La exposición Dones de Paraula en el Marès de Barcelona.
Exposición 'Dones de paraula' en el Museo Marès. © Pep Herrero

‘Me too’ en el Marès

El Museo Frederic Marès ofrece hasta el 25 de mayo la exposición 'Dones de Paraula', que tiene como hilo conductor un mensaje de humanismo en femenino

En la sala de temporales del Museo Frederic Marès se presenta hasta mayo la exposición Dones de Paraula, comisariada por la doctora, historiadora del arte y profesora Maria Garganté. Una muestra selecta y profunda sobre el control de la palabra, un control aparentemente masculino a lo largo de los siglos, pero en absoluto ajeno a la figura femenina. Esta exposición, que va desde el humanismo hasta la contemporaneidad, no es que dé la palabra a las mujeres (que ya la habían tomado, por otra parte), sino que muestra, a través de representaciones artísticas de todo tipo (religiosas o no) y de objetos ilustrativos, la fuerza de la palabra femenina durante los años en los que se quería simular que no existía. Sabiendo, perfectamente, que existía. Y de qué forma.

La muestra logra generar un diálogo con la contemporaneidad y con la perspectiva de género

En primer lugar, el diseño de la exposición es elegantísimo. Buena cromática, buena relación con las paredes y con la luz, un aprovechamiento perfecto del espacio (limitado) que le ha reservado el museo. Nos recibe una Dama del armiño esculpida en relieve y de procedencia italiana, aunque de colección barcelonesa (Miquel Mai, embajador de Carlos V). Aún se discute si se trata de Giulia Gonzaga (la aristócrata cercana al protestantismo hispánico), pero los historiadores han tendido a desmentirlo: es una alegoría general de la virtud y el conocimiento, con el armiño como símbolo de pureza (también existe una Dama del armiño de Leonardo), y lo que nos transmite es el mensaje de un humanismo en femenino que será el hilo conductor de todo el recorrido.

Las piezas barrocas o renacentistas de la exposición provienen, por lo general, del propio museo. Pero se ha intentado (y logrado) generar un diálogo con la contemporaneidad y con la perspectiva de género. Venimos, no lo olvidemos, de la anterior exposición, Emocions. Imatges i gestos del passat i del present, es decir, que de forma declarada el museo intenta dar vida y animación a unas piezas que quedan muy lejos de tener vocación de vitrina.

La palabra como elemento de comunicación, pero también de poder: proveniente de la colección Cambó, se nos presenta un retrato hecho por Sebastiano del Pombo en el siglo XVI, mostrando a una mujer que también podría haber sido perfectamente Giulia de Gonzaga, pero también Vittoria Colonna (gran mujer el Renacimiento, poetisa, amiga y confidente de Miguel Ángel), con un castillo al fondo que (asegura Garganté, apasionada y verdadera tifosa del sur de Italia) podría ser el castillo aragonés de la isla de Ischia. La mujer hace un gesto que también resume el mensaje de toda la exposición: con un dedo señala la lectura de un libro y, con otro, parece abrirse levemente el escote y señalarse el pecho. El yo. La ella.

Se nos recuerda también La Querelle des Femmes, el texto de Cristina de Pisan (primera escritora profesional en francés) que defendió el sexo femenino ante textos despectivos de la época, y con su versión catalana: el Vita Christi, de Isabel de Villema, que hizo una genealogía de mujeres bíblicas y que era, a su vez, toda una respuesta a L’Espill de Jaume Roig o a Lo somni de Bernat Metge.

La religiosidad de buena parte de las piezas nos lleva a su joya de la corona, con Santa Teresa de Jesús en su celda, de la colección Marès (talla policromada del siglo XVIII), que muestra a Teresa mucho más escritora que santa (los angelitos ya pueden ir soplando encima de las nubes), acompañada de cerca por una reliquia inédita: un autógrafo a mano de la misma Teresa, minúsculo, enmarcado en un colgante relicario.

Exposición 'Dones de Paraula' en el Museo Marès de la capital catalana.
La ‘Dama del armiño’ y el retrato de Vittoria Colonna en el Marès. © Pep Herrero

Junto a él, Caterina Albert en forma de autorretrato. En forma, si se me permite la licencia, de Victoria Catalana y de mujer polifacética que se miraba al espejo, se dibujaba y se reconocía como una mujer de palabra. Exponer su faceta de pintora es una manera, también, de reivindicar las otras muchas cosas que tenía que decir (“en aquesta terra en què és més deshonrós per una dona escriure que fer altres disbarats”, escribía a Joan Maragall).

La palabra ya podía ser masculina, pero su transmisión era femenina. Por alguna razón hablamos de lengua materna, al fin y al cabo. Por eso la escena de Santa Ana enseñando a María (una escena derivada de los evangelios apócrifos y poco admitida entre los teólogos, que afirmaban que más bien las enseñanzas de María provenían del Espíritu Santo) se nos muestra no sólo con una talla policromada del siglo XVII, sino también con unos esbozos en una libreta de apuntes de Picasso.

La 'Túnica de Casandra' en el Museu Frederic Marès de Barcelona.
La exposición repasa el papel de la mujer también con mitos como el de Casandra. © Pep Herrero

Y así seguimos con escenas como las de la Inmaculada Concepción (María sola, embarazada, e incluso expuesta como patrona de la Universidad de Cervera en un ejemplar de sus Constituciones). Inevitable también la referencia a María Magdalena, de la que los evangelios en verdad decían poco a pesar de que nos haya llegado como prostituta arrepentida, y que en todo caso, según los apócrifos, era sin duda una discípula aventajada de Jesús.

Más pagano, el mito de Casandra: una mujer con el don de la profecía pero que, como no quiere plegarse a Apolo, él la castiga con la condena de no ser creída por nadie. La espectacular Túnica Cassandra de Kima Guitart, manchada de sangre y colgada como una lluvia de dignidad, remacha la banda contemporánea de la muestra y convive con los diálogos de la médium y artista Eulàlia Valldosera (cuyos dibujos también se autoseñalan, como Vittoria Colonna).

Casi como despedida, las intuiciones de la también médium Josefa Tolrà, una mujer analfabeta que, tras perder a sus dos hijos en la Guerra Civil, obedeció al médico que le aconsejaba que dibujara lo que le decían las voces (llamando la atención de Joan Brossa, de cuya fundación provienen sus intuiciones escritas y dibujadas).

No es de extrañar, pues, que la profética Sibila nos despida la visita con un relieve de Antoni Solà y Llansas (Eneas y la sibila de Cumes visitan el Estigia) donde ella, de nuevo, hace de mediadora. De médium, entre nosotros y el inframundo. No sé por qué, pero, al decir adiós a Maria Garganté, siento que alguna personalidad con palabra ha mediado sutilmente entre mis infiernos y la verdad oculta.

La exposición del Museo Marès 'Dones de Paraula'.
La muestra se hace eco también de figuras como la profética Sibila. © Pep Herrero