En la memoria de la mayoría y sobre todo en la de los cronistas oficiales (es decir: casi todo el mundo), la Champions League que ganó el Barça contra el equipo londinense del Arsenal en 2006 se debía básicamente a una superestrella llamada Ronaldinho. La realidad estadística y comprobada con hechos es que Eto’o, Valdés y Puyol fueron mucho más decisivos en aquella temporada.
Para la memoria oficial, el gran recorte que sufrió la propuesta de reforma del Estatut de Catalunya vino del Tribunal Constitucional, pero si basamos la historia en hechos comprobables, se podrá observar que la gran afeitada se hizo en las Cortes y en el pacto final entre Rodríguez Zapatero y Artur Mas, presidente de España y jefe de la oposición en el Parlament de Catalunya, respectivamente.
Una cosa es la realidad y otra cosa es lo que los cronistas y voceros oficiales van repitiendo en los medios, redes incluidas, a golpe de martillo y uno tras otro, de forma periódica y acrítica.
En el caso del aeropuerto ocurre algo similar. Cuando los autoproclamados prohombres y salvadores del país se juntaron en la sala de actos del IESE el 22 de marzo de 2007 para pedir el control por parte de las administraciones catalanas del Aeropuerto de Barcelona y más inversión, ya era tarde. Fue un acto inútil que la prensa del régimen de aquí y de allí quiso enfocar como una advertencia de los emprendedores catalanes hacia el centralismo madrileño. Justo lo contrario de lo que se pretendía en realidad. Porque la mayoría de los promotores, todos no, evidentemente, del acto en la escuela de negocios, se pusieron de perfil cuando el Parlament y los partidos catalanes negociaban la reforma del estatuto, cuando el traspaso de los aeropuertos a la Generalitat era posible. De hecho se llegó a un acuerdo en la comisión constitucional del congreso durante la negociación. Un acuerdo que, tras una revuelta de altos funcionarios del estado encabezados por la ministra Magdalena Álvarez —“antes muerta que torcida”, decía ella—, obligaba Rodríguez Zapatero a hacerlo desaparecer del texto y a Artur Mas a aceptarlo.
Muchos de los prohombres del acto del IESE no sólo se pusieron de perfil como decía antes, sino que incluso algunos, muchos, combatieron la propuesta de reforma del estatut. Según ellos el ruido político que provocaba el debate era excesivo y perjudicaba la economía.
Paradójicamente, meses después de la capitulación estatutaria por parte de la clase dirigente catalana, reaparecieron en el acto de la escuela de negocios. ¿Qué pretendían? Pues demostrar que el Parlament y los partidos catalanes eran unos inútiles y que todas las versiones del catalanismo político y de la izquierda eran incapaces de conseguir nada del estado. En cambio, ellos sí. El resultado fue también un fracaso porque nadie les hizo caso. La prensa oficial, mayoritaria, no lo enfocó así, todo lo contrario, la exhibición de músculo de los empresarios y ejecutivos de grandes empresas del Ibex con sede en Barcelona fue vista como un éxito reivindicativo. Como ya hemos dicho anteriormente, los resultados no sólo tendieron a cero, sino que el estado se blindó de cara al futuro y privatizó una parte de la empresa gestora de los aeropuertos, Aena.
Ahora, los prohombres han vuelto a hacerlo. Y esta vez han ido a la competencia, a Esade, aprovechando la propuesta de Aena para la ampliación del Aeropuerto y el rechazo del Ayuntamiento de Barcelona. La misma prensa oficial de aquí (la de allí está demasiado ocupada con los indultos) señala que este acto afirmativo de las patronales y altos ejecutivos de empresas del Ibex con sede en Madrid es una advertencia contra el Gobierno de Catalunya y una enmienda a la totalidad a la política de los últimos años. Ahora, sin embargo, ya no se pide el traspaso del aeropuerto, y el hecho de convertir Barcelona en un hub de vuelos transcontinentales se escribe en minúsculas, sino que se dé vía libre a Aena para ampliar el aeropuerto y de paso, se señala al nuevo Gobierno de Catalunya con un dedo índice digno de la mejor inquisición castellana.
No entraremos en el debate aeropuerto sí, aeropuerto no. Si la cosa se hiciera bien, que tengo dudas, sería un impulso importante para convertirlo en un auténtico hub. Siempre que el Estado español accediera a permitir vuelos intercontinentales en Barcelona, ya que hasta ahora ha priorizado Madrid. De ahí llora la criatura. Con una mano, Aena y el Estado permitieron a Ryanair instalarse en Barcelona en detrimento de Reus y Girona y con la otra, concentran en Madrid toda la actividad transoceánica. Otro día profundizaremos más.
Hoy sólo quiero señalar como nos hemos dejado engañar con algunos relatos sobre los hechos y controversias de los últimos años. Y constatar el fracaso de la clase dirigente económica catalana que tiene aún menos peso en la capital del estado que la propia política catalana. La historia se escribe así, con la tinta de las verdades y relatos oficiales y los actos de las escuelas de negocio pasarán a los anales como actos de reafirmación de los empresarios. Una reafirmación que nadie de los que tienen poder en este asunto, es decir, los organismos del estado, escucha.
A pesar de las excepciones, que las hay, el único objetivo de algunas de estas cúpulas casi siempre es estar al servicio de los intereses del estado. Intereses que permiten poner de vez en cuando alguna migaja en el llamado capitalismo del BOE. Aunque este vaya contra los intereses económicos de la mayoría de empresarios o estratégicos de Catalunya. Podríamos hablar aquí del papel de algunos en las opa fallidas de Gas Natural, primero hacia Iberdrola y luego hacia Endesa. O la denuncia de la morosidad de las grandes corporaciones que asfixian al resto de empresas y que la Pimec ha tenido que luchar en solitario. El caso del aeropuerto es un ejemplo de cómo con demasiada frecuencia lo que queda esculpido en la memoria colectiva tiene poco que ver con la jodida realidad.