Este viernes 15 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Democracia. Según Naciones Unidas, que lo estableció en el año 2007, esta celebración es una oportunidad para recordar que la democracia debe centrarse en las personas. Desde el máximo organismo mundial, la democracia es tanto un proceso como un objetivo, y sólo con la participación y el apoyo plenos de la comunidad internacional, los gobiernos, la sociedad civil y las personas, el ideal de la democracia puede convertirse en una realidad para que todo el mundo pueda disfrutar en todas partes.
En Europa somos conscientes de que vivimos unos tiempos en los que las amenazas a la democracia están muy presentes. Los supuestos aprendizajes del convulso siglo XX no han servido para evitar nuevas guerras, el logro del poder por parte de líderes con tics autoritarios o el auge generalizado de partidos representantes de la herencia del fascismo en nuestro continente.
Una vez más, las ciudades suelen diferenciarse de los estados y se configuran, en general, como espacios de resistencia ante estas tendencias. No en vano, el poder local es el más cercano a la ciudadanía y sus actores y, por lo tanto, se encuentra más sometido a escrutinio más allá de las citas electorales.
Las ciudades, además, son en buena medida laboratorios para el desarrollo de nuevos instrumentos de participación y nuevas fórmulas de gobernanza que ayuden a fortalecer la democracia. En las últimas décadas, el paso de la democracia deliberativa a una democracia más participativa ha tenido en los gobiernos locales un fecundo campo de experimentación: presupuestos participativos, asambleas ciudadanas, procesos de co-creación de políticas, laboratorios ciudadanos, proyectos de ciencia ciudadana, etc.
Las ciudades, además, son en buena medida laboratorios para el desarrollo de nuevos instrumentos de participación y nuevas fórmulas de gobernanza que ayuden a fortalecer la democracia
Aun así, como dice Naciones Unidas, también a nivel local hay que cuidar tanto los objetivos como los procesos, poner en el centro a las personas y, añadimos, no dar nunca por hecho que la democracia no puede dar pasos atrás en sociedades como la nuestra. Hay que trabajar y prestar atención permanente a las señales que podamos captar de debilitamiento de los mecanismos democráticos. Y hoy en día se pueden identificar algunos.
Un caso bastante de actualidad lo encontramos en el lawfare, es decir, en la utilización sistemática del sistema judicial para confrontar decisiones políticas. La democracia, efectivamente, se basa en la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y el control mutuo entre ellos, pero cuando se utiliza uno para bloquear a alguno de los demás de manera indiscriminada, como nos muestra esta judicialización constante de la política, empezamos a tener un problema de deslegitimación.
Una deslegitimación que, en general, ya se ha instalado bastante en el imaginario colectivo respecto a las personas que nos representan políticamente, como se desprende de las encuestas del CIS, en las que se comprueba que la desconfianza en los partidos políticos crece progresivamente. Sólo hace falta darse un paseo por las cuentas de cargos públicos en determinadas redes sociales para darse cuenta de hasta qué punto puede esta desconfianza transformarse en ira (las redes no son la realidad, pero son un termómetro que hay que tener en cuenta). Yendo unos pasos más allá, justo antes de las elecciones municipales, el diario Ara denunciaba la situación de alcaldes y alcaldesas víctimas de acoso constante (virtual y real, incluso hacia su entorno familiar) por parte de vecinos y vecinas insatisfechas con sus decisiones. A veces, la proximidad también se puede girar en contra de las prácticas democráticas.
La cultura del pacto, a pesar de haber sido más frecuente a nivel local que en los niveles superiores de gobierno, también un campo en el que necesitamos progresar adecuadamente. La fragmentación del mapa político supone tener que contar con gobiernos multicolor, y lo que no puede funcionar bien de ninguna de las maneras son gobiernos de coalición, pero con compartimentos estancos según qué partido comanda cada área de gestión, ni mucho menos la ejecución en paralelo de programas poco compatibles.
Estas circunstancias son especialmente preocupantes en un momento en el que, como sabemos, habrá que sacar adelante medidas a menudo controvertidas si se quiere hacer frente de manera decidida a retos como el de la emergencia climática. En este sentido, uno de los grandes desafíos para la democracia local una vez en marcha el nuevo mandato municipal se encuentra en la imprescindible colaboración a escala metropolitana. Porque, ¿de qué sirve que un municipio tome una serie de medidas para avanzar en la reducción de emisiones, por muy participativa que haya sido la manera de hacerlo, si no lo hace el municipio de al lado?
Uno de los grandes desafíos para la democracia local una vez en marcha el nuevo mandato municipal se encuentra en la imprescindible colaboración a escala metropolitana
Esta necesidad de coordinación no es nueva. De externalidades generadas por decisiones legítimas de un municipio que afectan a los del entorno habido y las hay de muchos tipos. A partir de los años 90, por ejemplo, la proliferación de grandes superficies comerciales en Catalunya topó en algunas capitales de comarca con la oposición de los ayuntamientos, las organizaciones de comerciantes y buena parte de la ciudadanía, con el resultado de que estos equipamientos se instalaron en el municipio vecino, generando el mismo impacto sobre el pequeño comercio de la capital y sin la contrapartida para ésta de los correspondientes impuestos. Entonces, ¿quién y cómo debe participar en la toma de decisiones locales cuando las interrelaciones entre municipios son tan evidentes como en un entorno metropolitano? Lamentablemente, no tenemos todavía una respuesta a esta cuestión en nuestra casa.
