La Barceloneta

Por un dolor que me hace ver las estrellas, que me paraliza, me voy, como puedo, al fisioterapeuta. “No tengo horas libres, pero ven, ven que algo haremos”, me dice. Y yo murmuro:  “sí …”, con esa voz que ponen los guerreros de las películas cuando les han amputado un miembro o dos. Si tienes un pinzamiento todo el mundo te da el teléfono de su fisioterapeuta, del que le ha arreglado a él, porque cuando un fisioterapeuta te ha sacado de encima ese dolor, el agradecimiento es tan supremo que le ofrecerías tu cuerpo y el de tus cincuenta mejores amigas (para que lo estudie). Yo también doy el nombre del “mío” a todo el mundo, porque alguna vez que me he quedado agarrotada, plegada “como un cuatro”, me ha dejado nueva. Tiene la consulta en la Barceloneta. Allá voy.

Me tumba, me pone ventosas y música (por mí como si me quiere poner sanguijuelas) y diagnostica pinzamiento. Toca y retoca. Yo lloro, me imagino situaciones en las que debería correr para salvar su vida pero no podría, aunque, después, al cabo de un rato, ya me puedo mover y salgo a la calle ligera y transportada como si llevara tres días de ayuno y oraciones. Estoy dispuesta a levitar, caminar no por encima de las aguas pero sí de las superilles. Y —feliz como estoy por la ausencia de dolor momentánea— me doy cuenta de lo preciosa que es la Barceloneta. Junto a un portal, en medio de la calle, hay una sissí. Ya saben: un tendedero plegable. Se le llama así, supongo, porque si lo despliegas y tiendes una sábana encima te recordará la forma de las faldas de la famosa emperatriz. En la sissí hay bragas de color carne (de un tamaño considerable) pero también bragas de color negro, más pequeñas.

Me maravilla que las propietarias de estas bragas (no deben ser la misma, sino que deben formar parte de una burbuja de convivencia) las expongan, sin reparo, allí en medio de la calle, porque no deben tener balcón. Los vecinos las ven, quizás turbados, porque tal vez conocen a sus propietarias. Un día ven la ropa en la sissi, y otro día ya no está, porque quizás ya se está usando. Me quedaría días y días esperando hasta que alguien recoja esta ropa que nadie roba.

Dar unos pasos de baile sería prematuro y desaconsejable. Pero ir a comer una bomba picante tal vez sí, ahora que ya camino.