El presidente de Celsa Group, Rafael Villaseca, con Julio Cazorla, nuevo consejero delegado.

Villaseca: “Celsa ha salido de la UCI; seguirá siendo un emblema industrial de este país”

Tras capitalizar deuda por 1.418 millones, el grupo siderúrgico, ahora en manos de unos 20 fondos internacionales, ha cerrado 2023 con un beneficio neto de 459 millones y unos fondos propios de 326 millones

“Celsa ha salido de la UCI, pero sigue en el hospital”. Con esta gráfica expresión define Rafael Villaseca la situación en la que se encuentra el grupo siderúrgico Celsa, una de las principales empresas industriales con sede en Catalunya. El veterano ejecutivo —que fue el consejero delegado de Gas Natural hasta 2018— asumió la presidencia de la compañía con sede en Castellbisbal (Barcelona) el pasado 1 de diciembre después de que los fondos acreedores se quedaran con el 100% del capital al transformar en acciones un volumen de deuda de 1.418 millones de euros. En un ejercicio de “máxima transparencia”, según sus propias palabras, este martes, Villaseca ha comparecido ante la prensa después de la celebración de una junta general extraordinaria de accionistas —la primera sin la familia Rubiralta— en la que se han dado a conocer las cuentas auditadas del ejercicio de 2023. Se trata de unos resultados totalmente atípicos y cargados de extraordinarios, que se han saldado con un beneficio neto de 459 millones de euros. La facturación en 2023 descendió un 22% por la caída de la demanda y los precios del acero, hasta los 4.765 millones.

Acompañado por el nuevo consejero delegado de Celsa, Jordi Cazorla, Villaseca ha asegurado que el nuevo equipo gestor se encontró con “una compañía que estaba quebrada”, por lo que sus esfuerzos estos últimos cuatro meses se han centrado en “clarificar la situación”, limpiar el balance y en saber exactamente cuál era el punto de partida para iniciar la reorganización y “sentar las bases para el relanzamiento futuro”. “Celsa ha salido de la UCI, pero sigue en el hospital. Estamos ya en muy buen camino para llegar a la absoluta normalidad. Se han sentado las bases para que el grupo resuelva sus problemas y siga siendo un emblema industrial de este país”, ha destacado el presidente, tras apuntar que no les va “a faltar trabajo”. Sus retos más inmediatos son la aprobación de un nuevo plan estratégico, evaluar la posibilidad de desinvertir en alguno de los activos industriales o filiales que Celsa posee fuera de España, y el lanzamiento de una ampliación de capital que permitirá incorporar a un socio industrial español que se hará con una participación de alrededor del 20%.

Esta última medida, orientada a asegurar la españolidad de un grupo que se considera estratégico para el tejido productivo, fue una de las condiciones que impuso el Gobierno para dar luz verde a la operación corporativa que implicaba la entrada de los fondos y la salida total de la familia Rubiralta del accionariado. Esta transacción deriva de la histórica sentencia judicial que el pasado 4 de septiembre homologó el plan de reestructuración propuesto por los acreedores de Celsa y que implicaba capitalizar 1.400 millones de deuda a cambio de hacerse con la propiedad del 100% del grupo. Este proceso de transformación de deuda por acciones se ejecutó el 23 de noviembre de 2023, lo que permitió reducir el pasivo financiero de Celsa de 3.734 millones a 2.316 millones. Tras esta operación, el capital de Celsa se reparte ahora entre unos 20 fondos e instituciones financieras internacionales, entre las que destacan Attestor, Cross Ocean, Deutsche Bank, Strategic Value Partners (SVP) y GoldenTree.

Recuperar 500 millones prestados a los Rubiralta

Según ha explicado el nuevo consejero delegado de Celsa, sin esta capitalización de deuda el grupo habría cerrado 2023 con unos fondos propios negativos de 1.187 millones de euros. Esta cifra es consecuencia de las provisiones y deterioros de activos —por un total de 1.339 millones— que ha tenido que realizar la compañía para limpiar su balance y dejarlo libre de salvedades de cara a afrontar esta nueva etapa. Destaca el impacto de 936 millones derivado de varias salvedades relacionadas con el fondo de comercio y con créditos fiscales no recuperables; y la provisión de 539 millones que Celsa ha tenido que anotarse por un crédito que la compañía concedió a la familia Rubiralta y que no ha sido devuelto. Este impacto se ha tenido que recoger necesariamente en las cuentas porque las sociedades patrimoniales de los Rubiralta han suspendido pagos, pero Villaseca ha asegurado que Celsa no renuncia a recuperar este importe, sino todo lo contrario. “No renunciamos en absoluto a estas cantidades que adeuda la familia; llevaremos a cabo todas las acciones que estén en nuestra mano para recuperar los 539 millones”, ha subrayado.

