¿Qué tienen en común Reykjavik y Viladecavalls? A simple vista, no demasiado, pero ambas ciudades comparten un estrecho vínculo con el grupo Iceland Seafood International. El conglomerado, especializado en procesamiento y comercialización de pescado —principalmente bacalao—, tiene su cuartel general en la capital islandesa y en la ciudad del Vallès Occidental posee una fábrica, además de la sede de la filial española de la compañía. La historia de la matriz islandesa se remonta a 1932, cuando diversos productores se organizaron bajo el paraguas de The Union of Icelandic Fish Producers con el objetivo de potenciar las exportaciones de pescado salado. Casi 60 años más tarde, en la década de los 90, entró en funcionamiento la planta de Viladecavalls.
Es precisamente en la factoría catalana donde la compañía ha llevado a cabo una de sus últimas inversiones. El proyecto ha consistido en aumentar la capacidad productiva de la planta al mismo tiempo que diversificar la actividad. Más concretamente, la inversión ha sido de tres millones y ha supuesto una ampliación de la fábrica de 4.825 m² a 6.738 m² de capacidad de corte en congelado y el reordenamiento y optimización de las líneas de envasado y empaquetado con la adquisición de diferente maquinaria y equipos. La compañía nórdica ha contado con el apoyo del Institut Català de Finances (ICF) para financiar las mejoras en sus instalaciones.
“Todo esto lo hemos hecho con el objetivo de consolidar nuestro liderazgo en el sector horeca y, sobre todo, de reforzar nuestro papel como retailers”, señala Karl Hjálmarsson, directivo con más de una década de trayectoria en la compañía y que, actualmente, es director de márketing y comunicación de Iceland Seafood International. En la renovada fábrica se procesará, sobre todo, bacalao, que es el producto estrella de la compañía y representa el 63% del negocio de la filial catalana de la empresa, seguido por la gamba australiana, que supone el 16% de los ingresos.
Evolución de una empresa nórdica en Catalunya
Iceland Seafood Ibérica es una fusión de dos empresas: Icelandic Freezing Plants Ibérica, que se fundó en 1996 en Barcelona para vender bacalao congelado al punto de sal en el mercado español y que era parte del Grupo Icelandic, nacido en el año 1942, y Iceland Seafood (antes SÍF Spain) que se creó en España, también en el año 1996, y era parte de SIF Group, fundado en el año 1932 en Islandia. La unión efectiva de las dos empresas se alcanzó en 2019.
Un año después, en 2020, llegó uno de los momentos más duros para la compañía. El cierre de la restauración supuso un desplome de las ventas de unos 50 millones de euros, el 30% del total. No obstante, el hecho de haber culminado la fusión en 2019 permitió a la compañía afrontar este momento con garantías y consiguió salvar el ejercicio sin pérdidas. Este año la facturación en España rondará los 200 millones de euros, con una plantilla de 170 empleados. A nivel global, la cifra de ventas del grupo es de unos 500 millones y cuenta con 700 empleados.
“Nuestra estrategia actual se basa en el crecimiento orgánico en los mercados en los que ya estamos presentes y en potenciar nuestras líneas de producto principales, destacando el sello y origen islandés, pero también potenciando referencias como el gambón austral de nuestra planta en Argentina. A nivel de canales de venta, el objetivo es consolidar nuestra posición de liderazgo en el segmento de la restauración y crecer como minoristas, donde nuestra presencia es todavía escasa. De todas formas, siempre estamos atentos a posibles oportunidades de crecimiento inorgánico”, cita Hjálmarsson en referencia a las que serán las líneas de crecimiento estratégicas del grupo en los próximos años.
Un enfoque sostenible de la pesca
Iceland Seafood International procesa y comercializa más de 70.000 toneladas anuales de pescado y, para minimizar su impacto medioambiental, se ha marcado el objetivo de abastecerse únicamente de pesquerías que se administran de conformidad con el Código de Conducta de la FAO para la pesca responsable y que cuenten con sistemas de gestión pesquera adecuados.
El grupo también está haciendo avances en materia de energías renovables y emisiones de gases de efecto invernadero. En este sentido, como parte del proyecto de expansión, la empresa ha instalado placas solares en su planta catalana que producirán 540.000 kWh, cerca del 30% del consumo de toda la fábrica.
Esta parte de la inversión es uno de los proyectos habituales que suele financiar el Institut Català de Finances (ICF) desde que aprobó su plan estratégico para el período 2022-2025 que establece como prioridad su actuación en proyectos medioambientales, especialmente los que tengan como finalidad mitigar los efectos del cambio climático, así como los sociales y de gobernanza. El objetivo de la nueva hoja de ruta es que, como mínimo, el 35% de la nueva actividad sea considerada sostenible. En 2022, el ICF financió más de 470 empresas, por un importe global de 479 millones de euros. De ese volumen, 159 millones de euros se destinaron a financiar proyectos que impulsan la eficiencia energética, la economía verde y la sostenibilidad; 38 millones de euros de financiación para proyectos de vivienda de alquiler social y 2 millones de euros a proyectos relacionados con la cultura, la salud, el cuidado de las personas y las ciencias de la vida.