El Museu Martorell, en la Ciutadella, está previsto que reabra sus puertas a principios de 2023, justo antes de las próximas elecciones municipales, después de una rehabilitación integral del edificio y en el marco del Pla de Ciència 2020-2023. Así lo anunció hace unos días el Ayuntamiento de Barcelona, con lo que pretende consolidar la vocación científica del primer gran parque de la ciudad. Así fue desde el principio, durante la Exposición Universal de 1888 y con posterioridad. Numerosos elementos del parque demuestran esta vocación. Por ejemplo, el Zoo y la estatua del mamut.
El problema es que muchos de estos elementos han ido desapareciendo, como el acuario que originalmente hubo en la parte superior de la cascada y del que solo queda el letrero. También, la cueva artificial —atribuida a Gaudí— en la parte posterior de la misma cascada que pretendía divulgar cómo eran las grutas, con sus estalagmitas y estalactitas y de la aún permanecen algunos fragmentos casi irreconocibles en un almacén utilizado para el mantenimiento del parque.
Hoy, el lado del parque orientado al paseo Picasso da vergüenza, al contemplar el pésimo estado de cinco elementos que en otro tiempo fueron parte del orgullo científico de la Ciutadella. Empezamos por la esquina del paseo Picasso con el de Pujades. Allí permanece cerrado hace años por obras uno de los edificios del grande del modernismo Lluís Domènech i Montaner. Se trata del denominado Castell dels Tres Dragons, concebido como restaurante de la Exposición de 1888, primera gran carta de presentación de Barcelona al mundo tras el derribo de las murallas y expansión por el Eixample. Acabó siendo museo de Zoología hasta su cierre en 2010, a la espera de una incierta reapertura tras unas interminables obras de rehabilitación.
A continuación, está el Hivernacle, que se cae a trozos después de ser clausurado en el 2005, cuando el ayuntamiento no renovó la concesión de un restaurante. Fue proyectado inicialmente por Josep Fontseré, pero ejecutado por Josep Amargós. Hoy, el Hivernacle pide a gritos su rehabilitación. Es desolador contemplar el interior vació, roto tan solo por la presencia de algún ciudadano sin techo.
Seguimos y nos encontramos con el ya citado Museu Martorell. Proyectado por Antoni Rovira i Trias, fue inaugurado en 1882 como museo de ciencias naturales para albergar el legado de Francesc Martorell, que donó a la ciudad su colección. El museo acabó especializado en geología y la colección zoológica se trasladó al Castell dels Tres Dragons.
A continuación, otro espacio muy especial cuya clausura impide también disfrutar de su belleza. Se trata del Umbracle, un remanso maravilloso creado por Josep Fontseré. Hoy, sus dos accesos están apuntalados y un cartel dice tan solo que está cerrado sine die por trabajos de mantenimiento. Creo que únicamente una vez en mi vida he podido admirar su interior y me deprime el cierre permanente y su continua degradación.
Por último, junto al Umbracle se encuentra el denominado rincón científico, ideado para la Exposición y en el que se instalaron dos elementos singulares. Se trata de una columna meteorológica y una mesa de distancias. La primera fue ideada por el capitán de la marina mercante Josep Ricart i Giralt. Tenía un fin pedagógico para introducir la ciencia meteorológica entre los ciudadanos. La columna estaba coronada por un reloj solar esférico y una veleta con el escudo de Barcelona. En las cuatro caras había una tabla de diferencias horarias respecto a las principales ciudades del mundo y explicaciones sobre la materia e instrumentos utilizados para medir la temperatura, la presión atmosférica y la humedad.
Los cinco elementos que en otro tiempo fueron parte del orgullo científico de la Ciutadella se encuentran en pésimo estado
La mesa es una tabla de mármol en la que había inscritas las distancias que separan Barcelona de las grandes capitales del planeta. Hoy cuesta entender la expectación que generaron, pero en su día era como una puerta de las clases populares al mundo. La columna y la mesa permanecen en su sitio, pero nadie de quienes las admiraron a finales del siglo XIX apenas las reconocería. La veleta desapareció hace años de la columna, así como las tablas explicativas y otros elementos. Actualmente, se muestra desnuda y solo sobrevive la esfera celeste. Nadie entiende qué representa. La mesa está tan erosionada que hay que fijarse mucho para observar las inscripciones que sobreviven. Tampoco nadie entiende su función.
El anuncio de la rehabilitación y reapertura del Museu Martorell hay que saludarlo ahora como una puerta a la esperanza para que se recuperen todos estos edificios y elementos históricos y que la vocación científica y de conocimiento de la Ciutadella se consolide. Quiero volver a disfrutar del museo de geología, del Castell dels Tres Dragons, del Hivernacle y del Umbracle. Y también quiero ver cómo eran la columna meteorológica y la mesa de distancias.