Arthur Conan Doyle estuvo tan solo en una ocasión en Barcelona. Fue una visita efímera, en 1909, de tan solo un día, lo que duró la escala que el barco en el que viajaba hizo en la capital catalana dentro de una gira turística del escritor británico por España, Portugal y Marruecos. Esas 24 horas bastaron, sin embargo, para que Doyle comprobara la fascinación que entre los barceloneses despertaba su inmortal detective literario Sherlock Holmes.
En su visita, tuvo oportunidad de conocer a su traductor en Catalunya, Salvador Vilaregut, fue recibido por el jefe de policía de Barcelona y le organizaron una visita por los principales monumentos de la ciudad. También supo que el Teatre Principal había estrenado recientemente la obra El detective Sherlock Holmes.
El investigador privado más famoso de la historia hacía tiempo ya que había impactado en la sociedad barcelonesa. Sus aventuras se publicaban en catalán en el semanario Literatura sensacional e incluso se había apodado Sherlock al inspector de Scotland Yard Charles Arrow, contratado en 1907 por las autoridades catalanas para investigar los atentados terroristas que se atribuían a grupos anarquistas. Así lo caricaturizó L’Esquella de la Torratxa.
Doyle solo hizo aparecer Barcelona en una única de las aventuras que protagonizó el detective, lo que se denomina el canon, en contraposición con los pastiches, que son las miles de versiones firmadas por otros autores. Fue en la titulada El pabellón Wisteria, en la que explica que la ciudad fue uno de los destinos de Juan Murillo, un cruel ex dictador latinoamericano que transitaba por el mundo con identidades falsas para burlar a quienes deseaban acabar con él como venganza a sus excesos mientras gobernaba la ficticia república de San Pedro.
La ciudad solo aparece en una novela de Arthur Conan Doyle, titulada El pabellón Wisteria, donde se narran las huidas de un cruel ex dictador latinoamericano por el mundo
La fascinación por Sherlock Holmes ha perdurado en Barcelona hasta hoy. Yo mismo quedé atrapado por el personaje desde que en mi adolescencia me leí todas las aventuras en una semana maratoniana. El último capítulo lo ha escrito el Teatre Apolo, que para su reapertura ha escogido el musical ¿Quién mató a Sherlock Holmes?, con el cantante Daniel Diges en el papel del detective. Entre el público que sin duda acudirá a ver la producción se encuentran los miembros del Círculo Holmes, una asociación que cultiva el estudio de la obra de Doyle, especialmente la protagonizada por el investigador de Baker Street 221B.
El Círculo organiza actividades periódicas, siempre relacionadas con el culto sherlockiano, como conferencias, viajes y proyecciones de películas y series de televisión, entre otras. En octubre de 2010, organizó un encuentro internacional que reunió durante tres días a seguidores del detective venidos de toda España, Francia, Italia y Estados Unidos. Lo bautizaron como The No Fog Countries Meeting, de los países sin niebla, como alternativa latina a los numerosos encuentros que se producen en el ámbito anglosajón.
Barcelona se convirtió así durante tres días en capital del mundo sherlockiano, y así fue recogido por los medios de comunicación. El encuentro se celebró en un lugar maravilloso, la Biblioteca Pública Arús, un centro de estudios especializado en movimiento obrero y masonería que es un milagro que haya sobrevivido en el 26 del Passeig Sant Joan. Y así fue cómo la condición de masón de Doyle propició otro hecho relevante en el currículum holmesiano de Barcelona.
Joan Proubasta, fundador del Círculo Holmes y uno de los coleccionistas sobre el detective más importantes del mundo, llegó a un acuerdo con la histórica biblioteca para depositar en ella los miles de objetos y publicaciones que ha acumulado durante décadas. En ellos, un curioso cabezal de cama con la efigie de Holmes que adquirió en un prostíbulo que había cesado su actividad.
En definitiva, existe una vinculación de casi un siglo y medio entre Sherlock Holmes y Barcelona sin que haya una explicación científica del porqué. Es por ello, para llenar este vacío, que invito a los lectores a que lo descubran aplicando una de las máximas del detective: “Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”. Pues eso, adelante, o como diría Holmes: “The game is afoot”.