Últimas clarisas Monasterio Pedralbes
Sor Immaculada, sor Isaura y sor Pilar, las tres últimas clarisas que han vivido en el Monasterio de Pedralbes.

Las clarisas se despiden de Pedralbes después de 700 años

Las últimas tres monjas que vivían en el monasterio se marchan tras haber compartido con los vecinos el mató de Santa Eulàlia

Pocas veces pesan tanto 700 años de historia. Pero, los tiempos cambian, o eso se dice, y lo que antes parecía inamovible, simplemente, se acaba. En pocos días, las últimas monjas clarisas que habitan desde hace siglos el monasterio de Santa Maria de Pedralbes se marcharán a Vilobí d’Onyar, en Girona, donde viven más hermanas de su orden. El monasterio de Pedralbes es un símbolo de ese pasado que va quedando atrás, con más números de convertirse en una atracción turística de una ciudad que vive de fantasmas que de seguir siendo un espacio de culto. Así lo atestigua el número de inquilinas, con tan solo tres monjas clarisas viviendo en él, pero también el sentir de una sociedad que cada vez cree menos en una Iglesia que arrastra la lacra de los abusos que ha cometido.

Esa historia que ahora se acaba en Pedralbes se remonta a 1326, cuando la reina Elisenda de Montcada puso la primera piedra del monasterio en una antigua masía, dentro del término de Sarrià, para tener donde retirarse cuando enviudara. Lo hizo con el apoyo de su marido, el rey Jaume II, quien quiso que se dedicase a Santa María. Un año más tarde, la construcción había avanzado lo suficiente para poder alojar la primera comunidad de monjas, provenientes del convento de Sant Antoni de Barcelona.

Desde sus orígenes, ha estado habitado por clarisas, la rama femenina de la Orden Franciscana. “Se han sucedido épocas brillantes con otras menos luminosas. Así es la vida”, ha resumido sor Inmaculada, quien ingresó hace 30 años, cuando había más de 20 monjas, y fue la última en hacerlo. Una comunidad exigua que contrastaba con la afluencia más numerosa de visitantes y turistas que se adentraban en el interior del monasterio y su museo. Hoy ya solo la acompañan sor Isaura y sor Pilar, la más mayor de todas, después de que el año pasado falleciesen sor Montserrat, la abadesa del monasterio, y sor Adoración. Hacía tiempo que se les habían quedado demasiado grandes las cuarenta habitaciones que había en el espacio de clasura.

Interior Monasterio Pedralbes
El espacio de clausura donde vivían las clarisas.

Una estancia larga, interrumpida en pocas ocasiones, siempre con motivo de guerras, ya fuera la Guerra Civil de 1462, la Guerra dels Segadors de 1640 o los conflictos más recientes, con la Setmana Tràgica de 1909, la quema de monasterios de 1935 y la Guerra Civil que vino un año después. A esos pequeños lapsos temporales se agarra el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, para decir que esta vez también puede ser reversible la decisión de la Orden de Santa Clara de trasladarlas a Girona. “Estamos convencidos de que volverán. Para nosotros no es un punto y final, es un punto y a parte”, ha remarcado Collboni en la tradicional visita del Ayuntamiento a las clarisas de Pedralbes por el día de Santa Eulàlia, patrona de invierno de Barcelona.

A pesar de la marcha, seguirán las misas de los domingos a las 12 en el monasterio, con el apoyo de los Capuchinos de Sarrià y otras parroquias de la zona, como también se podrán seguir llevando a la ceremonía huevos para que no llueva el día de la boda. También se mantendrá la celebración del 12 de febrero, con mató incluido. Además, de cara al año que viene, el consistorio programará la celebración del 700 aniversario, con actos, conciertos y exposiciones, entre las que habrá una muestra de instantáneas del monasterio hechas por sor Isaura, quien también se dedica a la fotografía artística con su cámara Lumix. “Hoy Barcelona asume el compromiso de mantener su legado. Tenemos que defender la identidad de la ciudad”, ha defendido el alcalde. Aparte de la función religiosa, el Ayuntamiento continuará conservando y dinamizando el espacio, uno de los mejores ejemplos del gótico catalán.

