Yakiniku

Para nosotros, barceloneses del 2023, es tan habitual pedir sushi para cenar que parece mentira que el primer restaurante japonés de la ciudad no abriera sus puertas hasta 1977 o 1978, según las fuentes. En esta Barcelona líquida, donde todo parece efímero, también cuesta creer que, cuarenta y cinco años después, tanto el Yamadori como el Tokyo Sushi, los dos establecimientos que se reivindican como los pioneros de la ciudad todavía funcionen en su emplazamiento original.

En aquella Barcelona que empezaba a sacudirse cuarenta años de franquismo, el sushi, el sashimi, el maki o uramaki eran unas delicias exóticas que sólo se atrevían a probar los amantes de las novedades y, por supuesto, los japoneses residentes en la capital catalana. Sin embargo, poco a poco, los primeros restaurantes japoneses fueron descubriendo a los barceloneses nuevos sabores y texturas. Una forma diferente de cocinar, servir y comer el pescado, el arroz o las verduras.

Durante las dos décadas siguientes, los restaurantes japoneses dejaron de ser solo para expatriados y listillos recién regresados de un viaje a Japón. Es más, se convirtieron en the place to be, especialmente, entre la gente guapa de Barcelona. Los fines de semana, los del Upper Diagonal y los altos funcionarios de la administración llenaban las mesas del Yashima (Josep Tarradellas, 145) y Shunka (Sagristans, 5). Daba igual que comer con palillos fuera un suplicio y el pescado crudo no les dijera nada. Por mucho que suspiraran secretamente por una buena mariscada del Botafumeiro, sabían que el colmo de la sofisticación era reservar mesa en uno de aquellos restaurantes minimalistas e ir mojando en salsa de soja pedacitos de salmón y atún rojo que, por lo demás, pagarían a precio de oro.

Desde entonces la popularización del sushi ha sido imparable. Empresarios chinos, listísimos, han abierto infinidad de restaurantes de cocina japonesa al alcance de todos los bolsillos y han contribuido a convertir el sushi y todas sus variantes en uno de los platos preferidos para consumir a domicilio. “Me da palo cocinar, ¿pedimos japo?”, os suena, ¿verdad?

Seguro que también os resultan familiares las colas kilométricas de hípsters a las puertas del Ramen-ya-hiro (Girona, 164). Una hora o más de espera para degustar un cuenco lleno de caldo de sabor intenso hecho a base de carne, miso y salsa de soja, con fideos largos y gruesos y acompañamientos como cerdo, alga nori o huevo duro. Desde su llegada a Barcelona, hace unos quince años, el ramen ha ganado adeptos rápidamente entre nosotros. Seguramente porque ha aterrizado en una ciudad mucho más abierta y cosmopolita que aquella Barcelona de finales de los setenta y porque es un plato mucho más asequible que el sushi de calidad.

La última tendencia gastronómica llegada de Japón es el yakiniku o barbacoa japonesa. Una experiencia gastronómica que tiene mucho de ritual, de hecho, como todo lo que nos llega de Japón. Cada mesa tiene su parrilla para que sea el propio comensal quien se cocine al momento una carne de primerísima calidad (Wagyu, Kobe, Angus). El Ah-Un (Balmes, 55) se ha hecho un sitio rápidamente en la oferta gastronómica de la ciudad y acaba de abrir un segundo establecimiento en Mallorca, 182. Recientemente, también ha abierto puertas Yamato BBQ (Valencia, 450) donde, por cierto, he celebrado mis cuarenta y cinco, los mismos años que hace que el sushi llegó a la ciudad.