Con sus 156 metros de eslora, el Dilbar no deja indiferente a nadie cuando entra en un puerto. Su espectacularidad y dimensiones hacen que sus escalas se conviertan en noticia… salvo en Barcelona, donde prácticamente forma parte de la cotidianeidad. Desde su botadura, este megayate ya ha pasado por la capital catalana hasta 11 veces en tan solo cinco años y es que es aquí, en MB92, es donde su armador lleva al barco a realizar revisiones, mejoras y puestas a punto.
El Dilbar, que a pesar de sus dimensiones tiene capacidad para tan solo 40 huéspedes atendidos por unos 90 tripulantes, tiene bandera de las Islas Caimán y fue construido en Bremen por Lürssen, el histórico astillero alemán fundado en 1875 que en las últimas décadas se ha convertido en uno de los grandes especialistas mundiales del sector de los mega y superyates. De hecho, cinco de los diez yates más grandes del mundo han sido construidos por esta sociedad y prácticamente todos, han pasado por MB92, la clínica barcelonesa para barcos de recreo de grandes esloras.
Y es que alrededor de lo que para algunos son vacaciones, ocio y navegación de gran lujo en enormes yates de recreo, ha crecido una industria naval dedicada al mantenimiento y cuidados de estas embarcaciones que para muchas grandes fortunas son sus residencias en el mar. Es ahí donde una empresa de Barcelona se ha convertido en referencia para un sector que no deja de crecer.
De hecho, desde finales del siglo pasado y durante las dos primeras décadas del XXI, el segmento de los grandes yates se ha disparado. Lo que antes era una excepción hoy constituye un enorme negocio: en 2021 ya se contabilizan 170 yates con más de 75 metros de eslora, de los que 55 pasan de los 100, cifra que sigue creciendo gracias a los astilleros especializados como el mencionado Lürssen, los italianos Mariotti, Fincantieri y Benetti o el holandés Feadship que trabajan a todo ritmo en nuevas construcciones, unas construcciones que, posteriormente, como si se tratase de una visita médica, pasan por centros de mantenimiento, reparación y adecuación.
Curiosamente la actual gran referencia mundial del sector, MB92, que inició su actividad en coincidencia con la reestructuración de la zona del Port Vell, no estaba centrado en las grandes esloras sino que su especialidad estaba en el suministro de servicios técnicos para embarcaciones de recreo de todo tipo, aunque siempre menores de 20-25 metros: veleros, lanchas y pequeños yates, aunque al cabo de dos años, viendo la interesante y creciente deriva del sector hacia unos barcos de recreo cada vez mayores, se enfocó en ello, creciendo en el Muelle Occidental y el de Catalunya, en el área más próxima al Club Natació Barcelona, la Torre de Sant Sebastià o el hotel W, un edificio que, por entonces, no estaba ni en la mente de su promotora ni mucho menos de los miembros del Estudio Bofill al que fue encargado el edificio-vela años más tarde.
Lo que marcó el gran crecimiento de este astillero fue el cobertizo flotante de 1997 (hoy ya historia) para llevar a cabo trabajos de pintura y también la creación del primer Syncrolift del Mediterráneo, un elevador automático con capacidad para yates de hasta 2.000 toneladas. Ya en este siglo, y entre 2010 y 2012, la compañía amplió su potencial una vez más al integrar a un antiguo vecino, los históricos astilleros Unión Naval de Barcelona en sus instalaciones. Esa suma de espacio hizo que MB92 ganase uno de sus activos más importantes: el dique seco, donde precisamente estas semanas el yate Dilbar está siendo sometido a trabajos en su casco. El gran lujo se repara ahora donde antes se cuidaba de mercantes, petroleros, buques de crucero o algunos ferrys de Baleària o Trasmediterránea. Por cierto, la segunda naviera fue en su día copropietaria de los astilleros Unión Naval, tanto en Valencia como en Barcelona.
