El shock que está produciendo la guerra de Ucrania hace que se cuele en cualquier conversación, que siempre esté presente. Jaume Plensa no ha podido obviarla en la inauguración de Cada rostro es un lugar, exposición con la que el Museo de Arte Moderno de Céret pone fin a sus obras de ampliación y que está protagonizada por los característicos rostros espectaculares del artista barcelonés. “Hay mucha gente que está muriendo, muchas casas destruidas, muchos lugares a los que no se podrá volver”, ha sostenido, al poco de empezar el recorrido por la muestra.
El escultor ha querido dedicarla a las víctimas, con el deseo que “esta guerra estúpida” llegue pronto a su fin. “A veces el arte no sabes muy bien cómo puede ayudar en esto. Por casualidad, esta exposición creo que es un buen homenaje a todos los rostros que estamos viendo en la prensa, en fotografías dramáticas de mujeres y niños que se van al exilio y de hombres que han decidido quedarse a defender su patria, su país, su pequeño lugar, su casa, su trabajo. Creo que nos parecemos tanto que, a veces, es escandaloso que nos llamemos de distintas maneras o utilicemos banderas distintas”, ha defendido.
Esas caras que podrían ser las de cualquier ser humano llenarán hasta el 6 de junio el Museo de Arte Moderno de Céret. Los rostros, esa parte que a uno le cuesta tanto verse y que regala a los demás, es una de las obsesiones de Plensa, en la que trabaja desde 2005. Cada rostro es un lugar hace referencia a un poema más largo escrito por el escultor, en el que define la escultura como el gran lugar en el que encontrarse. “El rostro es el gran retrato del alma. Sería como una puerta que abrimos a los demás. Siempre he pensado que el rostro, lleno de tics, de signos, movemos la boca, la nariz, los ojos… Creamos como un alfabeto de signos con el que podemos entendernos con los demás sin utilizar las palabras”, ha expuesto.
“El rostro es el gran retrato del alma. Sería como una puerta que abrimos a los demás”
Otra de sus obsesiones es el silencio, al que invita con la primera escultura de la exposición. “No para no hablar sino todo lo contrario, para poder entender y escuchar mejor nuestros pensamientos, la vibración de nuestro cuerpo y nuestras ideas”, ha explicado, más teniendo en cuenta que todas las esculturas de la muestra establecen un diálogo —silencioso— entre ellas. Carlota Silence, muy similar a la escultura que recientemente ha inaugurado en New Jersey y que mira a Manhattan, da la bienvenida a la exposición, aunque hay que esperar un poco para adentrarse a ella. Primero hay que pasar por las obras que integran la colección permanente del museo, con un protagonismo especial de Pablo Picasso. “Es como visitar la casa de tus abuelos”, ha dicho.
Superado este paseo cubista, se llega a la zona recién estrenada, en la que 12 esculturas inéditas muestran la característica manera de entender el arte de Plensa, con las que consigue transmitir paz y calma a través de la inmensidad y las ilusiones. Todas ellas fueron creadas entre 2019 y 2021, pero el artista barcelonés las preservó en su estudio de Sant Feliu de Llobregat hasta que las obras en el museo francés acabaron.
El escultor ha concebido la muestra como si fuera “un paseo tranquilo a las cinco de la tarde”, cuando no se sabe si es de día o de noche. Habla de Oscar Wilde o de William Shakeapeare para explicar cómo crea. Del primero, le toma prestada la lección de que, con el paso del tiempo, hay más ganas de vivir la vida, mientras que, del segundo, se inspira en el conflicto de Hamlet, entre lo tangible y lo inmaterial.
Una de las excepcionalidades de esta muestra son una veintena de dibujos de gran formato que Plensa ha mezclado con las esculturas. Algunos de ellos tienen sábanas como soporte. El artista tiene un amigo que las fabrica y se las dio para proteger las esculturas del polvo que las amenaza en su estudio. Pese a estar destinadas a tener una función tan prosaica, Plensa las frotó en las esculturas que tenían que cubrir y acabó creando otro tipo de obras de arte, “como un fantasma de la escultura”. Con pastel o carbón, las sábanas se impregnaron del espíritu de las esculturas y las llevaron a otro soporte. “Tengo más ropa”, ha advertido.
El material que usa Plensa en esta exposición no solo son sábanas, claro está. También hay mármol, bronce y acero inoxidable. “El material no es una finalidad, es un vehículo”, ha remarcado. Por ello, va y vuelve de uno a otro: “No tengo fidelidad con ellos”. Aunque no esté en las obras finales, la madera también forma de parte de su proceso creativo. En Rui Rui’s words cuesta ver ese origen en el que trabaja los moldes, solo intuido en la parte posterior. Se vislumbra mucho más en el conjunto formado por Wilsis, Julia, Carlota y Laura Asia, hechas en troncos. Son de bronce, insistía Plensa, aunque cueste creérselo.
Segunda vez en Céret
No es la primera vez que Plensa expone en Céret, una localidad de la Catalunya Nord en la que se han inspirado artistas como Picasso, Georges Braque, Juan Gris o Marc Chagall. La primera muestra fue en 2015 y “dejó muy buen gusto”. Es por este motivo que, con la inauguración de la ampliación a la que ha se ha sometido el museo, pensaron en el autor barcelonés. “Siempre es difícil hacer una segunda exposición”, ha subrayado. Bajo esta premisa, el artista ha diseñado una muestra complementaria a la primera que acogió el Museo de Arte Moderno. Tiene el honor de estrenar el nuevo edificio que se ha construido, que se integra entre las casas del entorno “como si fuera un río”.