my fucking restaurant barcelona
BARCELONA Y GASTRONOMÍA, AHORA EN UN SOLO LUGAR

My Fucking Restaurant, un imán para ‘foodies’ inquietos

Ubicado en el Raval, este restaurante utiliza productos de proximidad y KM-0 que transforman en platillos y tapas para los amantes de la gastronomía en Barcelona.

El sur del Raval de Barcelona esconde una excusa poderosa que impulsa a un barcelonés a adentrarse en el ajetreado centro de la ciudad para disfrutar y divertirse de verdad comiendoMy Fucking Restaurant es un negocio que no deja indiferente, atrevido en sus platos, excitante, encajado en el bullicio de la calle de Nou de la Rambla, y con un nombre que se convierte en imán para ‘foodies’ inquietos o turistas que intuyen (por fin) algo diferente en la zona.

La buena noticia es que el invento de Matteo Bertozzi y Paolo Mangianti, tras un arranque exitoso hace seis años, ha incorporado en su nueva carta muchos más platos ‘healthy’. Tan inspirados, que le hacen olvidar a uno que está devorando verduras. Su apuesta verde puede hacer saltar de alegría al paladar inquieto y rendirse ante su chef.

ostra natural y escalfada con yuzu my fucking restaurant
Ostra natural y escalfada con yuzu.

Desde siempre, My Fucking Restaurant, que provoca con su neón y esconde un local moderno pero creativo y muy agradable, ha desplegado buenas intenciones: cocina sin gluten, Km.0, producto local de calidad, espíritu mediterráneo y muchos destellos italianos y de otras cocinas del mundo, para las que no hay fronteras. No obstante, las propuestas ‘veggie’ iban floreciendo en la mente inquieta de Bertozzi y en la tentadora carta del local, hasta cobrar auténtico protagonismo.

Visiones verdes

Así, en las últimas semanas un carnívoro puede seguir salivando a dos carrillos con sus croquetas de osobuco o su mollete de ‘steak tartar’ y scamorza ahumada, incluso engullir un ‘onglet’ de black angus con alioli suave… Pero se encontrará con un repertorio de hortalizas y verduras que le harán olvidar (si quiere) la proteína animal. Por cierto que no hay rastro de pescados como el atún y salmón tan omnipresentes en la restauración local, porque su ética de la cocina no encaja con la sobreexplotación de algunas especies.

Mini bufala con fresa.
Mini bufala con fresa.

La nueva carta integra tres cuartas partes verdes, y el mantra de convertir cada bocado en algo divertido. Por cierto que dos menús degustación de 39 y 46 euros facilitan no tener que elegir para transitar entre las especialidades de la casa, en formato de platillos ideales para compartir. Se suele abrir boca con un caldito preparado con los restos de verduras utilizadas para otras elaboraciones: en el establecimiento no cabe la idea de tirar comida. Casi todas, del Parc Agrari del Baix Llobregat.

zanahoria cuscus my fucking restaurant
Zanahoria cuscús.

Bacoyboca probó platos de uno y otro menú, que merecen ser ampliados a fondo en nuevas visitas, así que algunas imágenes son versiones reducidas. Los no vegetarianos no pueden pasar por alto las ostras, tanto la natural, como la escalfada con yuzu y pimienta negra, totalmente adictiva.

Judía verde con straciatella ahumada y miso.
Judía verde con straciatella ahumada y miso.

El tartar de calabacín y manzana ácida fue la primera explosión de toda la alegría de la huerta en boca, con el ingrediente apoteósico de un destilado de judía verde que es toda una declaración de intenciones. La Destiloteca es una mina para redondear sus propuestas. Porque aquí no hay verdura que no se haya llevado al límite creativo u homenajeado como merece. La Mini bufala, con fresa, avellanas y regaliz marca otro subidón inesperado.

tataki de sandia
Tataki de sandía.

Relamerse sin prejuicios

No debería salir nadie de My Fucking Restaurant sin haber lamido el plato de Zanahoria cuscús (otra deliciosa trampa de sabores que no son lo que parecen), y del Tatin de cebolla con crumble de cacao y toffee trufado. El festival ‘veggie’ puede desarmar al más omnívoro, porque el invisible aderezo ácido –en un dificilísimo equilibrio a base de prueba y ensayo, confiesa el artista– otorga a los platos una chispa y frescura inesperada. Porque más allá de la pirotecnia, detrás hay genio técnica.

Fetuccini (de apio nabo) Alfredo con kimchi My fucking restaurant
Fetuccini (de apio nabo) Alfredo con kimchi.

Otra pirueta para entrenar las papilas gustativas llega con la crujiente Judía verde con straciatella ahumada y miso. Y el más difícil todavía vuelve a animar la mesa con el Tataki de sandía, que más allá del trampantojo está para chuparse los dedos.

Una sorpresa tras otra

Un engaño fabuloso que se extiende a los ‘falsos’ (en tanto que no son de pasta si no de apio nabo) fetuccini Alfredo con kimchi.

Los postres mantienen el nivel imaginativo, rico, y coherente con el discurso que transmite la cocina de Bertozzi. Puestos a rizar el rizo, nos atrevimos con el más loco en busca de la traca final. No defraudó el albaricoque con mantequilla ahumada, romero , helado de pera a la brasa y… ‘bacon’ crujiente con nuez caramelizada. No para todos los paladares. Pero, con perdón y haciendo honor a su nombre, una ‘fucking’ bomba de sabor, que hace a uno marcharse con una sonrisa.

El postre más valiente de la casa: albaricoque con helado, nuez caramelizada, bacon…
El postre más valiente de la casa: albaricoque con helado, nuez caramelizada, bacon…

El espacio se divide en una barra a la entrada, un comedor con vistas a un minijardín interior y un interesante segundo espacio ideal para pequeños grupos en la planta inferior.