Sor Montserrat Jaume Collboni
Sor Montserrat con Jaume Collboni y la teniente de alcalde Maria Eugènia Gay.

Muchos han sido los vecinos y feligreses que se han acercado a ver si podían probar el último mató acompañado por las clarisas, con un Collboni tomándoselo a pesar de reconocer que tiene intolerancia a la lactosa. Había 200 unidades y han volado, con muchos quedándose sin antes de lo previsto. Una de ellas ha sido Rosa, una vecina de L’Hospitalet de Llobregat que lleva toda la vida yendo al monasterio, especialmente, para Domingo de Ramos, cuando llevaba a su hija Marta a ver una piedra en la entrada del recinto que le resultaba inabarcable hasta que creció. Las dos han vuelto este miércoles, con Rosa pensando que, si el alcalde tiene razón y las clarisas vuelven, ella, seguramente, ya no lo verá.

Luego, claro, estaban las protestas, con una idiosincrasia propia, adaptando canciones típicas de coral como Frère Jacques con los nombres de las últimas monjas de Pedralbes. Montserrat, una de las que han ido con pancartas y nieta de un antiguo electricista del monasterio, dice que le da miedo que, cuando no estén las clarisas, el recinto se convierta en pisos de lujo. “Hay una relación histórica entre el monasterio y Sarrià”, ha remarcado, recordando cuando el monasterio se salvó de ser quemado durante la Guerra Civil, con monjas escondidas en las casas de los vecinos.

Las jóvenes de la zona no han sentido la llamada, dice sor Immaculada, por mucho que los vecinos se acerquen a saludarla y hagan cola para hablar con ella

Se sentía la emoción, con algunas lágrimas a punto de escaparse, pero tampoco hacía falta mucho para que se recordaran anécdotas. Como las de Francisco de la Fuente, antiguo responsable de seguridad de la colección que la baronesa Thyssen tuvo en el monasterio entre 1993 y 2004. Acompañado por la que fue la conservadora y administradora de las obras, Imma Gómez, les ha venido a la cabeza el día de la inauguración, para la que tenían que venir los Reyes y había que peinar todo el recinto por cuestiones de seguridad. Eso incluía una cripta ubicada debajo del recorrido que iban a hacer los monarcas, pero la abadesa se negó y costó mucho convencerla, sin importarle si se cancelaba el acto, marcado también por unos de esos días de lluvia barceloneses que lo ponen todo patas arriba. Unas ochenta obras, entre pinturas y esculturas del siglo XIV al XVIII, llenaron el que antes era el dormitorio de las monjas y el conocido como Salón de la Reina, porque allí recibía sus visitas la reina Elisenda de Montcada cuando se retiró al monasterio, aunque más tarde se convirtió en dormitorio de novicias. En sus paredes, se encontraron nombres como Rubens, Velázquez, Zurbarán, Tintoretto, Tiziano, Fra Angelico y Canaletto. Cuando se marcharon de Pedralbes, las obras se repartieron entre el MNAC y el Thyssen de Madrid.

Las jóvenes de la zona no han sentido la llamada, dice sor Immaculada, por mucho que los vecinos se acerquen a saludarla, hagan cola para hablar con ella, incluso haya quien le pida una foto a sor Isaura como si fuera una celebrity. Los feligreses les quieren, pero ya nadie quiere dedicar su vida a cualquier Dios. De las monjas de otras congregaciones que se han acercado a despedirse de ellas, todas hace años que tomaron esa decisión y se ven pocas caras jóvenes. Una de ellas se llama Camila y viene de Venezuela, novicia de las Carmelitas que a los 12 años sintió vocación y aún la mantiene a sus 20. Cuando el mató ya se había acabado hacía rato, sor Isaura ha dicho que han cerrado dos conventos de clarisas en Nicaragua y que igual podrán engordar así sus filas y volver a la capital catalana. De momento, la asociación de vecinos de Pedralbes tiene patentada la receta del tradicional mató, lo más parecida posible a la que hacía sor Montserrat, y habrá que ver si recuperan la tradición de venderlo en locales de la zona como se hacía a finales del siglo XIX.