Joaquim Uriach entrevista
El presidente del Palau de la Música, Joaquim Uriach.
ENTREVISTA A JOAQUIM URIACH

“El Palau enseña que Barcelona puede ser catalana y universal a la vez”

El presidente del Palau de la Música nos habla no sólo de la misión del auditorio modernista, o de sus actuales líneas de actuación, sino de la actitud. La actitud personal, social, política, cultural. Partidario de apostar por lo permanente y estructural, considera que Barcelona se encuentra en un gran momento pero que necesita creer más en su singularidad. El turismo de calidad, dice, no es el que tiene dinero sino el que sabe dónde está porque tiene la cultura o tiene las ganas de conocer. Es lo mismo que podría decirse, sin duda, de un presidente de calidad.

— ¿Qué hace un empresario farmacéutico en el mundo de la música?

— Mi familia siempre ha estado vinculada a la música. Mi tatarabuelo ya era un asiduo del Liceu, tenía una peña en el Cercle e invitaba al tenor Julián Gayarre al palco, y además su hermano estaba muy insertado en las asociaciones wagnerianas barcelonesas. De hecho, este hermano aparece en uno de los folletos que se editaron en homenaje a Joaquim Cabot, quien como ya sabes fue el presidente del Orfeó que levantó el Palau de la Música. De hecho, este familiar pertenecía a esa junta.

— Todo queda en familia, veo.

— Me ha venido muy de herencia, en definitiva. Podemos decir que pertenezco a esta tradición de burguesía catalana implicada, participativa, interesada en la cultura. Al Palau, por ejemplo, me llevó a mi abuelo por primera vez. Y me llevó también a los festivales de Pascua en Salzburgo, cuando yo tenía unos catorce o quince años, y pude ver a Karajan dirigiendo la Filarmónica de Berlín. ¡Karajan, que tenía unas manos como pájaros!

— Unas manos como pájaros. Anotado.

— Me tragué el Parsifal de muy joven, yo.

— Un comienzo duro. Lo siento.

— En cualquier caso, de ahí me viene la afición. ¿Y cómo es que paso a ser presidente? Pues por haber asomado por aquí durante años, y porque en el 2009, tras el caso Millet, se crea una Junta de transición (una especie de “hombres buenos” y “mujeres buenas”) que después pasó a convertirse en la Junta de Mariona Carulla. Con vocación ya no de continuar con la dinámica anterior, sino de servir. De servir a la música, a Barcelona y a la cultura catalana.

— Servir. Jesuitas.

— Exacto. Dar, y dar por pasión. Mi padre ya era así, y yo he seguido esa escuela jesuítica de hacer. De hecho, yo no pensaba en ser presidente del Palau. ¡Pero es que tampoco de ESADE, ni siquiera de Uriach! Pero estás allí, y haces las cosas bien, y demuestras no tener una agenda oculta, y entonces una cosa lleva a la otra supongo.

— Importante, lo de las agendas ocultas.

— También sería deseable en política. Se notaría mucho, si la gente que se dedica dejara de tenerla. Déjame añadir, además, que ahora mismo nos encontramos con políticos que por lo general son poco cultos. Poco leídos. Creo que para poder ir por la vida debes saber sobre historia, geografía, geopolítica.

— Este factor de burguesía barcelonesa, ¿realmente es un rasgo diferenciador de la capital?

— En Barcelona y Catalunya, si somos lo que somos, es por la energía y por la creatividad que hemos demostrado y no por el poder político que hemos podido tener en los últimos siglos. No somos un país de recursos naturales (Verdaguer decía que tenemos unos ríos que parecen el chorrito de un porrón!) ni hemos tenido últimamente tanto poder público como teníamos en la era medieval. Por tanto hemos vivido de la herramienta y del trabajo. Yo creo que esto no se ha perdido. Eso sí: quizás se está transformando.

“Creo que para poder ir por la vida debes saber sobre historia, geografía, geopolítica”

— ¿En qué sentido?

— Las asociaciones, fundaciones y sociedad civil catalanas todavía existen, y el factor asociativo de hecho tiene su origen en Clavé. Pues bien, eso de hacer las cosas, llevarlas a cabo de forma colaborativa, quizás ahora pasa por un momento más individualista. Las asociaciones, fundaciones, etcétera, quizás ahora dependen más de individualidades concretas que funcionan. Líderes con empuje que, de no ser por ellos, quizás la entidad no sería lo mismo o no haría lo mismo.

— ¿El Orféo es presidencialista?

— No, no lo es. ¿Verdad que no?

— Yo creo que no, pero el entrevistado eres tú.

— No, no lo es ni pretende serlo, pero evidentemente que haya un presidente o un director determinados marcan mucho el día a día de cualquier institución. Yo creo que siempre acabamos saliendo, en este país, con altibajos. No estoy precisamente nostálgico, creo que estamos en un gran momento. A veces, la política puede ser mejorable, pero todo queda compensado por el dinamismo social y económico que tenemos. Debemos ser más optimistas, creo que ahora nos metemos demasiado con el vecino y nos olvidamos de empujar hacia adelante. Desde el Palau colaboramos con el Liceu y el Auditori para realizar estos conciertos en la playa con motivo de la Copa del América, y querríamos hacer muchas más colaboraciones de este tipo.

