Barcelona acogerá este año alrededor de 800 escalas de barcos de crucero, una actividad económica que genera un volumen de facturación en la ciudad de más de mil millones de euros y más de 9.000 puestos de trabajo. En 2019, el sector alcanzó un récord de cerca de 2,3 millones de pasajeros, una cifra que en 2022 fue sensiblemente inferior, de 1,7 millones. Las previsiones para 2023 son positivas, pero todavía es pronto para saber si las navieras lograrán alcanzar o superar los volúmenes de ocupación prepandemia.
Ya en plena pre campaña electoral, la teniente de alcaldía de Ecología y Urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona, Janet Sanz, volvió a pedir este jueves a la Generalitat que limite la presencia “desproporcionada” de cruceristas en la ciudad. “En mayo habrá 400.000 cruceristas que masificarán las zonas más turísticas, como la Rambla, el Carmel o el Park Güell”, aseguró la concejal.
Pero, ¿realmente llegarán 400.000 turistas este mes a la capital catalana? “Rotundamente no”, afirma el director de la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) en España, Alfredo Serrano. Según el ejecutivo, este tipo de declaraciones son un claro ejemplo “de la confusión que existe con los datos”, por lo que pide que las críticas “se hagan con rigor” y no se confundan, como en este caso, el número de movimientos portuarios —es decir de operaciones de embarque y desembarque de pasajeros— con el de visitantes reales.
Aun así, ¿los dos millones de cruceristas anuales que han convertido a Barcelona en el mayor puerto del Mediterráneo para la industria de los cruceros son una cifra “desproporcionada”, como indica Sanz? Para dar respuesta a esta afirmación, CLIA ha encargado un estudio a la Universitat de Barcelona para que ponga en contexto, sólo mediante el uso de los datos objetivos disponibles, el impacto de la actividad crucerista sobre el conjunto del sector turístico barcelonés.
La principal conclusión del estudio, utilizando los datos de récord de 2019, es que “sólo el 4,1% de los visitantes de Barcelona provienen del turismo de cruceros”, según afirma el catedrático Jordi Suriñach, director del Laboratorio de Economía Aplicada AQR-Lab de la Universitat de Barcelona. “Hay muchas opiniones y pocos estudios con datos reales, pero con nuestro trabajo vemos como el peso de los cruceristas sobre los visitantes totales, es de sólo el 4,1%”, señala Suriñach. El profesor apunta que en los meses de mayor actividad, en septiembre y octubre, este peso no es mucho mayor, al ser del 5,6% y del 5,3%, respectivamente.
El estudio, dice Suriñach, contribuye a “relativizar” los mensajes que atribuyen a los cruceros ser los causantes de la congestión turística que sufre la ciudad. “Entre 2010 y 2019, sólo se han registrado cinco días (en los años 2011, 2014 y 2018) en que hayan llegado a la ciudad más de 30.000 cruceristas, es decir, sólo en el 0,1% de los días a lo largo de diez años se ha superado este volumen. Por el contrario, en la última década en el 75% de los días hubo un tráfico de menos de 10.000 cruceristas, y en el 98% de los días se contabilizaron menos de 20.000. Estos son los datos reales, por lo que hay que matizar ciertos discursos”, argumenta el director del Laboratorio de Economía Aplicada de la UB.
Según el estudio, en la última década han crecido especialmente los cruceristas de puerto base, es decir, aquellos de mayor valor añadido, ya que antes o después de tomar el crucero pernoctan en hoteles de la ciudad (2,8 noches de media) y, consecuentemente, realizan mayor gasto. “En esta década, el crecimiento medio anual de los cruceristas de puerto base ha sido del 3,7%, frente al 2,8% de los cruceristas de tránsito o que sólo están unas horas en la ciudad”, ha apuntado.
Si se suman ambos segmentos, el promedio anual de crecimiento de la actividad crucerista en Barcelona ha sido del 3,1% a lo largo de los últimos diez años, un porcentaje que se sitúa por debajo del incremento total del número de visitantes (+4,3%), del aumento de las pernoctaciones hoteleras (+4,5%) y del crecimiento del Aeropuerto de Barcelona (+8%).
“Vemos como los datos nos indican que no hay evidencias que justifiquen que el sector de los cruceros sea el responsable de la congestión turística en Barcelona; no podemos serlo cuando sólo movemos al 4,1% de los visitantes”, ha destacado Serrano, tras afirmar que las navieras asociadas a CLIA son las primeras en querer evitar “un destino congestionado”.
En este sentido, se ha mostrado muy favorable de mantener y profundizar el acuerdo que el Ayuntamiento de Barcelona y el Port de Barcelona alcanzaron en 2018 y que limitó a siete en lugar de ocho el número de terminales, situándolas todas ellas en el Moll Adossat, todo lo lejos posible del centro de la ciudad. “Con siete terminales, hemos acotado a más o menos 800 el número de escalas que podemos realizar en Barcelona, no es una cifra que se vaya a mover mucho durante los próximos años”, ha constatado. “Sentimos Barcelona como nuestra casa; aportamos al territorio un turismo de calidad y queremos seguir desarrollando la industria de una forma sostenible, tanto desde el punto de vista económico y social como medioambiental y siempre en el marco del acuerdo suscrito por el Ayuntamiento y el Port de Barcelona en 2018”, ha añadido.
