La emblemática Font de les Tres Gràcies, en en centro de la plaza.
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La Plaza Reial mueve ficha

Este apéndice de la Rambla es fruto del proceso de desamortización eclesiástica de 1835 y ha pasado por diversas etapas a lo largo de la historia: desde punto de ocio alternativo y bohemio, a espacio dominado por los turistas. Ahora se reivindica con un programa de actividades para reactivar su dinamismo económico y social tras la pandemia.

La Plaza Reial ha puesto en marcha una iniciativa para revitalizar este espacio icónico de Barcelona. Se trata de un conjunto de actividades lúdicas gratuitas, desde música, talleres y deportes, organizadas por la Associació d’Amics i Comerciants de la Plaça Reial. El objetivo es atraer de nuevo a los ciudadanos a la plaza y reactivarla desde un punto de vista económico tras el parón provocado por la crisis sanitaria.

Este apéndice de la Rambla ha pasado por diversas etapas a lo largo de la historia. Desde punto de ocio digamos que alternativo, a mercado de la droga y etapas en las que la inseguridad se adueñó del espacio a determinadas horas del día. En mi caso, fue escenario de iniciación a la edad adulta. Durante el instituto, a principios de los años 80, cada viernes íbamos un grupo de amigos a la Plaza Reial a tomar unas cervezas sin que a nadie le importara si éramos mayores de edad.

La Plaza Reial nos abrió a un mundo que encontrábamos fascinante y que nos permitía después contar batallitas a nuestros compañeros de clase. En aquel entonces, era un ecosistema en el que convivían camellos, bohemios de toda clase, turistas preolímpicos, gente underground —entre los que destacaban los artistas Ocaña y Nazario— y todo un mundo de personajes que deambulaban por la Rambla y que hoy llamaríamos frikies. Allí vimos a los primeros trasvestidos. Era muy divertido y debo destacar que nunca, en aquellas incursiones, nos vimos involucrados en ningún incidente.

Plaça Reial
Se trata de una de las pocas plazas porticadas de la capital catalana.

La asociación nació en 1999 para promocionar la plaza desde el punto de vista cultural, comercial y cívico. Porque la Plaza Reial es todo esto. Allí convivían las noches locas de marcha en las discotecas punk con los matinales filatélicos. Este espacio, a semejanza de la Plaza Mayor de Madrid pero a menor escala, es fruto del proceso de desamortización eclesiástica de 1835. Allí se erigía el convento capuchino de Santa Madrona. La plaza fue obra del arquitecto Daniel Molina, a quien se debe buena parte de la urbanización de la Barcelona antigua a mediados del siglo XIX. Fue construida en 1848, un año después de la inauguración del Gran Teatre del Liceu. De hecho, la plaza fue una especie de complemento del teatro lírico burgués.

Una de sus características más especiales es que, aunque parezca rectangular, la plaza es en realidad trapezoidal y una de las pocas porticadas en Barcelona. En el centro, se encuentra la Font de les Tres Gràcies, obra del escultor francés Antoine Durenne. También encontramos farolas de Antoni Gaudí.

Es quizás por su origen urbanístico con diversas aportaciones y a su situación estratégica que la plaza se ha convertido en un punto de encuentro de público heterogéneo. Esa es una de sus gracias y por eso es acertada la iniciativa de la Associació d’Amics i Comerciants al combinar actividades que generan atracción económica, cultural y cívica, los tres ejes en los que siempre se ha posicionado la plaza, aunque con diversas intensidades y aciertos a lo largo de las últimas décadas.

La Plaza Reial nunca morirá. Siempre será un espacio emblemático en el que han convivido, conviven y deben seguir conviviendo diversas sensibilidades que le otorgan personalidad a través de sus distintas ofertas: gastronómica, musical, coleccionista… En la última Diada de Sant Jordi, fue uno de los nuevos espacios de venta de libros y uno de los que mayor acogida tuvo entre el público. Fue un acierto que se merece continuidad.

Plaza Reial forever.

La terraza del restaurante Ocaña.