No es el turista

Como si fuera una reacción a las protestas por la pasarela de Louis Vuitton en el Park Güell, y seguramente alarmado por el ambiente de malestar por la masificación turística en Barcelona, ​​el Ayuntamiento ha creado los EGA (Espacios de Gran Afluencia) y los ha concentrado en dieciséis espacios priorizados de momento en la Sagrada Familia, el Park Güell y La Boqueria. Sí, el turismo tiene inconvenientes y conlleva molestias. Sin embargo, como vecino de la Sagrada Familia, afirmo rotundamente que son molestias asumibles y que cuando vives junto a un monumento que es Patrimonio de la Humanidad sólo faltaría que no vinieran de fuera a visitarte. Lo saben en la Tour Eiffel, lo saben en el Coliseo y lo saben en el Big Ben. Yo me he revisado y sé que no tengo un gramo de turismofobia, porque sé que el turista no tiene la culpa de la mala gestión. El problema no ha sido nunca el turista, sino haber querido hacer de la ciudad una fachada bonita como si fuera un área temática de Port Aventura o el Poble Espanyol. El problema no ha sido ni siquiera nunca Louis Vuitton, el problema fue despreciar a los vecinos y discriminarles sin negociación ni comunicación. Y es que el problema no son los hostes que vingueren: ellos, bienvenidos. El problema en el futuro serán los gestores públicos que de casa nos habrán sacado.

Ser un EGA supone que se te apliquen una serie de acciones que comprenderán “refuerzos en la plantilla de agentes cívicos o de equipos de limpieza, retirada de mobiliario urbano obsoleto, reordenación del estacionamiento de autocares turísticos o medidas de apoyo al comercio de proximidad”. Todo el mundo que lee estas medidas puede ver un parche, una solución de urgencia, una toma de medidas apresuradas que pueden sin duda ayudar a una mayor gestión de los espacios, pero ni de lejos abordan el problema de fondo. Todo ello acompañado de una campaña de comunicación bajo el paraguas del Pla Endreça con lemas como Are you coming to Barcelona? We welcome you, but follow the rules! o Everyone is welcome. Be respectful and you’ll be respected, señalando claramente al turista como presunto culpable del malestar que se pueda crear. Un error, en mi opinión: el turista no tiene la culpa de querer venir a ver una ciudad bonita. El turista debe ser bienvenido y no verse señalado, y menos por el propio ayuntamiento de la ciudad, cuando el déficit es evidentemente de otro tipo. Decir al turista que se comporte es, lisa y llanamente, eludir la responsabilidad. Para empezar, que se comporten las autoridades.

El déficit lo conocemos todos, y lo sufrimos más allá de la temporada alta: es un déficit de seguridad, de limpieza, de cumplimiento de las ordenanzas (por parte de locales y de foráneos, incluido lo de ir en bicicleta por calles donde no se puede), de revisión (seguramente al alza) de los precios de los hoteles, de proliferación irregular de apartamentos turísticos, de condiciones de las licencias para establecer comercios desarraigados, de ofrenda del espacio público para realizar eventos que no conectan con la población, de salarios de la gente local en comparación con los precios del alquiler (y de la vida), de despersonalización de la ciudad y de confundir el ponte guapa con el ponme otra, chata.

No, no es el turismo, sino el abandono en el turismo como principal área económica y la incapacidad de hacer sentir al barcelonés como protagonista de su ciudad

No, no es el turismo, sino el abandono en el turismo como principal área económica y la incapacidad de hacer sentir al barcelonés como protagonista de su ciudad. Esto no tiene nada que ver con que vengan muchos turistas: tiene que ver con cómo nos sentimos los barceloneses cuando estos turistas ya no están, qué agravio de trato sufrimos, qué diferencia de condiciones (económicas y sociales) observamos hacia los foráneos, qué grado de despatrimonialización de lo que es de todos (véase Park Güell) debemos soportar como humillación permanente, en qué grado de simple comisión de fiestas y festejos se ha convertido el Ayuntamiento. No, no son los hostes que vingueren. Si la casa estuviera bien gestionada y en condiciones, el problema de los huéspedes sería cero. 

El turista sólo quiere vivir sus vacaciones en la ciudad, ser bien servido y no sentir que molesta. Que no moleste no es responsabilidad del turista, sino de nuestros gestores públicos. El problema lo ve todo el mundo: que pronto, si no dejamos de hacer el frívolo y de buscar la foto, quienes se convertirán en huéspedes de nuestra ciudad seremos nosotros mismos. De hecho, y no por culpa de ningún turista, este proceso ya ha comenzado.