En agosto de 2019, empecé a escribir una novela ambientada en una Barcelona colapsada por el turismo que esta semana llega a las librerías. Se titula Barcelona, demà o aquesta tarda y podéis leer su primer capítulo, en exclusiva, en The New Barcelona Post.
Barcelona, demà o aquesta tarda es un relato de carácter satírico y paródico que, en algunos aspectos, también puede leerse como una inquietante distopía. El año que escribí la primera versión de esta historia que caricaturiza el turismo de masas, Barcelona cerraba el ejercicio con una cifra récord de turistas: 8.520.417.
Hace dos veranos, nadie podía imaginar el desastre de proporciones bíblicas que se nos vendría encima unos meses después: la covid-19. Ni, por lo tanto, que Barcelona quedaría literalmente vacía de turistas. Según datos recogidos por el Ayuntamiento de Barcelona, el año pasado el número de turistas cayó un 78% respecto del 2019. En 2020 fue, pues, un annus horribilis para el sector —se calcula que el llamado destino Barcelona puede haber dejado de facturar unos 10.000 millones de euros por la pandemia— y estos primeros meses de 2021 también han sido desastrosos. El primer cuatrimestre de este año, el número de turistas alojados en los hoteles de la ciudad ha disminuido un 77% respecto al año anterior y un 96% respecto del 2019.
Hace dos veranos, nadie podía imaginar el desastre de proporciones bíblicas que se nos vendría encima unos meses después: la covid-19. Ni, por lo tanto, que Barcelona quedaría literalmente vacía de turistas
Sin embargo, los datos de este abril apuntan ya a un cambio de tendencia. Lo puede constatar cualquier persona que simplemente se pasee por el centro o por los alrededores de los grandes atractivos turísticos de la ciudad. Los turistas han vuelto, es un hecho.
El sector turístico ha celebrado, lógicamente, estos primeros síntomas de reactivación de este importante motor económico que, en un año normal, representa alrededor del 12% del PIB catalán y del que dependen miles de puestos de trabajo. En cambio, entre la población en general, no percibo el mismo entusiasmo. No veo que los barceloneses aplaudan con las orejas el todavía tímido pero inexorable retorno de millones de turistas a las calles de la ciudad.
No veo que los barceloneses aplaudan con las orejas el todavía tímido pero inexorable retorno de millones de turistas a las calles de la ciudad
La pandemia nos ha permitido comprobar como es Barcelona sin turistas o con muchos menos turistas y a muchos, francamente, les ha gustado. Pero, a vez, también nos ha hecho plenamente conscientes de hasta qué punto la ciudad depende económicamente del turismo. En este sentido, os recomiendo el libro que acaba de publicar el periodista económico Ramon Aymerich con el título de La fàbrica de turistes. Descubriréis que no es del todo cierto que turismo sea sinónimo de riqueza.
¡Ah! Y, por supuesto, todo esto lo vamos pensando mientras buscamos vuelos baratos para irnos a viajar por el mundo. El turista siempre es el otro.