Serrano ha pedido a los políticos “un análisis riguroso sobre la congestión turística” y la redacción de un plan estratégico que contribuya “a esponjar” determinadas zonas de la ciudad mediante “el desarrollo de nuevos iconos y áreas turísticas” y también llevando a los visitantes a conocer otros puntos del territorio, más allá de Barcelona. “Estamos dispuestos a escuchar y colaborar con todas las diferentes administraciones, los agentes económicos, sociales y vecinales para, con rigor, trazar un plan que permita maximizar las ventajas del turismo de cruceros y minimizar las externalidades negativas que se pudieran identificar”, ha reflexionado.
Se dispara la recaudación municipal por los cruceros
Una parte central del informe elaborado por Jordi Suriñach y la profesora Esther Vayá, titular de Economía Aplicada de la Facultad de Economía y Empresa de la Universitat de Barcelona, se ha centrado en la fiscalidad —el sector paga más de 200 millones entre IVA e IRPF y otros impuestos— y, concretamente, en la recaudación que genera la actividad crucerista por el impuesto de establecimientos turísticos (IETT) de la Generalitat y el recargo municipal que se aplica desde 2021. “Partimos de la base que los cruceros son el único medio de transporte que pagan la tasa turística, junto a los hoteles y viviendas turísticas”, señalan los profesores.
En 2019 —cuando aún no se pagaba el recargo municipal— el sector generó para este impuesto 2,4 millones, cifra que equivale al 8,4% del total de la recaudación, un porcentaje que, sin embargo, duplica el peso que tienen los cruceristas (4,1%) en el total de visitantes que recibe la ciudad. De estos 2,4 millones, el 50% los ingresó el Ayuntamiento de Barcelona, es decir, 1,2 millones.
Este volumen de ingresos municipales, sin embargo, se multiplicará por seis entre 2023 y 2024 debido a los cambios tarifarios y al recargo municipal, hasta alcanzar los 8 millones este año y 9 millones de euros en 2024, respectivamente. Los cálculos se han efectuado suponiendo un número de cruceristas constante. Con estas cifras, el peso de los cruceros en este impuesto se pasa del 8,4% al 13%.
Más turistas norteamericanos gracias a esta actividad
El informe de la UB también pone de manifiesto “el carácter poco estacional” de la actividad crucerista. “Entre los meses de junio y agosto sólo llegan el 35% de los cruceristas, es decir, el 65% lo hacen el resto del año”, subraya Suriñach. El catedrático también destaca que la fortaleza de Barcelona como puerto base de cruceros se traduce en la atracción de un perfil de turista muy interesante para la ciudad, el norteamericano, ya que gasta más que la media, con 187 euros al día, frente a los 137 euros del conjunto de turistas. “El peso de norteamericanos en la actividad crucerista es de casi el 30%, una cifra muy elevada en relación al peso del 7% que tienen los turistas de este origen en el total de visitantes de la ciudad”, apunta.
El informe aporta otros datos, como que el 80% de los cruceristas que bajan del barco —no todos lo hacen— visitan las Ramblas y el 62% se desplazan hasta la Sagrada Familia. El barrio Gótico y el Paseo de Gràcia ocupan el tercer y el cuarto puesto del ránking de lugares más visitados. Su impacto también es elevado en el Park Güell, donde los cruceristas tienen un peso del 15%, porcentaje que se eleva al 18% en verano. Según Suriñach, este tipo de visitantes, fundamentalmente, realizan turismo de compras y turismo cultural —en unos porcentajes más elevados que el resto— y se mueven, básicamente, en taxi o en transporte público.
Compromiso con el medio ambiente
El director de CLIA, que representa al 95% de las navieras, ha reiterado el compromiso del sector de llegar a las cero emisiones netas de carbono en 2050, aunque mucho antes, en 2026, ya habrá un cambio substancial gracias al proyecto de electrificación de los muelles de Barcelona. “Hoy, el 40% de la flota ya está preparada, pero en 2027 lo estarán el 75% de los barcos y todos los que lleguen a Barcelona apagarán los motores en el puerto y se conectarán a la red”, ha explicado. En paralelo, se avanza en la introducción del gas natural licuado (GNL), un combustible más sostenible que ya será el protagonista del 20% de las escalas que se realizarán en 2023.
En un contexto de extrema sequía, Serrano ha querido combatir también algunos mensajes al afirmar que el 80% de los barcos de crucero que operan en Barcelona ya no se abastecen de agua al llegar al puerto por contar a bordo con sus propias plantas de desalinización y osmosis. De los buques que sí que necesitan proveerse de agua, ha explicado que el consumo es de 27 litros por crucerista al día, frente al consumo habitual de 106 litros por ciudadano al día en Barcelona.