Con más de cien años de historia, esta es la verdura más emblemática del Baix Llobregat y, en realidad, reina en todos los cultivos del Delta del Llobregat ocupando, según datos del Ayuntamiento de El Prat, más de 500 hectáreas cultivadas en toda la comarca. Esto es así gracias a una tierra rica en minerales, promovida porque el delta de este río, como todos los deltas, es un terreno que a lo largo de los siglos ha acumulado sedimentos y se ha convertido en rico y fértil. Además, tanto la moderación del mar Mediterráneo como el calor que proporcionan las montañas de Collserola, Garraf y Montbaix-Montpedrós favorecen las temperaturas moderadas y, con ellas, las producciones de gran calidad alejadas de las heladas.
Todos estos fenómenos hacen que la Barcelona metropolitana cuente con una riqueza vegetal de la que se benefician los mercados y restaurantes; pues, según detallan en El Prat, la mayor parte de la producción de la alcachofa Prat se destina a Mercabarna para el consumo metropolitano. “Así, la alcachofa que se ha cosechado por la mañana, al cabo de unas horas, está a la venta en las paradas de los distintos mercados municipales”, detallan.
En la ciudad de Barcelona, la alcachofa entra discreta y sigilosamente en muchos platos, especialmente como actriz secundaria, pero también en muchos casos como franca protagonista de un espectáculo gustativo de derivadas muy particulares. En el mismo El Prat, en el kilómetro cero en sentido estricto, se encuentra el Céntric Gastro, que propone risotto de alcachofa Prat, pota blava y jugo de asado para chuparse los dedos, así como tataki de ternera eco, dem-glace y alcachofa Prat para disfrutar de este ingrediente con una carne a su altura. También hay alcachofa al horno con carbonara de tocino para los más sibaritas.
Asimismo, ahora que todavía es tiempo de calçotadas por unas jornadas más, las alcachofas están en platos a la brasa que se sirven siguiendo el relato basado en el fuego y en los vegetales de temporada, como una bailarina más. Es el caso del restaurante Cal Pupinet, en Castellbisbal, que sirve a mitades para compartir en grupo.
Ahora bien, su preparación como ingrediente protagonista tiene sugerencias muy atrevidas, como las propuestas que hacen en el restaurante Solraig de Castelldefels, del grupo de restauración muy presente en la población, Tibu-ron. Allí las sirven cocinadas con almejas en un plato tan sencillo como solvente; y también confitadas con foie y huevo frito para saltar a otra dimensión. En la Masía Villalonga de Sant Cugat del Vallès proponen degustar las alcachofas de temporada a base de corazones con un cremoso de queso Payoyo y crujiente de jamón ibérico.
También en la ciudad de Barcelona, la alcachofa es un ingrediente exitoso y es aprovechado con avidez por restaurantes como Pepa Tomate. Su director ejecutivo, Gerard Sucarrats, explica que la alcachofa aporta en su carta el valor de ser “un producto de temporada y de comercio de proximidad”, ya que solo utilizan la variedad Prat. Además destaca que su presencia permite tener una opción vegana a la carta.
“La alcachofa puede prepararse de muchísimas formas y el sabor varía según la cocción, con un mismo producto puedes hacer propuestas diferentes durante la temporada”, remarca Sucarrats, aunque lamenta que este año este producto llega en menor cantidad y calidad que otros años, por falta de frío, a lo que se suma que este año cuesta hasta cinco veces más que lo habitual.
La alcachofa también tiene esta temporada una sugerencia de lo más ambiciosa en Dos Palillos con una tempura de alcachofa con café y limón, que permite disfrutar de la flor en su punto álgido y que es uno de los postres del menú degustación del restaurante.
La leyenda del cardo
Según cuenta una leyenda de la Inglaterra isabelina, la alcachofa fue creada cuando una mujer muy bella enfureció a los dioses y estos la convirtieron en un cardo. Desde entonces, los médicos empezaron a recetar la alcachofa para rehacer la libido de los hombres. Este producto, que lleva cien años en nuestro país, ya se consumía en la Italia del siglo XV proveniente de Sicilia y siendo un ingrediente común en la Toscana.
Según la historia consensuada para este ingrediente, fue a través de la boda de Catalina de Médici con Enrique II que se introdujo en Francia, gracias a que este adoraba los corazones de las alcachofas. De Francia saltó a América y no fue hasta el siglo XIX que la agricultura del Baix Llobregat la abrazó con la llegada del riego, con cultivos que empezaron a extenderse a primeros del siglo XX.