El Castillo de Riudabella es uno de los símbolos de la Conca de Barberà.

La Conca de Barberà o el reino del Trepat

La denominación de origen ha definido su personalidad y singularidad entorno de esta variedad de uva, que ha triplicado la producción en los últimos doce años, fundamentalmente de vino rosado, pero cada vez más también de tinto

El 22 de octubre de 2019 la fuerza del río Francolí se lo llevó todo. La bodega Rendé Masdéu desapareció por el golpe de la riada, pero, paradójicamente, este trágico suceso también la hizo saltar a la fama, ya que se publicaron decenas de titulares y se desató una gran oleada de solidaridad para ayudar a la familia propietaria no sólo a recuperar las botellas que no se rompieron —el llamado vino de barro—, sino también a seguir adelante. Como así ha sido. Además de descubrir a Rendé Masdéu, este suceso, de paso, sirvió para que muchos ciudadanos conocieran o pudieran ubicar en el mapa la Denominación de Origen Conca de Barberà, una de las más pequeñas de Catalunya en cuanto a cuota de mercado, pero con muchísima historia.

Situada al norte de Tarragona y flanqueada por los ríos Francolí y Anguera, la Conca de Barberà es un territorio vinícola muy bien delimitado y rodeado de cadenas montañosas como las montañas de Prades. Pueblos como Barberà de la Conca, Montblanc, Poblet, Rocafort, Sarral, la Espluga de Francolí y Blancafort forman parte de la denominación de origen, que actualmente suma 2.875 hectáreas de superficie de viñedo, cultivada por 647 viticultores.

En la Conca se hace vino desde antes del Imperio Romano, pero tradicionalmente ha sido una zona de producción de vino a granel donde toda la actividad estaba en manos de grandes cooperativas constituidas a principios del siglo XX y que construyeron grandes bodegas modernistas, conocidas como las catedrales del vino. Con los años, sin embargo, esto ha ido cambiando y en la zona existen ahora 23 bodegas que elaboran 8.000 hectolitros de vino, ahora ya sí, en buena parte embotellado. Un elemento impulsor de este florecimiento de nuevas bodegas ha sido el Viver de Celleristes, ubicado en Barberà de la Conca, en el primer edificio cooperativo de España, construido en 1903. En esta incubadora de emprendedores del mundo de vino han nacido más de quince bodegas desde 2007 y algunas han conseguido gran éxito comercial.

En Catalunya, en términos de consumo, la DO Conca de Barberà, según el Incavi, tiene una cuota de mercado de sólo el 0,4% y se sitúa a la cola de las DO catalanas junto con la DO Tarragona (0,3 %) y la DO Alella (0,2%). En total, las once denominaciones de origen de Catalunya suman una cuota del 41,5% en el consumo total de vino.

Pero el volumen, en el mundo del vino, no es lo más importante, todo lo contrario. La Conca de Barberà tiene un gran tesoro: una variedad autóctona prácticamente exclusiva de la zona, el Trepat, que tradicionalmente se ha destinado a elaborar vinos rosados, pero que ahora, gracias al impulso de las nuevas bodegas, demuestra también su gran potencial en tintos. En 2004 había una sola bodega que elaboraba negros de Trepat y ahora ya son unas quince.

Hasta no hace mucho, el Trepat se veía como una variedad menor, pero ahora vive un momento dulce gracias a la preferencia de los consumidores por vinos ágiles, amables y fáciles de beber, sin renunciar a elaboraciones que persiguen la complejidad y la guarda. La producción de vinos con esta variedad de uva ha pasado de los 42.300 litros (56.400 botellas de 0,75 cl) a 151.521 (algo más de 200.000 botellas), es decir, se ha triplicado entre 2007 y 2019. “Con los años, la Conca ha realizado un proceso para definir su identidad hacia el Trepat; 19 de las 23 bodegas han calificado vinos con esta variedad, sean tinto o rosados ​​”, explica Bernat Andreu, de la bodega Carles Andreu y ex presidente de la DO.

La DO incluye más de 2.800 hectáreas y 23 bodegas.

En la Conca, sin embargo, no sólo encontramos Trepat, hay otras variedades típicas catalanas y también, a finales de los años 80, se comenzaron a plantar muchas variedades foráneas y hoy encontramos viñedos de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Garnacha negra, Chardonnay, Sauvignon blanc y moscatel de Alejandría.

En la denominación de origen conviven pequeñas bodegas como Rendé Masdeu,  Carles Andreu, Clos Montblanc, Castell de Riudabella, Mas de la Pansa, Josep Foraster, Molí dels Capellans o Rosa Mª Torres con otras propiedad de grandes empresas, como Abadía de Poblet (del grupo Codorníu), Cara Nord (del grupo Tomàs Cusiné-Castell del Remei) o Familia Torres, que elabora los míticos vinos Grans Muralles y Milmanda y, más recientemente, Sons de Prades. El movimiento cooperativo sigue vivo con Cellers Domenys (fruto de la fusión de siete cooperativas), la Agrícola de Barberà, la Cooperativa Agrícola de la Conca, y la Vinícola de Sarral, que es la mayor productora de la variedad autóctona Trepat, muy utilizada en la producción de cavas rosados.

La uva de la variedad Trepat define la identidad de la DO Conca de Barberà.

Pero volvamos al principio. ¿Qué pasó con Rendé Masdeu? La riada no fue el fin, todo lo contrario, fue el inicio de una nueva etapa. Sí, se perdió toda la vendimia de 2019 y todos los vinos de crianza que se guardaban desde 2014, y ya no queda nada de la antigua bodega. Hace un año, la empresa se trasladó a unas nuevas instalaciones situadas a dos kilómetros, un antiguo molino harinero que tuvieron la oportunidad de comprar y que acoge también un restaurante y una enotienda. “Hemos vuelto a empezar de cero”, explica Mariona Rendé, que consiguió reunir 7.000 euros gracias a las donaciones recibidas fruto de la solidaridad y la venta de las botellas de vino de barro salvadas de la riada. La cosecha de 2020 ya se procesó en esta nueva bodega, donde ahora se quiere poner también en marcha un negocio de turismo rural con unos apartamentos para ocho personas. Ya han salido a la venta tres vinos jóvenes de la última vendimia y habrá que esperar a 2023 para probar los primeras crianzas de la nueva etapa.

La nueva bodega Rendé Masdeu se ha ubicado en un antiguo molino harinero.