Normal lleva escaso mes y medio abierto, concentrando las miradas de muchos curiosos que desean ver cómo los Roca abordan este peldaño intermedio gastronómico. No sorprenderá saber que este proyecto llevaba tiempo gestándose y no es hasta pasada la primera parte de la pandemia que empieza a tomar forma. Joaquín Cufré, jefe de sala, introduce la experiencia de esta forma tan certera: “Que Normal fuera un lugar donde disfrutar de platos de cuchara, tenedor y cuchillo, así como guisados sabrosos, ya estaba en la mente de los hermanos Roca desde hace tiempo”.
En esencia, Normal busca crear un círculo de coherencia alrededor de platos reconocibles no sólo por su receta sino por sus ingredientes. Desde la sencillez y el respeto, dando a esta cotidianidad un nuevo enfoque. Todo en Normal busca ensalzar lo local: desde la cerámica Pantaleu de Palau Sator, el diseño de recuperación de Andreu Carulla o las verduras de Terra Endins, el proyecto que desde El Celler se está implementando en la Masia para ir consiguiendo abastecer a la totalidad de restaurantes paulatinamente. ¡Incluso la manzanilla proviene de Mas Marroch! Esto es contar con el territorio para trasladarlo a la mesa de una forma más cercana, dejando la floritura y el concepto en manos del Celler.
Si Joaquín Cufré regenta la sala, la cocina está dirigida por la jovencísima Eli Nolla, que aunque respaldada por los hermanos, tiene una posición donde recibe más visibilidad y responsabilidad, ganada a pulso. “La carta está hecha con los Roca”, explica Nolla, “con la idea que a medida que vayamos rodando, el equipo tome más las riendas y pueda proponer la introducción de uno o dos platos semanales según la temporada, con la idea de aprovechar el producto cuando está en su mejor momento”.
Se percibe entusiasmo en esta etapa. Nolla asegura que “Normal sería el restaurante que yo habría abierto”; Cufré afirma que “después de cinco años en el Celler, este proyecto en Girona me sedujo tanto que me postulé para formar parte del equipo” y Joël Calsina (sumiller) se sonríe cuando explica que “los vinos que ha escogido Josep provienen de su corazón”. Entusiasmo ante un proyecto que está bien atado, es coherente y trabaja con un ticket medio muy correcto: entre 50 y 70 euros. La ubicación, en pleno casco antiguo de Girona, es otro punto a favor.
La carta presenta otra estructura “normal”: entrantes, primeros y principales. Corta y concisa, todos los platos de la misma resultan apetecibles: tortita de camarones con gambita blanca (el plato preferido de Pitu), croqueta de jamón elaborada con leche de oveja, la tortilla abierta en homenaje a Sacha o la berenjena blanca (¡el foie vegetal del Bages!) en tempura con una salsa agridulce. La lluerna en adobo o la caballa con ajoblanco son buenas opciones para pedir para compartir. El que sin duda será plato estrella es el arroz de pichón, pura melosa suculencia en una ración más que justa.
Las opciones de bodega ya parecen menos normales, pero el adjetivo “normal” se aplica en el criterio de Josep Roca para escoger esas 380 referencias que seguramente irán in crescendo: reunir la grandeza del payés y del pequeño viticultor en una voluntad de recopilar todos los vinos de los pueblos de la D.O. Empordà que vinifican (alrededor de unos 25). A ese compendio se suman referencias de Beaune, reflejo del aprecio de Pitu por La Borgoña, y no faltan tampoco exponentes de Jerez, Riesling y Priorat. Una bodega que refleja ese mimo íntimo que los Roca han impreso en hacer de Normal todo un acontecimiento.
Normal era que este peldaño intermedio se hiciera realidad. Así, podemos disfrutar del genio de los Roca y su equipo en su más alta expresión en el Celler o incluso viajar a través de la memoria y degustar los platos icónicos de este trío estrellado. Normal será un recurrente, un formato para repetir más a menudo y, con este nuevo hit en el mapa gastronómico, Girona gana visibilidad frente al público local y al mundo entero.