homenaje a la soprano barcelonesa Victoria de los Angeles en el Gran Teatre del Liceu.
La cantante Juliana Grigorian durante el homenaje a la soprano barcelonesa en el Liceu. ©Antoni Bofill/ACN

Victoria de los Ángeles, centenario decepcionante

La efeméride que celebra los cien años del nacimiento de la soprano barcelonesa no está a la altura de su grandeza

Imaginad que el principal teatro de la capital de un (teórico) país organiza una fastuosa gala con tal de celebrar el centenario del nacimiento de una de sus cantantes más gloriosas; y pensad –a su vez– que la cosa tiene mérito, teniendo en consideración que el lugar en cuestión es una cantera de intérpretes vocales de fama planetaria. Supongamos pues que, por poner un par de ejemplos, Estados Unidos o Alemania montaran un recital en homenaje a Leontyne Price o Elisabeth Schwarzkopf, y que en el programa de estos conciertos no se dejara ver ni una sola cantante de estas dos respectivas (y musicalmente gloriosas) naciones. No sería muy normal, ¿no? Pues bien; esto es exactamente lo que aconteció en la Gala Centenari Victoria de los Ángeles que programó el Gran Teatre del Liceu hace unos días, donde el público barcelonés pudo disfrutar de voces femeninas de todo el mundo… y ninguna catalana.

El lector pensará que esto es un detalle menor, porque la música es un fenómeno universal y blablablá, u opinará que lo importante del acto en cuestión era contar con cantantes de primer nivel, como así son, sin lugar a dudas, Joyce DiDonato o Iréne Theorin. Pero celebrar a conciencia la trayectoria de una cantante como Victoria de los Ángeles –barcelonesa de pura cepa y catalana universal– también significa creer en su legado, una tradición canora que se encarna todavía hoy en excelentes voces nostrades como son Núria Rial, Anna Alàs, María Hinojosa, Marta Mathéu o Serena Sáenz (la mayoría de las cuales, para mayor ironía de la vida, ya han actuado en el Liceu). La tradición no es una anécdota y cabe destacarla; este país nuestro, lo sabemos, sufre de la enfermedad del autoodio y, mientras a menudo damos importancia a fenómenos de vuelo corto, celebramos a medias nuestras auténticas glorias.

En la tierra del olvido, no todo es un desierto. El Palau Robert ha programado una exposición sobre la relación de amistad artística entre Victoria y Alicia de Larrocha, una muestra bien comisariada por Pep Gorgori y notablemente ordenada por el dramaturgo musical Rafael R. Villalobos. Pese a la corrección de esta iniciativa, la figura de estas dos músicas de fama mundial debería haberse programado en un espacio más monumental y trascendente que el Palau Robert, una madriguera expositiva donde a menudo se confunden las exhibiciones sobre una personalidad con instalar cuatro paneles biográficos (no es el caso, insisto). Me juego todo mi (escaso) patrimonio que tanto Gorgori como Villalobos podrían haber exprimido mucho más profundamente la figura de Victoria de contar con un espacio –y un presupuesto digno de la ocasión– propio de equipamientos como el MNAC o el Museu d’Història de Catalunya.

Pero esto habría ocurrido en un país normal que tuviera auténtico cuidado de su pasado musical. Como también debería haberse dado el caso de que una entidad como la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals se volcase en este centenario, aunque fuese reprogramando el magnífico documental ¡Brava, Victoria!, de la periodista Maria Gorgues o —¡oh, pecado!— televisando alguno de sus conciertos en un horario destinado a que algún espectador pudiera llegar a verlo (es decir, justo lo contrario a lo que TV3 hace con sus escasísimos espacios culturales). Son cosas fáciles de pensar, como también haber coordinado el centenario entre todas las instituciones musicales de la ciudad para no caer en el sempiterno defecto de este tipo de conmemoraciones: disparar conciertos a raudales y con mucha brillantina, pero sin ninguna unidad artística que intente pensar justamente en cuál es la mejor forma de rememorar el repertorio y legado de una cantante.

No hacemos las cosas demasiado bien, ciertamente, aunque esto ya no sea noticia. Sin embargo, Victoria de los Ángeles merecía un esfuerzo extra, empezando por un órgano llamado Departament de Cultura que cada día parece más invisible. Pero el país, hoy por hoy, parece dar por muy poco. Es una pena, porque hay cosas que merecen ser recordadas, como por ejemplo la voz de esta enorme artista.