Uriach Palau de la Música

— ¿Barcelona y el Palau de la Música están bien situados, en el mapa actual?

— Mira: fuimos a Hamburgo hace poco, el Orfeó actuó en dos salas de conciertos. Una de ellas es también de 1908, del mismo año en que construimos nuestro edificio: nada, algo pastelero con dorados. No sabían: entonces, y lo digo con rotundidad, lo modernos que éramos nosotros. El tándem Joaquim Cabot y Lluís Domènech i Muntaner era imparable. O el fenómeno del Eixample, el derribo de las murallas…

— ¿Y hoy?

— En cuanto a hoy, el talento: hay mucho talento trabajador y creativo. Lo tenemos, y al talento de fuera también le gusta venir. Madrid en cambio ha apostado por el modelo del sector inmobiliario y por ser la capital del mundo hispanoamericano, y de hecho creo que ahora no saben cómo revertir esta apuesta. Nosotros hemos optado por un modelo más estructural, en Madrid hablan de libertad pero las listas de espera en los hospitales son terribles. Muy “café con leche en la plaza Mayor”, y poco proyecto sólido. Permanente. Aparte de que se lo deben llevar todo: como tú dices a menudo, no tiene sentido que el Gernika no esté en Gernika.

“Hay mucho talento trabajador y creativo. Lo tenemos, y al talento de fuera también le gusta venir”

— ¿Pero nuestro modelo todavía tiene sentido? ¿Podría estar envejeciendo?

— De ninguna forma. Nunca dejará de tener sentido, como tampoco dejará de tener sentido la vinculación del Palau con el catalanismo, la soberanía, la autodeterminación. Simplemente, somos distintos. Más enfocados hacia el Mediterráneo y hacia Francia, tan simple como esto. Por eso reivindico que los políticos estén a la altura, necesitamos políticos que hayan hecho algo antes de hacer política. Mira a Cabot: se metió en política, pero se le conoce por el Palau porque la política no le fue bien. Como tantos otros que querían construir cosas permanentes. Si tienes que hacer política que sea para cambiar las cosas, como intentamos hacer los que no estamos.

— ¿Y la cocapitalidad con Madrid?

— Yo soy más de “escolta, Espanya“. Lo que decía de la “corte” que lo quiere absorber y centralizar todo, eso debemos combatirlo y cambiarlo.

— ¿Barcelona está en un buen momento?

— Rotudamente, sí. Está creciendo, tiene ganas de renacer, de ensancharse de nuevo. Se están haciendo muchas cosas, todo el mundo nos quiere, no sólo la Fórmula 1 o la Copa del América sino también los proyectos en biomedicina, la búsqueda de talento, los hubs tecnológicos y sanitarios, incluso en gastronomía ahora somos los mejores del mundo. ¡Somos de las pocas ciudades con cuatro restaurantes de tres estrellas Michelin!

“Barcelona está creciendo, tiene ganas de renacer, de ensancharse de nuevo. Se están haciendo muchas cosas, todo el mundo nos quiere”

— Vamos dentro del Palau: ¿qué líneas está siguiendo bajo tu presidencia?

— Por un lado, mejorar la vida de las personas a través de la música. Como en su inicio, donde la intención era que los ciudadanos de Barcelona dejaran de ir a la taberna y vieran una actividad que les haría más fuertes, más felices y más libres. Y, por otra parte, mejorar la sociedad en general a través de tres ramas: el canto coral…

— El Orfeó.

— Sí, y ahí déjame decir que el Orfeó está en el mejor momento de su historia. Nos quieren en Berlín, en Hamburgo, en Estocolmo, en Los Ángeles… ¿Recuerdas a Cabot, como les sacaba de gira? Pues él lo conseguía, digamos, haciéndose invitar o pagando. ¡A nosotros nos llaman! Y ya viste el espectáculo del Cor de Noies el año pasado en el Grec, que fue a Canadá y a Austria. Y ahora el Cor de Cambra ha estado en Los Ángeles haciendo el Fidelio con Dudamel. En definitiva, imparables.

— Las otras ramas.

— La segunda sería la programación artística. La tenporada que viene va a actuar dos de las tres mejores orquestas del mundo, la Filarmónica de Viena y la Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam. Y nos viene Kaufmann, y es que tengo que decirte que cuando los artistas vienen a tocar en el Palau se enamoran. Del jardín de piedra, de la atmósfera, de la ciudad, de todo: “Nunca se toca mal en el Palau”, dicen a menudo. Que es la tercera rama que quería comentarte: el espacio patrimonial. Este edificio modernista no sólo incrementa visitantes sino que, además, apunta claramente a un turismo de calidad. Que no quiere decir dinero, como se confunde con demasiada frecuencia desde la política, sino gente que aprecia la cultura y el arte.

