cuyas “sincronías” (Félix Riera dixit) pueden hacernos más prósperos y justos; y su pujanza futura pasa irremediablemente por ser un lugar que nos aporte y nos mejore a todos. Como soy del Atleti no me importa decirlo, lo mejor que le puede pasar al Real Madrid es que él Barça le meta de vez en cuando una goleada en el Bernabéu. Lo disfrutamos muchos. Pero además supone un revulsivo necesario.

No se puede explicar el Real Madrid sin hablar del Barça y viceversa, porque ambos se necesitan. Ambos necesitan que el otro gane la liga de vez en cuando, para después mejorar y cobrarse la revancha. Esa competición/relación virtuosa (Madrilona) es en la que hay que trabajar y es la que hay que ampliar a otras ciudades y lugares del país. De España. Y Barcelona tiene el potencial y la responsabilidad de tejer, junto con Madrid, una red de ciudades y territorios funcionales y equilibrados.

Vistas del 22@
Vistas del 22@ de Barcelona.

Decía al principio que el reto de nuestra época es conseguir que las ciudades globales no sean el principio y el fin de sí mismas. Que no sean una ciudad estado hanseática. Que no sean Singapur. De eso es de lo que se trata porque, cuando Barcelona se ha cerrado en sí misma, ha sido y siempre será un proyecto fallido, porque ir por libre es complicado y lo que percibimos los demás, los que debemos generar las sincronías y las relaciones virtuosas desde los otros lugares, es que se nos deja de lado, que, más allá de la bilis, no hay voluntad de aportarnos nada.

Y el cómo ser una palanca de prosperidad que aporte y ayude, estimados lectores, es el único punto de partida sobre el que plantear un proyecto y un relato justo, ilusionante e inteligente para ciudades como Madrid o Barcelona.