“Siempre he bebido los vientos por el Rat Pack, y con la edad más, Frank, Dino… Encantado de la vida si pudiéramos escuchar de fondo el disco de Sammy Davis Jr. mano a mano con el guitarrista Laurindo Almeida, una auténtica filigrana”, pide Ivo Martí acodado a la barra, degustando unas raciones con su infaltable cerveza “preferiblemente, embotellada”. Arrancan los compases de Here’s that rainy day, llenando el aire del Bar y el rostro del parroquiano con una sonrisa cómplice.
Elegantemente ataviado al estilo clásico y moderno, Ivy League, este “hijo de un catalán-almeriense y una alemana-silesiana” se crió en Sant Gervasi, en un entorno de reverencial amor al cine y a la literatura. Desde su más tierna infancia, disfrutó de una variada dieta musical que plantó la semilla de un criterio singular, amplio y que tantas satisfacciones daría al entramado musical barcelonés. “En casa de mis padres, además de libros y películas, la música estaba muy presente. Los fines de semana el tocadiscos echaba humo, cada miembro de la familia aportaba su grano de arena: de los Dead Kennedys a Bach pasando por Los Sírex, Scott Joplin o Hildegard Knef”, rememora.
—¿Y no te dio por estudiar algún instrumento?
—A los catorce me apunté a clases de saxo. Duré nada y menos, yo quería tocar el I got you de James Brown, no cancioncillas provenzales del siglo XVIII partitura mediante— ríe.
Se formaría en dirección cinematográfica, “aunque mi vida profesional ha ido por otros derroteros”. El artístico, también. “De joven empecé a cantar en algún que otro grupo, hasta que en otoño del 96 me convertí en vocalista de Los Soberanos”. Ivo ofició más de dos décadas como frontman y vocalista de este mítico conjunto dedicado a la repesca de canciones “de intérpretes y grupos españoles, italianos y sudamericanos de los años 60, además de algún tema propio”. Recorrieron todo el país y sacaron varios discos, aupados por una sólida y militante base de fans y amigos, de los que el parroquiano destaca, “con mi eterna gratitud”, al locutor de Radio3 Juan de Pablos.
Pero, además de Los Soberanos, el cantante se metió en otros terrenos como The Waldorf Astorias, una banda de versiones de temas clásicos del punk rock pasadas por un filtro de elegante swing. “El lema era: God save the swing, the punk is dead y de ese periplo también guardo muy buen recuerdo”. Otra aventura que destaca es la de Dom Martin, “un dúo de estándares de breve trayectoria, pero del que me siento muy orgulloso por lo arriesgado de la propuesta. Dos tipos trajeados marcándose a guitarra y voz temas como Spooky o Nature boy”.
Parar, pero para coger impulso
La paternidad supuso para el parroquiano “un profundo cambio a mejor” que define como un adiós al ego y un hola “a la completa y total entrega a otra persona con todo lo que conlleva”, pese a momentos duros “como soportar a otros críos, no soy nada niñero y el mundo infantil me provoca cierta desazón, o tan atroces como despertarse a diario con la vocecilla de Dora la exploradora y la del monito ese, altamente estrangulable”.
Además de la vuelta al ruedo sonoro, Ivo Martí está enfrascado en la producción y dirección de un documental sobre Los Soberanos
Pero lo que alejó durante un tiempo a Ivo de las tablas fueron las muertes de sus padres, acaecidas en un intervalo de menos de dos años, “circunstancia que me provocó unos mareos invalidantes que resultaron ser un ansiedad de aúpa. Ansiedad que me alejó del mundanal ruido y de los escenarios durante una larga temporada. Me siento tremendamente agradecido por el hecho de que esa pesadilla forme parte del pasado. Ahora, he vuelto a coger un micrófono con fuerzas renovadas” explica, a propósito de Los Bics, banda de beat ibérico compuesta, entre otros, por veteranos de la talla de Joaquín Felipe o su viejo compañero de aventuras soberanas, Gabi Soto.
“Hemos despegado como un cohete, tremendo orgullo y satisfacción partir con tamaños compañeros de viaje”, sonríe. “De lo que más orgulloso me siento es de poder dar una nueva vida y visibilidad a canciones que habían caído en el olvido, y que el respetable disfrute con ellas”. Clásicos modernos de un siglo XX, en tiempos de posmodernidad. Pero hay que cumplir con el público. “Cuando decides subirte a un escenario tienes el deber de intentar conseguir que todo el mundo lo pase lo mejor posible”.
Además de la vuelta al ruedo sonoro, echando mano de su formación cinematográfica, el parroquiano está enfrascado en la producción y dirección de un documental sobre Los Soberanos.
Barcelonidad en vías de disolución
“Mi barcelonidad, casi militante, se ha ido diluyendo”, explica el parroquiano, enamorado de aquella ciudad en cuyo teatro Calderón, en 1966, se grababa otro clásico moderno, “el que se supone que es el primer disco de R&R en directo en nuestro país. Con el valenciano Bruno Lomas, ataviado con un trajazo blanco marcándose una señora versión del What’d I say de su admirado Ray Charles, con el público enfervorecido. Lo que hubiera dado por estar presente”.
Pero las cosas han cambiado. A peor. “Hace veinte años que vivo en pleno centro y el hartazgo de tener que esquivar a diario estampidas de escandinavos en bicicleta es más que evidente. Súmale que el carácter del barcelonés, de natural seco por lo de compensar la humedad ambiental, se ha tornado agrio, crispado, la gente está de muy mala hostia. Normal, viendo cómo la idiosincrasia de esta ciudad se ha ido al garete, algo que empezó cuando nos encasquetaron las olimpiadas”.
“Nos hemos convertido en el abrevadero del turismo más cochambroso. Cuando apenas reconoces el barrio donde transcurrió tu infancia, me temo que tenemos un problema, y gordo. Resulta devastador que los oriundos se vean obligados a irse al no poder asumir el elevadísimo coste que supone vivir aquí. Todo esto provoca que, día tras día, me sienta más alejado de una urbe que adoraba”, lamenta, empujando el último bocado de la última ración con el último trago de cerveza.
—Igual es momento de endulzar un poco la conversación. Para ello, tenemos una selección de deliciosos postres caseros.
Ivo Martí Menzel ríe, negando con la cabeza.
—Me temo que soy de salado a ultranza —replica—. Si los postres, el chocolate y la repostería desaparecieran de la faz de la Tierra, no lo sentiría demasiado.
Y pide otra cerveza, mientras la versión de Speak low de Sammy y Laurindo acompasa el momento.