músic Iván Azagra
El músico Iván Azagra está al frente de The Moskito Bite. ©fototerra.cat
EL BAR DEL POST

Iván Azagra: ¡Ahí va ese ‘Thorpedo’!

“Claro que sí! Deja la radio encendida, pero por favor no pongas Rock FM, que como escuche otra vez el Sultans of swing es probable que me sangren las orejas”.

— ¿Sultans of swing? ¡No hombre! ¡Más bien tenía pensado poner algo de los Frightnrs!

Iván Azagra sonríe, cómplice, contagioso, y se frota las manos antes de acodarse a la barra y pedir: “Una IPA, que hay que decir que la que distribuye Damm no está nada mal”. Ha llegado a última hora de la tarde, con las primeras sombras de oscuridad permeando la calle. Como buen atleta de la noche que se considera, lo suyo es vivir cuando se ha puesto el sol.

“Soy amante de todo aquello que fluya con un halo de autenticidad en forma de música, cine, cómics o videojuegos. Mi pasión hacia todo ello, especialmente la música negra, me ha empujado a cantar, pinchar discos, organizar eventos, hacer radio o simplemente disfrutar, cual voyeur musical”, explica este músico, showman, agitador, DJ, locutor y, tal y como se define a sí mismo, “persona y personaje, dos en uno, odiado y querido… Supongo que como todos”.

También conocido como Iván Thorpedo, este enamorado hasta las trancas de los sonidos negros y jamaicanos ha liderado bandas como los míticos The Thorpedians y, hoy por hoy, se halla al frente de The Moskito Bite, así llamados en honor al mítico tema de los Pyramids. Con éstos, acaba de grabar en digital algunos notables temas en directo en La Deskomunal de Sants.

Al margen de la recién formada banda, Iván asegura seguir haciendo sesiones de DJ “aderezadas con el uso del micro allá donde me dejan, en estos tiempos de recuperación tras la infame pandemia”. Asimismo, sigue trabajando en el ambicioso —y esperado— proyecto de Plan 10, “un documental sobre la historia del ska hecho en Catalunya”.

músic Iván Azagra
La pasión de Iván Azagra por la música negra le empujó a ser cantante y DJ.

El influjo de Hepcat

Entusiasta por naturaleza, el parroquiano reconoce la dificultad de enumerar los momentos de inflexión “para los que nos consideramos melómanos militantes de algo, ya que son muchas las cosas que nos han mantenido con rectitud en el redil de lo que amamos”.

Sorbe en silencio varios tragos de su cerveza, mientras se acaricia la barbilla y repasa el rígido cuello de su impecable camisa Brutus de cuadro gingham, antes de retomar la palabra: “Quizás tengo en especial estima la primera vez que vi a los Hepcat, a finales de los 90, en la desaparecida Sala Garatge del Poble Nou”, recuerda a propósito de una visita a Barcelona de la famosa banda californiana. “Mientras bailaba con cara de embobado por cómo aquellos tipos hacían su show, supe que quería intentar estar sobre un escenario. Como ellos”, añade.

Algo similar, reconoce, le ocurría cada vez que veía a los catalanes La Thorpe Brass sobre las tablas. Éstos también contribuyeron a llevarle por una senda musical de la que reconoce “que, de todos los proyectos en los que me he visto involucrado, al que más cariño le tengo es a Thorpedians. Lo poco que he logrado depurar como músico ha sido gracias a ellos, personas a las que a lo largo de los años he podido considerar amigos”.

— La verdad es que llegasteis a sonar muy bien.

— Musicalmente, aquello me sirvió para tener una amplitud de miras de la que carecía. Hicimos muchas cosas juntos, pocas gustaron, pero ahí quedan y estoy seguro de que repetiremos.

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Conocido como Iván Thorpedo, este enamorado de los sonidos negros y jamaicanos ha liderado bandas como los míticos The Thorpedians. ©fototerra.cat

Una Barcelona asesinada por el mercantilismo

“Me repugna que a Barcelona ya no la pueda considerar mi ciudad”, lamenta el parroquiano, que hace años que vive fuera y que ve, en un mercantilismo extremo, el elemento que “ha matado gran parte de la esencia de un lugar que se ha convertido en una marca. Cierto es que las ciudades las conforman las personas que viven en ella, pero incluso a estas personas las empujan cada vez más lejos y es más fácil encontrar la antigua esencia de Barcelona en pueblos del Vallès o del Maresme”.

Entristecido por el hecho de que los sitios que le gustan vayan bajando definitivamente sus persianas y de “que lo poco que nos quede sea nuestra gente”, el músico no esconde que su actual relación con Barcelona es de odio, “quizás es porque me hago mayor, pero, como te decía, cada vez la considero menos mi lugar”.

De los aspectos que le siguen enamorando de la urbe, destaca un edificio: “Lo que me enamora de él, aparte de su excelsa belleza, es su ubicación. No es otro que el Palau de la Música, ubicado en una calle secundaria de la ciudad, cerca de su corazón, pero a la vez apartado. No deja de ser una alegoría de cómo trata esta ciudad a la música”. Y con estas palabras, liquida su cerveza y, animado por la conversación, enseguida pide otra.

— Lo que aquí tratamos muy bien es el paladar de la concurrencia. ¿No querrás acompañar esa IPA con algo de cenar? Hay menú, plato combinado, raciones, bocatas…

Iván Azagra vuelve a acariciar su mentón y a sonreír, antes de dar respuesta al ofrecimiento:

— ¡Menú! los curritos semos así y al menú, además de los platos, siempre le acompaña ese punto de queja y lamento junto a otros compañeros.

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Decidió que lo suyo eran los escenarios después de ver a Hepcat, en un concierto en Barcelona, en los años 90. ©fototerra.cat