Hace un año, el 17 de marzo de 2020, Francesc Terns, un barcelonés de 28 años que tiene un restaurante de delivery, creó una plataforma para repartir comida a los sanitarios que se encontraban en plena lucha contra la covid. Era un momento crítico, caótico y de mucha incertidumbre, pero la respuesta y el apoyo que recibió esta iniciativa fueron tan grandes que se ha convertido en una ONG de referencia en Barcelona. Health Warriors ha conseguido repartir más de 150 toneladas de comida y ha contado con las donaciones de más de cien restaurantes y marcas de alimentación. A lo largo de este año, la entidad ha crecido gracias a la ayuda de decenas de personas, entre las que destacan influencers barceloneses como el deportista Valentí Sanjuan o el jugador del primer equipo del Barça Sergi Roberto.
Ahora, la ONG ha reenfocado el proyecto y reparte la comida y los productos que le llegan a asociaciones y redes de apoyo a las familias vulnerables de Barcelona. Utilizan el espacio Roc35, situado en Poblenou, como almacén y también elaboran bocadillos y otros platos que después reparten. Hace unos días lanzaron una nueva iniciativa llamada Operación Neceser, que consiste en repartir productos higiénicos de primera necesidad a la gente más vulnerable. Hablamos con el creador de esta ONG, Francesc Terns, sobre cómo ha vivido la evolución de Health Warriors este último año.
—¿Qué le impulsó a empezar este proyecto?
Yo tenía un restaurante de delivery y, cuando declararon el estado de alarma y nos confinaron, lo cerré. Los primeros días estuve en casa sin hacer nada, como todo el mundo, y entonces vi que en Madrid había un movimiento solidario que repartía comida de restaurantes a los sanitarios. Entonces decidí que quería empezar a hacer algo parecido. En un inicio Health Warriors no era una iniciativa ambiciosa, simplemente vi que podía ayudar y lo hice, no había un business plan detrás. Decidí que me centraría en los sanitarios porque en aquel momento lo estaban pasando muy mal, hacían jornadas larguísimas y no tenían la atención y el apoyo que merecían. Cuando nosotros les llevábamos comida de calidad, su felicidad era increíble. De hecho nos enviaban mensajes de diferentes hospitales pidiéndonos que les llevásemos comida a ellos también, pero no dábamos abasto.
—Health Warriors ha crecido gracias a las redes sociales, ¿desde un inicio lo planteó para que fuera así o aprovechó la oportunidad?
Desde un inicio lo planteé como un proyecto basado en las redes sociales. Mi idea era conseguir la colaboración de muchos restaurantes y, al final, lo que buscan es la notoriedad, en este caso en Instagram. En 365 días hemos hecho más de 430 publicaciones, al principio publicaba cuatro veces al día. Lo hice a través de Instagram porque creí que los restaurantes estarían mucho más receptivos al hecho de que algún movimiento social les diera notoriedad en las redes.
—Empezó este proyecto solo, pero, ¿cómo logró atraer a más voluntarios a la iniciativa?
Sí, en un primer momento lo hacía todo yo, la logística, buscar los restaurantes… pero al tercer o cuarto día, José, que es taxista, me escribió: “Hemos visto por TV3 que necesitáis coches, nosotros podemos ayudar”. Y Morillo, un voluntario que ha colaborado desde el primer día, también se unió. En pocos días ya había treinta o cuarenta coches dando vueltas por Barcelona. Gracias a ellos pudimos decir que sí a todos los restaurantes que querían colaborar —entre 130 y 140—; sin ellos no hubiéramos podido llegar a todos los sanitarios. Yo, realmente, el único mérito que me atribuyo es que di libertad total a la gente; de haberlo hecho de otra manera, hubiera sido imposible coordinarnos todos. Health Warriors fue una startup social que creció muy rápido, en tres días ya teníamos mil seguidores en Instagram. En el punto más fuerte de la primera ola, repartíamos a 30 hospitales más de 200 raciones diarias.
—El proyecto ha pasado de ser una ayuda a los sanitarios a estar dirigido a familias vulnerables. ¿A qué se debe este cambio de rumbo?
