“De volver a nacer, lo haría todo al revés, aunque estoy contenta de poder dedicarme a lo que me gusta”, confiesa Mª Ángeles Cabré tras entrar acalorada en el Bar, apostarse en la barra y, abanicándose con unos papeles que lleva en la mano, pedir una clara y apagar la radio para que no enturbie la conversación.
“Creo que nací con las pilas de la rebeldía puestas —afirma la escritora, periodista, investigadora y fundadora del Observatorio Cultural de Género, Mª Ángeles Cabré—, ya en la universidad constaté que las mujeres seguimos siendo casi invisibles, en los programas ni aparecíamos. Así, empecé a reseñar libros de mujeres, tarea que he continuado haciendo. Después, ya en mis cuarenta, volqué mis fuerzas en el activismo feminista sin posibilidad de retorno y, en 2013, fundé el Observatorio, un pequeño instrumento para sacudir conciencias e invitar a la paridad en la cultura”.
Chica de letras, tal y como se define a sí misma, Mª Ángeles Cabré lleva tres décadas dedicada a los libros en cuerpo y alma, “sobre todo en cuerpo, porque la verdad es que cansa”. Hasta la fecha lleva publicados trece libros propios, algunas antologías, un centenar de traducciones y muchos artículos, porque empezó a colaborar en prensa muy joven.
La activista y escritora se muestra satisfecha con los que define como “algunos pequeños logros” —en realidad, no tan pequeños— como conseguir que en el vestíbulo del CosmoCaixa haya una figura de Madame Curie o haber organizado el Premio de Periodismo Feminista María Luz Morales, “que recupera a esa gran figura del periodismo cultural y alienta un periodismo tan necesario”.
La Barcelona que se ha contado menos
La última hazaña de esta barcelonesa de 1968 es el imponente ensayo, Flors i violes. La Barcelona literària en clau femenina, recién publicado por el Ayuntamiento: “un volumen voluminoso, pero divulgativo que ofrece la otra cara de Barcelona, la que se ha contado menos”, puntualiza la autora, que cuenta en sus páginas ignotas historias protagonizadas por mujeres de esta ciudad: “En La Pedrera vivió la bella Teresa Mestre de Baladia, de trágica historia; en el Ateneu Barcelonès, la escritora Aurora Bertrana habló de feminismo ante una nutrida concurrencia; en el antiguo Hotel Ritz la mecenas Isabel Llorach organizaba conferencias de prestigio y, en el Flash-Flash, cenaba la Gauche Divine en pleno. Allí acabo mi libro, por cierto”.
Con una sonrisa de orgullo por el trabajo hecho y por todo el que queda por hacer, en términos de paridad cultural, Mª Ángeles añade que “también me dedico a dar conferencias que dan voz a las mujeres, que aún tienen poca y necesitan muchos altavoces”.
— ¿Y estás preparando algo nuevo?
— Entre otras cosas, estoy preparando una antología de artículos de Anna Murià, una de las letraheridas republicanas de las que aún queda mucho por decir. Saldrá en 2022.
Civismo y compromiso
“Quisiera poder estar muy orgullosa de Barcelona, y eso implica que entendamos de una vez que convertirla en una ciudad provinciana no es el camino. A Barcelona ahora le sobran botellones y le falta vida. Veo esfuerzos por hacerla sostenible —es un decir—, pero no por hacerla interesante“, deplora Mª Ángeles, antes de sentenciar: “Falta imaginación y compromiso con una ciudadanía cívica que ya parece franca minoría”.
La activista vive actualmente en el Empordà, pero confiesa seguir “con un pie en la ciudad” y no haberla abandonado. “Ahora mi relación es tensa: me duele ver su deterioro y su resignación. Esta no es la Barcelona que quiero y no soy la única que se queja. También lamento que la vida cultural barcelonesa haya ido a menos tan sustancialmente. Sigue siendo una ciudad estupenda porque nadie le roba su carisma, pero o nos ponemos las pilas o la perderemos”.
Apenada por “cómo hemos normalizado que haya tanta gente durmiendo en las calles y pidiendo caridad” y asqueada “por el incivismo, que va en aumento a pasos agigantados, bicicletas y patinetes y pseudografiteros”, Mª Ángeles define la actual Barcelona como “una selva urbana donde parece que no haya normas” y echa a menudo en falta una “Guardia Urbana, que brilla por su ausencia”, profiere antes de concluir su clara y sumergirse en un silencio reflexivo.
— Lo que no brilla por su ausencia aquí es la oferta gastronómica, ¿querrás comer algo? ¿Menú? ¿Raciones? ¿Plato combinado?
— Suelo quedar con las amistades para tomar menús por el centro de Barcelona. Pero también soy muy de tapeo, que es un gran invento—, repone, recuperando de repente la sonrisa.