El hecho de formar parte de una economía global también conlleva grandes retos para la democracia urbana, en el sentido de que muchas veces la salvaguarda de los intereses y necesidades de los inversores, visitantes o habitantes ocasionales que contribuyen a generar actividad económica pasan por delante de los de la ciudadanía, precisamente con el argumento de la necesidad de generar riqueza y puestos de trabajo. El caso del mercado de la vivienda es un ejemplo que no requiere mucha más explicación.
En definitiva, es necesaria implicación y esfuerzo por parte de la sociedad civil y la ciudadanía en general para mantener unos buenos niveles de calidad democrática y desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB), en tanto que espacio que reúne a las administraciones y una representación de la sociedad civil de nuestra metrópoli, apostamos como siempre por este camino.
Es necesaria implicación y esfuerzo por parte de la sociedad civil y la ciudadanía en general para mantener unos buenos niveles de calidad democrática
En este contexto, el 18 de enero pasado, Barcelona fue elegida entre una docena de ciudades de nuestro continente Capital Europea de la Democracia, a partir de una candidatura presentada conjuntamente por la Dirección de Innovación Democrática del Ayuntamiento de Barcelona y el propio PEMB. Esta distinción, otorgada por The Innovation in Politics Institute con el apoyo del Consejo de Europa y de la Comisión Europea, es un reconocimiento al compromiso y al esfuerzo de Barcelona por promover una democracia activa e inclusiva.
La Capital Europea de la Democracia (ECoD, en sus siglas en inglés) es una iniciativa europea que busca generar un marco de referencia pública y un debate ciudadano en torno a la democracia y a sus retos en la actualidad. Se trata de fomentar la participación ciudadana, visibilizar experiencias de éxito, y hacerlo en múltiples formatos y a través de diversas disciplinas, y para ejercer la voluntad de mejorar nuestras democracias, conjuntamente con la ciudadanía, sociedad civil, representantes políticos e instituciones.
La Capital Europea de la Democracia es una iniciativa europea que busca generar un marco de referencia pública y un debate ciudadano en torno a la democracia y a sus retos en la actualidad
Durante un año, las mejores prácticas de participación e innovación democrática serán presentadas en diferentes eventos en la ciudad y su entorno metropolitano. En este sentido, y en cooperación con la sociedad civil y la ciudadanía, se pretende reforzar la democracia, actuando como catalizadores del desarrollo democrático, proporcionando un espacio para la innovación y el intercambio democráticos y mostrar el potencial recorrido para la mejora de las formas de participación democrática y el empoderamiento de la ciudadanía.
La misión de la Capital Europea de la Democracia es también fortalecer la democracia en diferentes ámbitos: económico, tecnológico, ecológico y social. Con esta capitalidad, pues, Barcelona quiere abordar los retos más urgentes que enfrentamos en la actualidad, como las desigualdades persistentes, el crecimiento de los discursos de odio y la desinformación, la digitalización sin salvaguardas y la crisis climática. Se pondrán en marcha también proyectos innovadores en materia de participación tanto para la ciudad como a escala metropolitana.
Además, con la región metropolitana también comprometida con la promoción de la democracia y el empoderamiento de la ciudadanía, la ECoD tendrá un impacto ampliado más allá de las fronteras de la ciudad. La colaboración metropolitana será clave para el éxito de esta iniciativa y ofrecerá la oportunidad de compartir buenas prácticas con otras regiones de Europa. Barcelona buscará, por tanto, establecer conexiones con otras ciudades y organizaciones europeas, lo que permitirá compartir experiencias y trabajar conjuntamente para mejorar las formas de participación democrática y fomentar la democracia digital.
La colaboración metropolitana será clave para el éxito de esta iniciativa y ofrecerá la oportunidad de compartir buenas prácticas con otras regiones de Europa
Entre septiembre de 2023 y octubre de 2024 se acogerá una serie de eventos, conferencias, actividades de ámbito europeo e internacional vinculados a la innovación democrática y a la participación ciudadana, pero también a la cultura, la educación y al espacio público. Durante este año, además, la red de ciudades formada por aquellas que pasaron la primera selección, realizará una serie de encuentros para compartir experiencias y prácticas relevantes e innovadoras en la promoción de la democracia a nivel municipal.
El pistoletazo de salida de la capitalidad, con la presentación de su programa, se realizará este jueves 14 de septiembre, un día antes del Día Internacional de la Democracia.
En resumen, Barcelona y su región metropolitana están preparadas para asumir el reto de ser un referente en la promoción de una democracia activa, inclusiva y participativa. Con esta capitalidad, se abre una oportunidad única para hacer avanzar las políticas democráticas a nivel local y europeo, e inspirar a otras comunidades a trabajar juntas para un futuro mejor para todos.