Como consecuencia de todos estos impactos, además de los fondos propios negativos de 1.187 millones, Celsa habría registrado en el último ejercicio unas pérdidas de 918 millones. Sin embargo, la reestructuración crediticia ha permitido que el grupo haya cerrado 2023 con unos fondos propios consolidados de 326 millones y un beneficio neto de 459 millones. El ebitda se redujo un 50%, hasta 441 millones (885 millones en 2022), y la facturación retrocedió un 22%, con 4.765 millones (6.100 millones en 2022) como consecuencia de la caída del 6,5% experimentada por el mercado del acero en la Unión Europea. “Estamos en la parte baja del ciclo, pero esperamos, ya que se produzca una recuperación en los próximos trimestres”, ha señalado Cazorla, un ejecutivo catalán que ha llegado a Celsa procedente del grupo papelero británico DS Smith.

Celsa
Producción de barras de acero en una de las factorías de Celsa.

Según Villaseca y Cazorla, las cuentas de Celsa correspondientes a 2023 son las primeras que consolidan todo el grupo de más de 60 sociedades pertenecientes a la compañía. Esta consolidación ha sido posible gracias a que el nuevo equipo ha puesto orden en la compleja estructura societaria que habían tejido los anteriores propietarios. Así, se han fusionado diversas sociedades y ahora la multinacional depende de un hólding único denominado Grupo Inversiones Pico Espadas. “Por primera vez, las cuentas de Celsa recogen la realidad de todo el grupo y, por primera vez también en su historia, no incluyen ninguna salvedad por parte del auditor, EY“, ha aseverado el nuevo presidente.

En estos primeros cuatro meses de gestión por parte de los nuevos propietarios, Celsa ha procedido también a refinanciar su circulante o endeudamiento a corto plazo, y ha contratado los servicios de la consultora Bain & Company y del banco de inversión Citi Group. El objetivo de Bain es ayudar al grupo a elaborar un nuevo plan estratégico que se prevé lanzar a lo largo del segundo semestre de 2024 y que marcará el camino que debe seguir la siderúrgica para tener éxito en esta nueva etapa y poder proceder a la devolución de la abuldada deuda de 2.316 millones que sigue en su balance. Por su parte, Citi ha iniciado un proceso de análisis de las filiales extranjeras de Celsa “con el objetivo de valorar posibles opciones de rotación de activos”. La empresa barcelonesa tiene presencia industrial en España, Francia, Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Polonia, Suecia e Irlanda, países donde genera un empleo directo, indirecto e inducido de 70.000 puestos de trabajo.

Nuevo consejo de administración de Celsa

En la junta extraordinaria de este martes, Celsa ha aprobado el nombramiento de un nuevo consejo de administración que ha supuesto el fichaje de cuatro profesionales independientes de reconocido prestigio: Hilario Albarracín, Elena Guede, Juan José Nieto y Mario Longhi. Albarracín es el expresidente de KPMG en España, Nieto fue alto directivo de Telefónica, Longhi presidió la multinacional siderúrgica US Steel, y Guede es una directiva del grupo cementero irlandés CRH.

Jordi Cazorla se encuentra también en pleno proceso de creación de un nuevo equipo directivo después de que hayan abandonado la empresa seis altos ejecutivos de la era Rubiralta. El nuevo comité de dirección tendrá siete miembros. En febrero se anunció el fichaje de Borja García-Alarcón (ex Indra y Enagás) como director financiero y la compañía ultima la incorporación de un nuevo director comercial, un responsable del departamento legal, y un nuevo jefe de estrategia para implantar el plan que se desarrolle con Bain.

Finalmente, Villaseca ha asegurado que entre los objetivos de Celsa “no figura plantear una reducción del número de empleados” y ha considerado “prematuro” hablar del proceso de incorporación de un socio industrial, aunque ha destacado que se hará “de forma ordenada y transparente” a partir del mes de junio para que estén en igualdad de condiciones todos los potenciales interesados. Entre las compañías que podrían plantearse invertir en Celsa figuran Gonvarri, Sidenor, Cristian Lay y Megasa.

El principal elemento diferenciador de Celsa en el mercado es que el acero que produce se elabora a partir del reciclaje de chatarra y no de la transformación de mineral de hierro nuevo. Esto le convierte en una empresa basada en la ecomomía circular y en el mayor reciclador de acero de España y segundo de Europa. Concretamente, en 2023 fabricó 5,6 millones de toneladas de acero que contenían en un 97,4% material reciclado. Su objetivo es lograr un 98% de circularidad en 2030. En total, la compañía posee 120 centros de trabajo, 7 acerías, 12 trenes de laminación y 48 plantas de reciclaje. Gracias a este tejido industrial, actualmente ocupa el segundo puesto del ránking europeo de fabricantes de productos siderúrgicos largos, destinados a sectores como el de la construcción.