Desde las bulliciosas calles de Barcelona hasta los rascacielos de Nueva York, se despliegan dos mundos que brillan con luz propia y comparten una conexión en términos de moda y gastronomía. Sin embargo, ambas ciudades tienen lecciones valiosas que ofrecer y aprender una de la otra, especialmente en el mundo del retail.
Barcelona para mí es sinónimo de orgullo, tradición y vanguardia. La ciudad es admirada por su riqueza cultural, con lugares emblemáticos como la Sagrada Familia, tiendas de productos artesanales y mercados tradicionales. El Mercado de la Boqueria, por ejemplo, fue elegido el mejor mercado del mundo por los Global Tastemakers Awards de la publicación Food & Wine en mayo de este año, superando a gigantes como el Tsukiji Outer Market de Tokio y el Borough Market de Londres. Esta no es la primera vez que recibe un reconocimiento internacional.
En Barcelona, encontramos tiendas locales que son motivo de orgullo. Establecimientos con alma como la tienda de ropa de lujo multimarca Santa Eulalia, marcas de moda nacidas online como Nude Project, Mietis y Thinking Mu. O joyerías emblemáticas como Tous y de la nueva era como PdPaola.
Además, tiendas de alimentación como Chocolates Simón Coll, que abrió en diciembre una tienda en el corazón del Eixample, y conceptos innovadores como Ametller Origen, una empresa catalana que lleva más de dos décadas concienciando sobre la importancia de la buena alimentación.
Perderse por barrios como Poble Nou, el Gótico, Ciutat Vella y el Eixample revela una ciudad rica en cultura, moda y gastronomía. Barcelona es una ciudad que exporta desde casa y tiene el potencial de ser una referencia mundial si llega a creérselo.
Nueva York es para mí innovación y grandeza. En la ciudad se encuentran excelentes comercios, como la tienda de quesos Murray’s Cheese en Long Island, donde siempre voy a comprar cuando estoy de viaje en la ciudad. Sin embargo, seamos honestos: lo que predomina son las grandes cadenas internacionales. Y el romanticismo. Magnolia Bakery, por ejemplo, se ha convertido en la pastelería más célebre de la ciudad tras aparecer en un capítulo de Sexo en Nueva York.
Lo que admiro de Nueva York es su capacidad para pensar en grande. La energía de la ciudad te hace sentir que todo es posible y sus proyectos se conciben a gran escala, como si no existieran sin límites.
Barcelona tiene todo lo necesario para alcanzar nuevas alturas, solo hace falta potenciar la ciudad. La gran diferencia que veo entre Nueva York y Barcelona, es que en Nueva York, quizás no lo tienen todo, pero sí lo creen. En Barcelona, contamos con un Paseo de Gracia que, aunque no sea la Quinta Avenida, junto con más de setenta barrios vibrantes, mar, montaña y comercios excepcionales, puede posicionarse como un referente mundial.
Barcelona lo tiene todo, simplemente necesita potenciar el sentimiento de orgullo, su foco económico y su identidad como ciudad
Adoptar una mentalidad global y exportar desde casa es crucial. Mango es un ejemplo de una marca con raíces en Barcelona que ha conquistado el mundo, incluso la Quinta Avenida. Barcelona necesita esta visión global para no encerrarse, mostrando al mundo su riqueza y alcanzando nuevas alturas.
Cada vez que vuelvo a casa después de un viaje a Nueva York, me doy cuenta de lo maravillosa que es Barcelona y cómo, con las estrategias adecuadas, puede convertirse en la mejor ciudad del mundo. Sí, he dicho bien: la mejor ciudad del mundo.
Barcelona lo tiene todo, simplemente necesita potenciar el sentimiento de orgullo, su foco económico y su identidad como ciudad. Con esta mentalidad, puede llegar a ser imparable.
Un referente en todo el mundo.