ALMA, una mirada a la

Sembrar la felicidad

Nada ni nadie tiene un sentido de la justicia más puro y transparente que la naturaleza, porque ella nos acoge a todos por igual. No nos pregunta de dónde somos ni tampoco nos juzga por nuestro pasado. Jesús Mariano García es una de las muchas personas que, desde que consiguió por fin un trabajo a través del proyecto Gente y Tierra, ha vuelto a sonreír y a encontrar su lugar en el mundo. Todo ello, gracias a la sencilla sabiduría que transmite el campo.

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n día sí y otro también, Jesús se levanta pronto y se va a trabajar al campo. Junto con sus compañeros, cuida de la huerta, quita hierbajos de las zanahorias, prepara pedidos de hortalizas varias y, sobre todo, siembra, siembra y siembra. La suya es una vida tranquila, una vida feliz. Hace nueve años que entró a formar parte de la Fundación ASDECOBA de Salamanca, una organización sin ánimo de lucro que actúa contra la exclusión social de diferentes colectivos en el barrio de Buenos Aires y que forma parte de la red estatal Colectivos de Acción Solidaria. Desde entonces, ha estado vinculado a diferentes programas de la entidad, pero hace ya tres años que parece haber encontrado su lugar en el mundo: el proyecto Gente y Tierra, que ofrece empleo en el ámbito rural a personas en situaciones de vulnerabilidad.

La iniciativa, que primero obtuvo el apoyo de la Obra Social ”la Caixa” en la Convocatoria de Acción Social en el Ámbito Rural, ha sido galardonada este año con uno de los Premios “la Caixa” a la Innovación Social. Y es que, en Gente y Tierra, ganan todos: las tierras antes abandonadas reciben ahora el mimo y la calidad del cultivo ecológico, y las personas que las trabajan toman las riendas de su futuro. “Es una gran solución de vida”, comenta Jesús. “Esta es una frase que, hace nueve años, no habría salido de mi boca”. Sin embargo, aquí está: a sus sesenta y tantos años disfruta con aprender cada día algo nuevo de la huerta y de todos sus compañeros.

Dice Jesús que no cree en los milagros, pero sí en la gente. “Yo, además, tuve la suerte de conocer a una de esas personas extraordinarias que son verdaderas luchadoras por los demás”, añade refiriéndose a Emiliano Tapia, coordinador y alma de la entidad. “Por otro lado, a quienes quizá estén en la misma situación que yo hace nueve años, les diría que tengan paciencia, que hay que persistir para alcanzar una meta y ver el mañana con esperanza”. Esa es la sabiduría del campo: aprender a esperar y esperar. Porque todo, al final, acaba dando sus frutos.

Texto: Patri de Filippo
Ilustración: María Perera

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