Volved a poner guapa Barcelona

En diciembre de 1985, el Ayuntamiento de Barcelona lanzó la campaña Barcelona posa’t guapa (Barcelona ponte guapa) para dar a conocer el Programa de Medidas para la Protección y Mejora del Paisaje Urbano con el que quería fomentar la rehabilitación de edificios de una ciudad que menos de un año después sería designada sede olímpica. O sea que Samaranch todavía no había pronunciado aquello de “À la ville de… Barcelona” que catapultaría la capital catalana a nivel mundial, pero la necesidad de dar un lavado de cara a la ciudad ya se antojaba urgente. Las fotos de la época muestran una Barcelona ciertamente gris y apagada. Como si una capa de polvo o ceniza lo cubriera todo —calles, plazas y edificios—. De ahí, la necesidad del Barcelona posa’t guapa —semilla del futuro Instituto Municipal del Paisaje Urbano y la Calidad de Vida— para animar a los barceloneses a restaurar principalmente fachadas y paredes medianeras, con el apoyo de empresas y entidades en calidad de patrocinadores.

En términos de comunicación, creo que no me equivoco si digo que Barcelona posa’t guapa ha sido una de las campañas municipales más exitosas de todos los tiempos. Se hicieron varios anuncios de televisión —disponibles en el canal de YouTube del Instituto Municipal del Paisaje Urbano y la Calidad de Vida— que, vistos con ojos de hoy, resultan entrañables —alguien dirá que también políticamente incorrectos, ya imagináis por donde voy—. El primero que se emitió muestra un primer plano de una chica que se maquilla mientras una voz en off explica: “Para que Barcelona esté guapa, cada día hay más flores en los balcones; más fachadas arregladas y pintadas. Cada día hay más espacios verdes, más monumentos y edificios restaurados. Barcelona posa’t guapa“. La campaña se estiró como un chicle y a lo largo de los años fue sucesivamente versionada, por ejemplo añadiendo una coletilla al eslogan, Barcelona posa’t guapa i segura (Barcelona ponte guapa y segura), quizás para responder a quienes consideraban que el “posa’t guapa” era un pelín frívolo.

Paseando por las calles de Barcelona se hace evidente que la ciudad del presente tiene poco que ver con la de hace cuatro décadas. La mayoría de fachadas de sus inmuebles presenta un aspecto limpio y cuidado. Y no hablo sólo de La Pedrera, la Casa Batlló o los grandes edificios señoriales del centro, sino también de modestos bloques de viviendas de barrios más periféricos. Por lo tanto, podríamos decir que los barceloneses han hecho su parte en esto de poner guapa la ciudad. De la estética monstruosa de muchas terrazas de bares y restaurantes no diré nada —les concedo una tregua temporal— porque entiendo que con la pandemia sus propietarios han improvisado soluciones de emergencia para no tener que cerrar el negocio.

Por el contrario, soy muy crítico con el estado actual del espacio público —un elemento clave de lo que llamamos paisaje urbano—. Últimamente, las redes sociales se llenan de fotografías hechas por ciudadanos que denuncian el estado deplorable de muchas calles y plazas: suciedad, mobiliario urbano en mal estado, vegetación descuidada… Me llama especialmente la atención que algunos de los nuevos espacios ajardinados que proliferan por toda la ciudad a raíz de la pacificación express de muchas calles a los cuatro días de estrenarse ya presenten un aspecto lamentable con plantas secas o medio muertas que recuerdan los pueblos abandonados de las películas del Oeste. No creo que esto pase por desidia ni por falta de presupuesto sino, más bien, debido a que Barcelona está inmersa en un gran cambio de modelo de ciudad a marchas aceleradas por el que quizás no estábamos suficientemente preparados. 

Me llama especialmente la atención que algunos de los nuevos espacios ajardinados que proliferan por toda la ciudad a raíz de la pacificación express de muchas calles a los cuatro días de estrenarse ya presenten un aspecto lamentable

Me parece fantástico que el hormigón y el alquitrán cada vez tengan menos protagonismo —qué horror lo de las plazas duras que tanto gustaban a ciertos arquitectos de los ochenta y noventa que se querían hacer los modernos— porque vamos hacia un modelo de ciudad más verde y sostenible. Seguro que esta Barcelona rebosante de vegetación —plazas y calles llenas de árboles que dan frescor y absorben CO2, supermanzanas con jardineras llenas de plantas y flores y edificios literalmente recubiertos de verde— será una ciudad infinitamente más habitable. Ahora bien, no es lo mismo mantener en condiciones una explanada de hormigón que miles de metros cuadrados de superficie ajardinada. Los que tenemos plantas en casa lo sabemos bien: son muy bonitas, pero requieren una dedicación prácticamente diaria. No es ningún secreto y quiero suponer que los responsables municipales de mantener en un estado óptimo todos estos nuevos espacios ajardinados son conscientes de ello, pero es evidente que en esto necesitamos mejorar.

Es hora de recuperar el Barcelona posa’t guapa, pero no creo que la responsabilidad de mejorar el aspecto de la ciudad deba recaer nuevamente en los barceloneses —aunque es imprescindible que contribuyan a la preservación del espacio público haciendo un buen uso de él—, sino en el propio ayuntamiento de la ciudad. Volved a poner guapa Barcelona.