Todas tenemos un amigo/a que nunca sale del barrio de Gràcia. Bueno, te lo voy a decir…Mira, la amiga soy yo. Me mudé de Madrid a Gràcia el mes de octubre y estoy en ese momento inicial del enamoramiento en el que sólo ves las virtudes. Entiéndeme, he pasado de vivir en un barrio madrileño con un ritmo frenético, a vivir en un barrio que se parece bastante a un pueblo. Esto ha hecho que mi calidad de vida haya mejorado exponencialmente. De entrada, por la poca presencia de coches que encuentro, teniendo en cuenta que vivo en una ciudad. Muchas de las calles del barrio son prácticamente peatonales y cuento con una cantidad considerable de plazas, donde se hace vida comunitaria. Podríamos decir que Gràcia ya era una supermanzana antes de que existieran las supermanzanas.
Soy consciente de que vivir en este barrio es un gran privilegio. El precio del alquiler es absolutamente desorbitado —1.148 euros de media según Incasòl—, la gentrificación ha expulsado a muchos de sus vecinos/as y los precios son prohibitivos. Lamentablemente, es una problemática global de Barcelona que es necesario solucionar de manera urgente si queremos que las ciudades sean lugares vivibles. La diferencia de Gràcia con algunas zonas de la ciudad es que la identidad y la personalidad del barrio resisten. Aunque cada vez hay más negocios hipsters, gran parte del comercio sigue siendo de barrio, las grandes cadenas no han arrasado con los locales tradicionales y hay tiendas especializadas, con identidad propia, donde el dependiente/a te conoce y te aconseja. Una fantasía en el año 2024.
Que un barrio céntrico de una ciudad turística como Barcelona se mantenga así es, mayoritariamente, gracias a sus vecinos y vecinas. Sin duda, una de las principales características que diferencia a Gràcia de otras zonas es su fuerte tejido asociativo. Prácticamente, cada fin de semana puedes encontrar una actividad popular organizada por una entidad: correfocs, calçotades, botifarrades, bailes de bastones, castells, rúas, cabalgatas, cuentacuentos, conciertos, bailes, cabezudos… Y sin pasar por alto las comisiones de las calles que se organizan para decorar el barrio para las fiestas de Gràcia. Todo esto hace que te sientas parte de una comunidad. En una sociedad cada vez más egoísta y solitaria, podríamos considerarlo un privilegio.
No te lo voy a negar. Gràcia, como todos los barrios, tiene sus defectos. Por supuesto que los tiene. Pero todo esto será otra historia… Hoy he venido a hablar de que Gràcia forma parte de la Barcelona que amo. Y que dure.