Joaquim Uriach

— Pero el Palau no puede competir con la Sagrada Família.

— Debemos darlo a conocer mucho más. Mira: la Sagrada Família es Gaudí (que es un nombre más fácil de pronunciar que Domènech i Montaner), tiene el factor inmensidad y verticalidad, y además tiene ese añadido de relato que da el hecho de llevar 100 años construyéndose. ¡Nosotros nos construimos en tres años!

— Cierto.

— Nosotros somos una joya como lo es el Hospital de Sant Pau, pero te diré otro valor que tenemos: ¡nosotros podemos decir que somos el único edificio modernista de Barcelona que todavía desarrolla principalmente la función para la que fue pensado!

— A ver… déjame repasar.

— Repasa, repasa.

“¡Nosotros podemos decir que somos el único edificio modernista de Barcelona que todavía desarrolla principalmente la función para la que fue pensado!”

— Es cierto.

— Y ahora tendremos la reforma de la Via Laietana, que pensamos aprovecharla para hacernos ver aún más. No somos sólo patrimonio arquitectónico: somos patrimonio simbólico del catalanismo y la catalanidad. “Más que un coro”, que dicen. Debemos dar a conocer todo esto, ofrecer un relato que indique al visitante dónde está exactamente. Y hace falta integrarnos más dentro del barrio: por eso nos hemos quedado un local, de 300 metros cuadrados en la esquina con Via Laietana, en la calle de Ramon Mas, que quiere acercar el Palau a una vía principal de la ciudad. Queremos que la Via Laietana sea una vía prémium, de calidad: como sabes, su concepción fue una idea de la burguesía del momento. Conectar el Eixample y el puerto, con un estilo similar a la Escuela de Chicago. Incluso Cambó se puso la casa.

— Corre el riesgo de degradación, cierto.

— Y ahora, lo que queremos, es contribuir a ennoblecerla. En este espacio pondremos las taquillas, la tienda, algo de exposición, una referencia clara a la cultura catalana… Piensa que la Via Laietana se inauguró el mismo año que el Palau, en 1908, ¡y que el urbanista del tramo inferior fue el propio Domènech! Lo que queremos evitar es que la vía se ramblice. Ahora podremos tener un mejor acceso.

— Pero ha recibido muchas críticas, también, la reforma. Por cómo ha concebido el tráfico rodado.

— Pienso que sobre todo es a raíz de quienes vienen de fuera de Barcelona a trabajar: el problema es el desastre del servicio de Rodalies, que lo hace todo imposible.

“Queremos evitar que la Via Laietana se ramblice

— ¿Barcelona puede ser cosmopolita, reivindicándose como catalana?

— El Palau es exactamente eso: catalanidad y universalidad. Mira el escenario del Palau: a la derecha tienes Beethoven, la música clásica internacional, y también las Valquirias de Wagner (es decir, la ultramodernidad del momento). Y, a la izquierda, tienes a Clavé: el factor local, territorial. Y las 18 musas, que representan el global de la música española con castañuelas, sacs de gemecs, referencias a la música vasca… ¡Quiero decir que, si somos algo, es una institución catalana y de carácter abierto!

— Los conciertos de flamenco para los turistas.

— La mejor bailaora de la historia era catalana.

— Carmen Amaya.

— Exacto. Pero es que lo que nosotros ofrecemos es de máxima calidad, y perdona, como todo lo que aquí se hace. Nosotros ofrecemos exclusivamente excelencia y calidad, e incluso tenemos una comisión que vela por estos aspectos. Si atraemos a turistas, son de calidad y no de paella y sangría.

Joaquim Uriach

— ¿Qué música te gusta a ti?

— Uy. A ver. Soy de Springsteen. Y de Elvis, mucho. Y de cantautores: Serrat, Llach, Raimon, Sisa… y también cantautores de fuera.

— ¿Y en sinfónico u ópera?

— Mozart, y perdóname, un poco antes que Beethoven. Creo que Rossini dijo que Beethoven era el mayor pero que Mozart era único: “¡A Mozart se le quiere, no se le prefiere!”. Pues eso: un personaje europeo, viajado, generoso… lo tiene todo. Y, después, Richard Strauss. Y los conciertos de piano, por lo general.

— ¿Tocas?

— Toco el piano. Empecé hacia los dieciséis años, pero después empecé Derecho y abandoné. Y lo he recuperado a raíz de la pandemia, por lo que ahora hago una hora de clase a la semana. Nada, sonatas fáciles de Mozart.

— ¿Lo mejor de presidir el Palau?

— El sueldo emocional. Que es el único, por cierto. Pero claro: poder ver de cerca a Anne-Sophie Mutter, mi ídolo cuando yo era pequeño, o poder cenar con Yuja Wang… es que no tiene precio.

Entrevista Joaquim Uriach

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