El pasado viernes, los Antònia Font publicaron un tuit para celebrar que las entradas para el concierto que celebrarían al día siguiente en el Palau Sant Jordi se habían agotado: “Sou molt bèsties!”. La mayoría de los fans del grupo mallorquín hacía meses que habían comprado sus localidades y habían subrayado en rojo la fecha en el calendario. Nacida en 1997, la mítica banda llevaba ocho años apartada de los escenarios –exceptuando su paso por el Primavera Sound de este verano– y, por lo tanto, había muchas ganas de volver a oír, cantar y bailar canciones que, para muchas personas que ya superan de largo los treinta, son BSV: Banda Sonora de la Vida. Temazos que los han acompañado a lo largo de los años y que, convertidos en padres, han escuchado junto a sus hijos. Sospecho que, en Barcelona, este sábado por la noche, los canguros iban a buscadísimos. Niños enchufados al nuevo Club Súper 3, que es la caña, mientras Sara, Mireia, Carlos o Joel –gracias por hacernos este favor, ya sabemos que hacer de canguro un sábado por la noche es un rollo– los controlaban, des del sofá, mientras ellos repasaban los apuntes de mates o las últimas publicaciones de su crush en Instagram.
No asistí al concierto de Antònia Font, pero, cuando se trata de cultura, siempre es bonito que se agoten las entradas. Pienso lo mismo cada vez que, por ejemplo, intento ir a La Villarroel y veo que tienen colgado el cartel de entradas agotadas. Tratándose de teatro, tal y como está el sector, todavía tiene más mérito llenar la platea. Debemos celebrar que espectáculos como La golondrina de Guillem Clua, dirigida por Josep Maria Mestres y protagonizada por dos pedazos de actores como son Emma Vilarassau y Dafnis Balduz, lo haya petado tan fuerte estos pasados meses que, en abril del próximo año, volverá al mismo teatro.
Igualmente, hay que celebrar el éxito de asistencia que también ha registrado la tercera edición de la Biennal de Pensament que, estos días, se ha celebrado en varios espacios de la ciudad. Qué gozada ver la plaza Joan Corominas del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) llena hasta los topes para seguir la conversación interesantísima, pero nada facilona, entre los historiadores Yuval Noah Harari y Rutger Bregman sobre los retos de futuro de la Humanidad. O el diálogo entre dos de las cineastas del momento: Carla Simón y Lucrecia Martel.
Podríamos citar también los buenos números registrados por la última edición de la Setmana del Llibre en Català, celebrada en el Moll de la Fusta; las colas que día sí día también observo en la entrada del Phenomena para ver buen cine o el gentío que encuentro cada vez que se me ocurre ir a ver una de las grandes exposiciones del CaixaForum.
Pues sí, queridos lectores. Pese a que la inflación nos esté dejando tiesos y que cada vez tengamos más razones para no levantar el culo del sofá y los ojos de las pantallas, en Barcelona todavía se ven muchas colas para hacer cultura. Como canta Antònia Font: ¡Alegría!