Vaclav Smil
El científico Vaclav Smil. © Pablo Candamio

Vaclav Smil: “El gas natural es un combustible perfecto para la transición energética”

El científico Vaclav Smil, considerado uno de los 100 mejores pensadores mundiales según Foreign Policy, ve en el gas natural un combustible perfecto para la transición energética entre el carbón y las energías renovables por sus menores emisiones, flexibilidad y posibilidad de transporte. Todo ello genera una eficiencia que no tiene ninguna otra energía de transformación de combustibles fósiles.

Vaclav Smil es un científico considerado como uno de los 100 mejores pensadores mundiales según Foreign Policy. Smil ha dedicado su carrera profesional a investigar sobre la energía, el cambio ambiental y poblacional, la producción de alimentos y nutrición, la innovación técnica, la evaluación de riesgos o las políticas públicas. Tiene el honor de ser considerado como un autor de cabecera por el multimillonario Bill Gates, después de haber publicado 40 libros y casi 500 artículos sobre sus áreas de investigación.

El también profesor emérito de la Universidad de Manitoba y miembro de la Royal Society of Canada (Science Academy) acaba de terminar el informe El gas natural en el nuevo mundo energético. En él, analiza el papel que puede jugar el gas natural en la transición energética hacia un modelo productivo más sostenible y menos dañino para el medio ambiente.

“Cualquier descripción del gas natural como un enorme activo a abandonar o pensamiento sobre expulsar el gas por completo y menospreciarlo como un puente muy corto entre el carbón y las energías renovables, podría representar una gran equivocación”, defiende Smil. Para el profesor, el gas natural es “un combustible perfecto” para la transición energética del carbón a las energías renovables. Lo es porque su combustión genera un 40% menos de carbón respecto al propio carbón y también es menos contaminante respecto al queroseno y la gasolina. “Se trata de una opción intermedia perfecta”, defiende.

“Cualquier descripción del gas natural como un enorme activo a abandonar podría representar una gran equivocación”, defiende Smil

En este sentido, remarca que el gas natural genera emisiones, pero en una menor cantidad que lo hace el carbón y, además, es flexible, se puede transportar y se puede quemar, lo que genera una eficiencia que no tiene hoy en día ninguna otra energía de transformación de combustibles fósiles. Otras de sus virtudes son que permite incrementar la sustitución de la generación eléctrica con carbón y complementar la generación renovable; no existe otra opción a corto plazo tan confiable para la producción de calor, y su difícil reemplazo como fuente de energía en muchos procesos industriales y materia prima en la fabricación de materiales y compuestos esenciales.

Con estas características, el científico ve necesario apostar por el gas natural en este cambio de modelo, para el que subraya que “no existe ningún escenario racional que relegue el gas natural a un papel insignificante o que lo convierta en una reliquia del pasado antes del año 2050”. Por ello, se muestra crítico con los escenarios poco realistas que se dibujan desde cumbres como la COP26. “Son simplemente promesas, pero si no se concretan nadie puede garantizar los resultados”, expone, añadiendo que el proceso de descarbonización no será un cambio inmediato y requerirá tiempo. “Necesitamos muchas pero que muchas décadas”, insiste.

Como muestra, Smil indica que, en 2020, el 83% de la energía del mundo provenía de combustibles fósiles. Esta cantidad se ha reducido tan sólo en un 4% en los últimos 20 años, gracias a factores como un mayor uso de energías renovables y la electrificación de la movilidad. Pero, según la COP26, de cara al 2030, se tiene que lograr una reducción del 45%. “¿Cómo vamos a reducir nuestra dependencia a los combustibles fósiles 25 veces más rápido en 2022 respecto a lo que hicimos hace un año?”, se pregunta. Para él, “hasta el momento, no hay ningún camino claro ni técnicamente firme” para alcanzar la descarbonización.

En 2020, el 83% de la energía del mundo provenía de combustibles fósiles, cantidad que se ha reducido tan sólo en un 4% en los últimos 20 años

Yéndose a horizontes más lejanos, como el 2050, el profesor de la Universidad de Manitoba tampoco se muestra muy optimista. “Todos los escenarios recientes para 2050 son solo relatos o planteamientos más o menos plausibles, impulsados más por la política que por las capacidades técnicas evaluadas de manera realista, y solo si la UE sigue el curso de descarbonización agresivo durante al menos una década, podremos entender lo que realmente será posible para el año 2050”, sostiene.

Por ello, recuerda que, según las previsiones europeas, se estima que el gas natural suministrará aproximadamente el 20% del consumo interior bruto de energía de los estados miembro en 2030 y aproximadamente el 18% en 2050. “Claramente, en cualquier escenario realista de descarbonización gradual, el gas natural seguirá siendo uno de los pilares del suministro de energía mundial y europeo durante la próxima generación y la única incertidumbre es cómo será su futuro a largo plazo”, recalca.

Gaseoductos
Para Smil, el gas natural se trata de una opción intermedia perfecta para la transición entre el carbón y las energías renovables.

¿Qué se puede hacer para acelerar la transición?

Smil señala como reto para la transición energética que prácticamente la mitad de las nuevas tecnologías que se necesitan para hacerla posible todavía no se han inventado o cuestan demasiado dinero. En el primer grupo, se encuentra la falta de baterías con suficiente capacidad de almacenamiento, mientras que, en el segundo, está que se sepa cómo producir hidrógeno verde, pero, de momento, salga demasiado caro.

La mitad de las nuevas tecnologías que se necesitan para hacer posible la transición energética todavía no se han inventado o cuestan demasiado dinero

“Este es el problema del proceso de descarbonización: muchas de las cosas que necesitamos todavía están pendiente de descubrirse o siguen siendo muy costosas y no se pueden implementar de manera masiva”, resume. La solución pasa por seguir invirtiendo en investigación, así como en formas para hacer más económicas las tecnologías existentes.

Sobre esta última cuestión, el científico pone énfasis en los precios del gas natural en un futuro, teniendo en cuenta su contribución al cambio de modelo. En su reciente informe, publicado por la Fundación Naturgy, considera que “una inversión adecuada en el desarrollo de las reservas existentes y la expansión del mercado global debería llevarnos a precios más bajos; por contra, la falta de tales inversiones, combinada con el cierre prematuro de otras capacidades alimentadas por combustibles fósiles (o nucleares), podría conducir a picos de precios aún más altos en el futuro”.