La escritora y narradora oral Inés Macpherson.
La escritora y narradora oral Inés Macpherson.
EL BAR DEL POST

Inés Macpherson: Historias que narrar

El cielo ha oscurecido y se respira, en el Bar, un cierto aire de calma, sostenida por las notas del Arriving somewhere but not here de Porcupine Tree. “Ante todo, soy narradora de historias. Llevo veinte años explicándolas: las escribo, las narro en voz alta y durante un tiempo incluso las bailé, porque teníamos un grupo de danza con el que intentábamos crear historias danzadas”, afirma la escritora y narradora oral Inés Macpherson, vespertina caña de cerveza en mano.

“Una de las cosas que destacaría de mi trayectoria es la decisión de poder hacer algo para celebrar el tipo de autores y autoras que me fascinan y el género literario que me mueve”. Así, Inés ha trabajado a fondo, desde muchos prismas distintos, el género fantástico y la ciencia ficción, siendo su última hazaña la novela Els fils del mar (Spècula). 

“En ella he unido algunas de mis pasiones: el mar, los monstruos y una reflexión sobre cómo construimos los relatos, tanto los de ficción como los reales”, explica esta apasionada y profunda conocedora de la figura de Ray Bradbury, a propósito de un libro que habla de miedos, de supersticiones, de coraje y de la aceptación del propio ser poniendo en entredicho el canon establecido.

Enamorarse de contar historias

Licenciada en Filosofía por la UB, durante su primer año de carrera la narradora se topó, junto con un par de compañeros, con un folleto que anunciaba cursos de narración oral. “No teníamos ni idea de lo que podía ser, pero decidimos ir a la charla inicial en La Casa de los Cuentos, que llevaba la magnífica Numancia Rojas”. Fue un flechazo. “Me enamoré del arte de contar cuentos”

Els Fils del Mar, la última novela de Inés Macpherson

Rojas fue la que llevó a Inés y sus amigos a L’Astrolabi, un bar en la calle Martínez de la Rosa de Gracia, hoy ya cerrado, que “fue el primer lugar donde pude explicar historias para adultos”. Y es que, aunque la costumbre sea la de identificar la narración oral con el público infantil, la parroquiana defiende que “el hecho de darle vida a una historia con la voz, con las manos, con los silencios, y compartirla con un público adulto, es un regalo”. 

En paralelo, ha trabajado en agencias literarias, ha sido redactora de textos, escribe sobre libros en la sección de cultura de La Vanguardia, lleva clubes de lectura y ejerce como profesora en la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés. “Todo lo que sea poder hablar y compartir la pasión por la lectura y la escritura me mueve, e intento que mi trabajo esté siempre relacionado con eso”. 

Y es un trabajo intenso, pues ahora mismo anuncia que está acabando de perfilar un nuevo libro de relatos y montando “un curso sobre los relatos del cuerpo en la literatura fantástica y otro sobre la mitología y cómo sus historias y personajes pueden ayudarnos a construir historias”. Asimismo, no esconde las “ganas de que llegue el Festival 42 de Géneros Fantásticos de Barcelona, porque poder participar en esa celebración de la literatura no mimética siempre es un placer”.

La ciudad que sigue latiendo bajo el olvido

A la narradora, barcelonesa cosecha del 82, le fascina esa parte de la ciudad que vive en el recuerdo, emparedada o bajo tierra. Trozos urbanos en desuso que un día vibraron de vida. Lugares como la Avenida de la Luz. “La Barcelona oculta, tapiada o escondida. Me parece un espacio muy interesante, sobre todo a nivel creativo. Aquello que no vemos, aquello que ha quedado olvidado para muchos, puede ser un gran inicio para una historia”.

También hay sitios que la memoria emocional mantiene intactos. Rincones desaparecidos de una ciudad que cambia continuamente. “Cada vez que paso por la calle Martínez de la Rosa, por ejemplo, puedo revivir los conciertos en L’Astrolabi, las conversaciones en la esquina de la calle Córcega, y sé que eso, aunque las tiendas, los bares o los vecinos cambien, sigue latiendo entre los muros de los edificios”. 

Lo que le duele es “ver cómo se está expulsando a tanta gente de los barrios porque cada vez es más difícil vivir en ellos por el precio de los alquileres. Una ciudad necesita ser vivida, no sólo observada, y a veces Barcelona parece más una postal, un decorado, que una ciudad real. No está pasando únicamente aquí, ocurre en muchas capitales, pero duele más cuando le pasa a un lugar que conoces bien y que quieres”, lamenta.

—Lo que no es un decorado es nuestra oferta gastronómica. Por si te quieres quedar a cenar, tenemos de todo: tapas, menú, bocatas, platos combinados… ¡Y todo riquísimo!

Inés Macpherson sonríe ampliamente mientras le da vueltas al ofrecimiento:

“Siempre que pienso en tener que contestar este tipo de preguntas, cuando sales con amigos y se plantea el dilema sobre ir a tomar tapas, ir de menú o incluso un bocadillo, pienso en el cuento de Quim Monzó, Amb el cor a la mà”, reflexiona.

—Ajá… ¿Entonces? ¿Te animas a comer algo?

—Lo cierto es que depende del día y de la situación, ¡pero suelo ser más de menú!

—¡Pues no se hable más!

Inés Macpherson narrando historias para adultos © Ramon Josa