Maria Barbal (Tremp, 1949) explica que “en los pueblos, antes, sobre todo en invierno, había ganas de cuentos, anécdotas vividas y modificadas por quienes las explicaban, o inventadas en el momento de hablar”. Es en su Pallars natal donde empezó a ambientar los primeros cuentos, un género que no ha dejado de escribir durante toda su carrera literaria, más propensa a la novela, pero con una buena colección de narraciones breves como se puede ver en Tots els contes (Columna). “Y así, así, pasaban las horas. También pasan hoy. En las bibliotecas cuentan cuentos, y también alguien a solas lee sin mover los labios, en la playa, en una butaca o bajo un pino. Sí, también hoy”, relata en el prólogo de una recopilación formada por casi 100 cuentos, la mayoría publicados en volúmenes, pero también otros repartidos en publicaciones periódicas o en antologías temáticas y unos pocos de inéditos. “Una mirada nueva al universo de Barbal”, avanza su editora, Glòria Gas.
Lectora de Mercè Rodoreda i Víctor Català, Barbal cree que los cuentos le han parecido a veces más difíciles de conseguir que las novelas. Ahora que le ha tocado mirar atrás, la autora cree que no ha cambiado tanto durante todos estos años, tampoco lo ha hecho si se fija en las primeras narraciones, que empezó a escribir en los años 80. “Los cuentos están muy cerca de mi primer empujón creativo que fue Pedra de tartera (1985). No son sobre la Guerra Civil, pero sí que tocan cuestiones del territorio, como el despoblamiento del Pirineo”, sostiene Barbal, “además, es un mundo que ahora mismo lo tengo muy cerca”.
Después vendrían los de los años 90, donde había un proyecto de cuentos como Ulleres de sol, con un planteamiento concreto, a pesar de que los contenidos no tienen porque ser necesariamente muy diferentes a los de la etapa anterior, pero sí que se han pensado más. Para acabar, están los de los 2000, cuando la escritora hizo una lista de ideas susceptibles a convertirse en un cuento y las fue desarrollando cuando encontró los hilos de donde tirar. Un apéndice son los “cuentos obligados”, aquellos que le pedían escribir para recopilaciones que hablaban sobre mil temas diferentes, de mujeres solas, de la Navidad, de la memoria histórica o de refugiados. “Me dan mucha pereza, pero, a veces, el resultado ha sido muy satisfactorio”, valora.
Eso sí, cuando le dijeron de hacer una recopilación de todos sus cuentos, sintió un poco de vértigo. Primero, porque no ha sido “muy ordenada” y veía difícil encontrar algunos títulos, y, después, porque le inquietaba no saber qué haría con las ganas de reescribir si no le gustaba aquello que releía. “Cuando pasa el tiempo, la mirada se hace más crítica, he escrito más y he cambiado”, indica. Por suerte, entendió que tenía que ser más permisiva con la escritora que había sido. “Aquel primer susto al pensar en un volumen de todos los cuentos ha cambiado por ilusión y satisfacción”, defiende.
De este modo, las historias incluidas en la publicación de Columna no han sufrido modificaciones, remarca la editora y traductora Carme Arenas, responsable de poner orden y encontrar una organización que pudiera sorprender también los lectores que ya las han leído antes. No sigue un orden cronológico ni tampoco se ha agrupado según los volúmenes que ya había publicado, como La mort de Teresa (1989), Pampallugues (1991), Ulleres de sol (1994), Bari (1998), La pressa del temps (2009) o Cada dia penso en tu (2011). También se ha incluido un cuento escrito en castellano, sin traducir, El segundo verano. Arenas apostó por juntar los cuentos por temas, creando once apartados. Desde la montaña, los orígenes y la familia hasta la naturaleza humana, el amor y los recuerdos. También hay un apartado de cuentos para todas las edades, rechazando, la categoría de infantil. Una vez incluidos en una etiqueta, las narraciones se ordenan alfabéticamente. “Desde el primero hasta el último, tienen la misma calidad. No sobra nada”, remarca Arenas, quien no ha descartado ninguno, a pesar de que Barbal le concedió esta licencia si era necesario.
Con todo esto, hay tres cuentos inéditos. Uno es Por de volar, de aquellos que se empiezan y se abandonan, en este caso, iniciado en los años 90 y acabado ahora. Es bastante largo, alerta Barbal, y habla del contraste entre personas que se consideran cultas y personas sencillas. “Podría haber dado para una novela”, señala Barbal, recordando que dos cuentos suyos se acabaron convirtiendo en narraciones más largas. También le pasó con una novela, A l’amic escocès, de donde salió un cuento sobre un brigadista. No descarta que vuelva a pasar con Por de volar, pero no será ahora, sino cuando pase la pausa de escribir que mantiene desde hace unos meses, después de dos promociones intensas con Tándem (Premi Josep Pla, 2021) y Al llac (2021), y tenga más tiempo. El segundo cuento inédito es El nen de les baldufes, inscrito en el apartado de para todas las edades y dedicado a su nieto más mayor. En último lugar, Despertar, sobre la transformación que sufre un personaje cuando conoce alguien que le provoca euforia.
Lo que también ha sido una sorpresa ha sido la dimensión de la obra, con más de 700 páginas y convirtiendo este volumen en un libro perfecto para la mesilla de noche. Por eso se acompaña de tres cintas marcapáginas, permitiendo ir sumergiéndose en las historias según el gusto de cada uno, dejando la lectura detenida en un punto y recuperándola más adelante. “Una puede tener la sensación de que, si estos son todos los cuentos, ya he acabado este trabajo, ya me han despachado de cuentista, pero, tengo que tener un poco de optimismo y pensar que algún otro escribiré”, aventura.