En primer lugar, esto ha pasado porque vimos que los sanitarios, una vez pasada la primera ola, ya estaban muy cubiertos y no tenían tanta necesidad. Después, otro factor importante es que hubo restaurantes que dejaron de donar comida, algo normal, porque fueron recuperando la actividad y no se podían permitir ir dando grandes cantidades de comida. En este punto decidimos que lo mejor que podíamos hacer era dirigirnos a la gente más vulnerable, que al final han sido los más perjudicados por esta situación.
—Entonces, si los restaurantes ahora ya donan menos comida, ¿de dónde sacan los productos?
Sigue habiendo restaurantes que nos dan comida, pero ahora, principalmente, son grandes marcas de alimentación las que nos ofrecen sus productos y gracias a ellas seguimos adelante. Para que os hagáis una idea, hubo un día en que tres grandes marcas de alimentación nos llamaron para colaborar, esto no pasa nunca, pero en aquel momento estábamos en un punto de tanta popularidad que no nos paraba de llegar producto. Esto también ha hecho que hayamos podido llegar a mucha más gente. Grupos muy grandes han confiado en nosotros porque somos muy rápidos y esto es clave. A la que nos llega el producto, en un máximo de tres días, ya lo hemos repartido todo. En el mundo de las ONG tradicionales quizás son más lentos y las marcas a nosotros nos dan mucho producto porque saben que lo sacamos rápidamente.
—Desde hace tiempo ya no sois los encargados de repartir directamente la comida a la gente, sino que la entregáis a asociaciones de diferentes partes de Barcelona. ¿Qué les ha llevado a enfocar el proyecto de esta manera?
Llegó un momento en que teníamos tanto de material que no lo podíamos repartir todo nosotros y, también, cuando dejamos de ayudar a los sanitarios porque ya no lo necesitaban, quisimos ayudar a las familias vulnerables, pero no teníamos las herramientas o el conocimiento que una asociación puede tener. Por eso, decidimos que nosotros asumiríamos un poco el papel de distribuidores. Las marcas nos envían los productos a nosotros y aquí [haciendo referencia al espacio Roc35, un almacén situado en el Poblenou] lo organizamos y lo preparamos para darlo a asociaciones y redes de apoyo mutuo. Algunas de estas asociaciones o redes no pueden acceder al Banc dels Aliments por temas burocráticos o porque quizás no tienen las instalaciones que necesitan. Nosotros les hacemos de proveedores, por decirlo de alguna manera.
—Han creado un modelo de ONG más moderno, potenciando redes sociales y nuevas formas de trabajar. ¿Cree que este nuevo modelo se generalizará en un futuro?
Yo creo que es un modelo de ONG rompedor. Hay dos aspectos que son muy importantes y en los que nos hemos centrado mucho. En primer lugar, la comunicación. Si tú comunicas bien, las marcas, los restaurantes y la gente querrán colaborar contigo y, en esto, nosotros nos hemos centrado en Instagram y nos ha funcionado de fábula. Por otro lado, la logística, que es más complicada porque vale dinero tener un sistema logístico adecuado, pero es factible y, si lo consigues, todo va mucho mejor. No obstante, todo esto también nos ha venido un poco dado, no teníamos la intención de crecer tanto, solo queríamos ayudar dentro de nuestras posibilidades.
—¿Qué planes de futuro tienen ahora que parece que la covid cada vez irá a menos?
Pues seguir con el modelo que hemos implantado. Seguir ayudando a la gente más vulnerable y esperamos seguir creciendo. Ahora estamos en un punto de estabilidad, pero, personalmente, me gustaría poder seguir con un ritmo de crecimiento alto, sobre todo en redes sociales. Cuanto más gente y más marcas confíen en nosotros, mejor, porque podremos ayudar a muchas más personas que se puedan encontrar en una situación de vulnerabilidad. En un futuro, también queremos crear talleres dirigidos a gente vulnerable, el primero que tenemos pensado es sobre cocina. Creemos que es una gran forma de ayudar, porque si tú le das de comer a quien lo necesita, le estás resolviendo el problema a corto plazo, pero si le ofreces formación le estás ayudando a largo plazo.