¡El plogging ya está aquí! Y sí, tenéis razón, ¿era necesario el enésimo anglicismo? En este caso no estamos ante una nueva práctica de leñador, ni de una terapia alternativa para desconectar, ni de escribir un blog mientras haces un podcast, sino de algo mucho menos glamuroso: recoger basura mientras paseas o sales a correr.
Este revival basurero nació en Suecia hace un par de años: los suecos, siempre a la vanguardia medioambiental, inventaron el plogging a partir de unir su expresión Plock upp y el jogging, y desde entonces la práctica se ha ido extendiendo por el mundo: por el primer mundo, se entiende, en el resto del planeta esto se llama «trabajar de trapero» o «recoger desechos para sobrevivir».
Hablando con propiedad, la basura se recoge desde hace siglos -en concreto, desde que empezamos a lanzar la mierda al suelo- pero hacía falta un buen nombre que molara para que los hipsters se pusieran a hacerlo organizadamente y con el énfasis de un anuncio de Estrella. Y ahora la cosa se ha disparado, en los barrios modernillos no hay suficiente basura para tantos ploggers e incluso hay apps por el móvil que permiten monitorizar los kilos de mierda que recopilas.
Hacer plogging es muy fácil: te pones unos guantes de cocina viejos (por aquello de no encochinarse), coges una bolsa de basura y sales a senderear por la ciudad. Los guantes dan a los ploggers un aire CSI muy divertido: esto, y el uniforme de runner, es lo que los diferencia de la brigada de limpieza municipal.
Aquí el grupo «Barcelona Plogging» ya tiene unos cuarenta miembros en Facebook, y quedan al menos una vez al mes para recorrer la ciudad, habitualmente la playa de la Barceloneta. Este verano, se reunían de madrugada, cuando el paseo marítimo está hecho una piara, y enseguida conseguían tener las bolsas llenas de botellas y todo tipo de plástico y residuos. Es aquello del Mens sana in corpore sano, pero con una variante ecológica: hacer salud -corporal- mientras promueves la salud medioambiental. El plogging se practica en numerosas capitales europeas, y en Nueva York hay grupos como NYC Plogging que limpian los parques de 4 distritos, con cientos de participantes.
Entre los famosos que practican el plogging cabe citar a David Sedaris, que ya hacía plogging antes de que se llamara así. El escritor estadounidense debería salir a pasear para inspirarse, y un buen día decidió aprovechar para recoger la basura que se amontonaba por el barrio. Tal y como explicaba The Guardian, tres años más tarde, el vecindario le agradeció el trabajo bautizando con su nombre al camión de la basura.
A mí la iniciativa del plogging me parece fantástica, y creo que debería generalizarse entre la ciudadanía, sean atletas o paseantes. No sólo porque tenemos sitios de la ciudad hechos un asco (playas, parques y paseos, pero también aceras o los andenes de la Renfe, por ejemplo) sino porque podría concienciar a una amplísima parte de la ciudadanía que la limpieza es cosa de todos, y no sólo de los servicios municipales. Ver la Shakira haciendo plogging, por ejemplo, podría tener un efecto arrastre interesante.
Sin embargo, seguro que habéis visto gente que desenvuelve un helado y tira el plástico al suelo, o que baja la ventana del coche y vacía el cenicero en medio de la calle, y rara vez hemos tenido el coraje cívico de enfrentarnos a él y decirles que son unos cerdos. El plogging puede servir para despertar conciencias, pero la batalla contra la gente cerda no se ganará sólo con un anglicismo nuevecito. Ya lo dice el dicho popular: no es más limpio quien más ploggeja, sino quien menos ensucia.