Para muchas personas, emprender es sinónimo de riesgo, de incertidumbre, de empezar de cero. Pero emprender también puede ser una experiencia compartida, guiada, acompañada. Puede ser —y tendría que ser siempre— una apuesta colectiva por el progreso económico y social de un territorio.
En la provincia de Barcelona, esta visión es una realidad gracias a una extensa red de Centros Locales de Servicios a las Empresas (CLSE), que apoyan a la actividad emprendedora en todas sus fases: desde el nacimiento de una idea hasta la consolidación y crecimiento o, incluso, el relevo de un negocio.
Vivimos un momento de efervescencia emprendedora. La tasa de actividad emprendedora (TEA) en la provincia de Barcelona, según el último informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM), ha llegado al 9% —la más alta de los últimos 21 años. Este dato nos indica que cada vez más personas ven en el emprendimiento una vía viable y deseable para construir su proyecto vital y profesional. Pero también nos interpela: ¿Estamos generando las condiciones necesarias para que estas iniciativas tengan éxito? ¿Estamos dando el apoyo necesario a quien quiere emprender?
En la Diputación de Barcelona, conjuntamente con los ayuntamientos de la provincia, estamos convencidos de que el apoyo local es clave. No solo en el momento de poner en marcha una empresa, sino especialmente en el proceso de consolidación y crecimiento, que a menudo es lo más complejo y frágil. Por este motivo, desde hace más de veinte años, impulsamos la red de CLSE, una herramienta esencial para hacer que las buenas ideas se transformen en proyectos viables y sostenibles.
El balance está claro: solo el año pasado, los 86 centros distribuidos por el territorio atendieron cerca de 60.000 emprendedores y más de 36.000 empresas. Contribuyeron a la creación de 2.417 nuevas iniciativas empresariales y a la generación de más de 3.100 puestos de trabajo. Y lo hicieron ofreciendo servicios de alto valor añadido: más de 123.000 acciones de información y orientación, 3.124 planes de empresa asesorados y casi 2.300 acciones de formación.
Estos datos hablan por sí solos. Pero todavía es más relevante un indicador que a menudo pasa desapercibido: la tasa de supervivencia empresarial. Según los informes que hacemos a las empresas creadas con el apoyo de los CLSE, tres años después tienen una tasa de supervivencia del 66%. Esto representa casi seis puntos porcentuales más que la media provincial. Es decir, cuando el emprendimiento se hace con acompañamiento público, es más sólida, más durable y más rentable socialmente.
Es por eso que insistimos en un mensaje esencial: si quieres emprender, no estás solo. Y no solo lo decimos, lo hacemos posible con servicios que no se limitan al trámite inicial, sino que ofrecen formación, asesoramiento, asistencia técnica, alojamiento empresarial, facilitación de acceso a financiación y conexión con otros agentes del ecosistema. Esta visión integrada es clave para un modelo de emprendimiento arraigado en el territorio pero conectado con los grandes retos globales.
No podemos hablar de un ecosistema emprendedor completo si no tenemos en cuenta la perspectiva de género
Un buen ejemplo de los servicios a disposición de la persona que quiere emprender son los Puntos locales de Atención al Emprendimiento (PAE), que han celebrado una década de trayectoria en la provincia. Se trata de un recurso gratuito fruto de la colaboración con el Ministerio de Industria y Turismo que permite ahorrar tiempo y dinero en la hora de darse de alta como empresa o como profesional autónomo. En estos diez años, unos cuarenta municipios han activado este servicio y más de 13.000 empresas lo han utilizado, y lo han convertido en una puerta de entrada eficiente y accesible a la actividad económica. Los usuarios valoran el servicio con un índice de satisfacción excelente.
Pero no todo empieza de cero. También hay que preservar aquello que ya existe. Una parte fundamental de la política de emprendimiento que defendemos es la consolidación y, también, la transmisión de empresas. La tasa de abandono empresarial se sitúa en torno al 4%, y aquí la iniciativa Reempresa, que promovemos con la CECOT y la Fundació Autoocupacó, tiene un papel decisivo. Reempresa permite que negocios viables, pero sin relevo generacional o con propietarios que quieren jubilarse, puedan continuar en manos otros emprendedores. Gracias al trabajo de los puntos locales de Reempresa, se han salvado 900 empresas y 2.200 puestos de trabajo que, de otro modo, habrían desaparecido. Es una manera inteligente y sostenible de hacer crecer la economía sin derrochar talento ni experiencia.
Todo ello funciona porque detrás de cada servicio hay una alianza potente entre ayuntamientos, patronales, entidades, asociaciones empresariales y la Diputación. Esta colaboración público-privada, hecha desde el conocimiento del territorio y con voluntad de servicio, permite adaptar las estrategias a cada realidad local. No es lo mismo emprender en una ciudad media que hacerlo en un entorno rural o en barrios con menos oportunidades. Y es en este encaje donde la innovación institucional tiene un papel fundamental.
Además, no podemos hablar de un ecosistema emprendedor completo si no tenemos en cuenta la perspectiva de género. Las mujeres continúan teniendo menos presencia en la actividad emprendedora y, cuando acceden, a menudo lo hacen con más dificultades para obtener financiación, redes de apoyo o reconocimiento social. Por eso es imprescindible reforzar las políticas locales que incorporan esta mirada. Muchos municipios de la provincia ya están liderando programas específicos para impulsar el emprendimiento femenino. Hay que seguir este camino, porque la equidad también tiene que ser un motor de desarrollo económico.
También hay que escuchar a los jóvenes, los nuevos perfiles profesionales, los migrantes, los que quieren emprender desde el mundo rural, los que no encajan en los modelos tradicionales de empresa. Un buen sistema de apoyo tiene que ser capaz de dar respuesta a todas estas realidades, y por eso desde la Diputación de Barcelona trabajamos con una visión amplia, flexible y territorialmente arraigada. Incluso, fomentamos el programa Cultura Emprendedora en la Escuela, con el cual más de 10.000 alumnos del ciclo superior de primaria crean, cada curso, una cooperativa por saber que supone emprender.
Apostar por el emprendimiento es apostar por el territorio
Porque emprender no es solo abrir un negocio. Es generar valor, asumir responsabilidades, crear puestos de trabajo, imaginar nuevas maneras de vivir y de producir. Cuando el territorio acompaña este proceso con conocimiento, experiencia y compromiso, ganamos todos. Gana el emprendedor, pero también el municipio, el vecindario, la comunidad.
Por eso, en una semana como esta —dedicada a reconocer y visibilizar el emprendimiento—, es importante recordar que, detrás de los grandes discursos y los datos positivos, hay un trabajo constante, sostenido y compartido. Y que el futuro económico de nuestros municipios pasa, en buena parte, por continuar creyendo en esta manera de hacer: local, colaborativa y transformadora.
En la Diputación de Barcelona lo tenemos claro. Apostar por el emprendimiento es apostar por el territorio. Pero hacerlo bien quiere decir hacerlo junto a las personas, con servicios de calidad, con una mirada de igualdad y con la determinación de no dejar a nadie atrás. Este es nuestro compromiso. Y es también la mejor garantía para continuar haciendo crecer la provincia, desde bajo, desde dentro, desde la fuerza de cada iniciativa que empieza con una idea y encuentra el apoyo para convertirse en realidad.