El lenguaje, las emociones, la memoria, el olfato… Cada región de nuestro cerebro custodia un críptico engranaje neuronal que nos permite desarrollar una función importante para nuestra vida diaria. Por eso, cuando cerca de estos sistemas neuronales aparecen células extrañas o malignas y hay que intervenir para extraerlas, el margen de maniobra del neurocirujano es milimétrico. Casi como las invisibles fronteras entre tonos musicales. Todo está demasiado cerca, y es importante y único. En esa delicada proeza artesanal, la precisión, con las manos y con la vista, integra, en la vida de Andreu Gabarrós, la experiencia de más de 1.000 intervenciones quirúrgicas en más de un cuarto de siglo de actividad profesional como neurocirujano.
A los siete años, ya había escrito en una libreta que sería médico y futbolista. Pero el ejercicio de la medicina que imaginaba en aquella niñez, en su pueblo de Caldes de Montbui, era con el maletín, de casa en casa, como médico rural. Mientras tanto, la música y el fútbol iban ocupando su tiempo fuera de la escuela. Empezó cantando en una coral infantil, Els Rossinyols del Vallès, y, cuando abrieron una escuela de música en Caldes, entró a estudiar solfeo y piano. Se examinó en el Liceu y, cuando tenía doce años, empezó a tocar con diferentes grupos de rock. Le gustaba tanto que, al acabar COU, dudó seriamente si dedicarse a la música, aunque escribir y hacer teatro también le atraían.
Finalmente, se mantuvo fiel en su propósito de infancia. Completó la carrera de Medicina, los primeros tres años en el Clínic, y los tres últimos en Bellvitge, donde ya se quedó. Hoy es el jefe del servicio de neurocirugía de este centro hospitalario, y profesor asociado de la Universitat de Barcelona (UB). Y la música continúa siendo una parte muy importante de su vida. “Somos uña y carne, no la puedo dejar. Necesito escuchar música, tocar el piano, componer canciones y melodías, continuamente”, confiesa, quien, con el dinero de sus primeros sueldos de prácticas hospitalarias, se compraba instrumentos. En su teléfono móvil graba los archivos sonoros de canciones que crea, tarareadas o al piano.
Son candidatas para ser interpretadas por su banda de rock, Dorigen, un grupo que nació en el 2004, donde su hermano Jordi toca la batería, y que cada semana se cita en Caldes de Montbui para ensayar. En esta formación, Andreu es compositor, letrista, teclista y vocalista. Y es el alma del proyecto que más ha dado a conocer esta banda. Bautizado como La Simfonia dels Herois, nació como una canción inspirada y dedicada a pacientes operados por Gabarrós, aficionados a la música o músicos profesionales, y a todo su esfuerzo por superar su enfermedad. Pero ha acabado siendo mucho más que esto.
Quisieron aprovechar y hacer partícipe el talento de esos pacientes que, gracias a las intervenciones quirúrgicas de Andreu Gabarrós, pudieron desplegar nuevos horizontes en sus vidas. Y La Simfonia dels Herois se convirtió en un disco con nueve canciones que nueve pacientes interpretaron. “Vi el efecto terapéutico en los pacientes que participaron. Con la música no curamos, pero los pacientes operados de tumores cerebrales que habían tenido la sensación de que no volverían a ser los mismos, psicológicamente, volviendo a cantar o tocando otra vez un instrumento disfrutaban nuevamente”, explica su artífice. “Todo el mundo mostró un cambio a mejor, estimulados por la grabación del disco y el concierto, y todos han sacado algo de ello”, añade.

Un disco que fueron gestando y finalmente presentaron en el Teatre Joventut de L’Hospitalet de Llobregat, un concierto que contó con las voces de Ramon Mirabet, Manu Guix, Marina Rossell, Gerard Quintana, Elena Gadel, Estopa, Carles Benavent y el hospitalense Antonio Orozco. Esta presentación significó el preludio del que hoy ha acontecido una ambiciosa misión: recaudar un millón de euros para investigar.
De gira, contra los tumores cerebrales
De la canción al disco y del disco al documental fue una extensión natural de las alas de este proyecto. Ahora, su vuelo lo levantan en cada concierto que celebran de la gira con la que se han propuesto recoger fondos para averiguar cómo frenar la evolución de los tumores cerebrales y su reaparición. El 19 de febrero del 2024, Vilafranca del Penedès acogió el primer concierto de esta gira que acaba de pasar por Mallorca y que el próximo 28 de junio llegará al Teatre Principal de Terrassa, en octubre en Tarragona y en noviembre, en Montmeló. En las redes sociales del grupo, Dorigen Oficial, van anunciando las citas que buscan convocar el máximo de gente posible. En los conciertos participan pacientes o familiares de estos, y artistas locales, unidos todos para una misma causa. Un grupo de WhatsApp los mantiene vinculados personalmente y siempre que pueden colaboran con la gira. “La Simfonia dels Herois me hace feliz porque también hace feliz a mucha gente”, asegura el cirujano.

“El reto actual de la sinfonía es la investigación, clínica, pero también ligada a la investigación básica de laboratorio”, precisa Gabarrós. “Queremos que este proyecto implique al máximo de profesionales, que sea una alianza de grandes equipos a escala mundial, para poner a remar a mucha gente en la misma dirección. Y, para ello, se necesita dinero. El cáncer cerebral siempre ha sido minoritario, y necesitamos que el proyecto de investigación con resultados eficaces se pueda autofinanciar”, expone el médico.
Estimular áreas cerebrales para preservarlas
El sueño de llegar a curar el cáncer cerebral, que la música de todos estos héroes hace avanzar hacia su realización, estira el filón de la excelencia médico-quirúrgica que desde el Hospital de Bellvitge hace tiempo que se está escribiendo. El equipo del neurocirujano Gabarrós ha sido pionero en intervenciones del cerebro a la carta, es decir, adaptando unas tareas que el paciente realiza durante un tiempo de la operación, en el que está despierto. Lo han hecho, por ejemplo, con un batería. Unos bongos de percusión permitieron que el neurocirujano preservara con plena seguridad toda la región del cerebro involucrada en el ritmo. Mientras el doctor Gabarrós operaba, el músico iba tocando.

También por primera vez idearon unas tareas para un paciente informático. “Lo hicimos con ayuda de un grupo de investigación en cognición y plasticidad cerebral y con neuropsicólogos. Y como era la primera vez que se hacía en el mundo, lo retransmitimos en exclusiva”, explica el neurocirujano de Bellvitge, que también habla de esta experiencia con jugadores de ajedrez. “Intentamos ponernos en la piel del paciente, facilitarle la vida, humanizar, que quiere decir simplificarle los pasos a seguir, desde el mismo acceso a la consulta, el paso por el quirófano y todo aquello en lo que podamos ayudar”.
Pero el cerebro continúa guardando muchas incógnitas. Hay funciones cuyo origen en él cuesta identificar. Allí donde reside el gobierno de nuestras reacciones y la fuente de nuestro aprendizaje hay una amalgama de enigmas por resolver. Aunque el avance tecnológico ha favorecido mucho el progreso para conseguir alargar de manera notable la vida de los pacientes. Cada vez que las manos del cirujano Gabarrós entran en los guantes para operar, neuroanestesistas, neuropsicólogos y neurofisiólogos lo acompañan en una tarea minuciosa, exigente y compleja, de sanear, sin ocasionar déficits neurológicos. Aprender a convivir con la muerte, a digerir resultados no deseados y a informar de ellos a pacientes y familiares también ha sido un ejercicio implícito en la carrera de más de veinticinco años como neurocirujano. Siempre con la esperanza de llegar a curar.