Y hablando de propiedad, MB92 es en la actualidad propiedad de Squircle Capital, la gestora de capital riesgo fundada por José Caireta, que cerró la compra del 77,5% de este astillero en 2019 al fondo turco Dogus que, a su vez, se había hecho con estas instalaciones en 2015, una etapa en la que el astillero siguió creciendo, mejorando, ampliando instalaciones y sumando clientes. Quien ha estado siempre a la cabeza del astillero, independientemente de quien haya tenido la mayoría del capital, ha sido Pepe García-Aubert, presidente y CEO de la casa. Velista consumado, pasó profesionalmente del mundo de la automoción al marítimo y se mantiene en él desde la fundación del astillero. Como buen navegante, sabe en el sector en el que se mueve, de ahí la discreción absoluta de él y su equipo, encargados de cuidar de los yates de las grandes fortunas del planeta, quienes, salvo contadas excepciones, son muy remisos a que se sepa nada de sus casas flotantes, y eso en MB92 es marca de la casa: silencio absoluto sobre todo lo que tenga que ver con esos magníficos barcos que están amarrados o sobre los muelles de sus instalaciones.
En cuanto a trabajadores y trabajo, esta empresa naval tiene 132 empleados directos y 900 indirectos, que son los de empresas especializadas que tienen tareas determinadas en los barcos, mientras que, de media, cada año se ejecutan unos 110 proyectos de mantenimientos programados, reparaciones extraordinarias, modernización de yates y otros trabajos que en algunas ocasiones se dilatan meses, tanto por las dimensiones de los barcos como por el celo de los armadores en que todo esté nuevo, impecable y perfecto para volver a navegar.
MB92 es marca de la casa: silencio absoluto sobre todo lo que tenga que ver con esos magníficos barcos que están amarrados o sobre los muelles de sus instalaciones
Toda la discreción que se tiene en los muelles de MB92 contrasta con la conversión a libro abierto que ha supuesto el arranque de su plan de sostenibilidad 2021-2025. Con este, la sociedad de Squircle Capital, también gestora de Marina Port Vell y es propietaria de Francesc Macià 10, el edificio de viviendas de lujo construido en la antigua sede de Winterthur en la plaza del mismo nombre, ambiciona consolidarse como el referente mundial en el cuidado del medioambiente en su sector de actividad.
El plan prevé una inversión de cuatro millones de euros y contempla seis áreas de actuación: reducir la huella de carbono, eliminar las emisiones generadas por los gases de combustión, minimizar y optimizar la generación de residuos, mejorar la calidad del agua del astillero, liderar la industria en compromisos como reducción de emisión de partículas y avanzar con su propósito como entidad responsable socialmente, como con el plan de Water Revolution Foundation: una calculadora de carbono que le permitirá cuantificar las emisiones generadas con su actividad, desde la llegada de la embarcación del cliente al astillero, la ejecución de los trabajos de reparación y acondicionamiento, hasta la salida de su barco.
El plan de sostenibilidad 2021-2025 prevé una inversión de cuatro millones de euros y contempla seis áreas de actuación
Con este sistema, MB92 adquiere el compromiso de informar a sus clientes sobre el impacto medioambiental de las actuaciones realizadas con el objetivo de que éstos realicen una contribución económica equivalente mediante el carbono azul y regenerando ecosistemas submarinos. Según explica la empresa, por cada aportación realizada por cada cliente, el astillero hace la misma. Eso supone una innovación como también lo es la digitalización, automatización y control remoto del 100% del consumo de energía proveniente de fuentes renovables, o la instalación de un módulo de baterías que permitirá almacenar energía y hacer un uso más eficiente de la misma.
Como parte del plan, MB92 Barcelona ha trazado alianzas con organizaciones locales e internacionales como Naciones Unidas, la mencionada Water Revolution Foundation o la Generalitat a través de los Acuerdos de Canvi Climàtic. Esto supondrá el cumplimiento de compromisos como la neutralización del 100% del carbono emitido antes de 2050, la publicación del valor de las inversiones efectuadas para disminuir las emisiones contaminantes y la aplicación de un plan para aumentar la eficiencia energética con objetivos cuantitativos en iluminación, climatización y actividad productiva.
Y mientras tanto, como dice el título de la película de Federico Fellini filmada en 1983… E la nave va.